La puerta de mi habitación se abre suavemente, y Elena, la sirvienta de la casa, entra con una bandeja que humea deliciosamente. El aroma del desayuno recién preparado inunda el ambiente, despertando mis sentidos y provocando un suave gruñido en mi estómago que reclama atención. El olor a café y pan tostado se mezcla con el fresco aire de la mañana, creándome un anhelo innegable por el alimento que, indudablemente, me hará sentir mejor.
-Buenos días, Lucy, mi niña. ¿Cómo amaneciste hoy? -pregunta Elena con su habitual calidez, un brillo de cariño en sus ojos castaños. -Bien -respondo, esforzándome por esbozar una sonrisa, aunque la molestia en mi garganta se mantiene, y las palabras me salen con dificultad, como si el simple acto de hablar fuera un desafío. -Al menos puedes hablar, y con el paso de los días, estoy segura de que recuperarás tu voz por completo -me asegura, mientras colocando la bandeja a mi lado lo hace con una delicadeza casi maternal. Tomando aire, decido aprovechar la cercanía de Elena. Nunca he sido una persona de pedir ayuda con facilidad, pero esta situación es diferente y me siento vulnerable. -Oye, Elena... ¿puedo hacerte una pregunta? -digo, mientras acaricio la suavidad de las sábanas, un gesto que me reconforta ligeramente. -Por supuesto, mi niña -me responde, mostrándose abierta y dispuesta a escucharme. Su expresión serena me invita a continuar, pero la sombra de la incertidumbre me hace vacilar. Con una mezcla de curiosidad y miedo, finalmente me atrevo a hacer la pregunta que me inquieta desde que desperté en esta habitación desconocida. -¿Cómo fue mi accidente? ¿Cómo es posible que caí en coma? Al escuchar mis palabras, la veo tensarse de inmediato; su expresión se vuelve seria, como si un oscuro secreto la invadiera. -Señorita, no quiero ser grosera, pero el señor Henry dijo que no debía tocar ese tema -expone, y puedo notar un leve rubor en sus mejillas, como si se sintiera atrapada en una conversación que no debería estar teniendo. Confundida, la miro. -¿Pero por qué no? -Él mencionó que solo él podía contarte lo que sucedió sin causarte un trauma mayor -responde con un tono firme, pero apesadumbrado. Mis inquietudes crecen, una niebla de preocupación se asienta sobre mí. Desesperada por conocer la verdad, insisto. -¿Cuánto tiempo estuve en coma? Sus ojos no engañan, la tristeza brilla en ellos mientras responde. -un meses, señorita. Estuviste muy grave... casi pierdes la vida -dice, y mis pensamientos se oscurecen al escuchar esas palabras. La idea de haber estado al borde de la muerte me sobrecoge. -¿Tan mal estuve? -mis palabras quedan suspendidas en el aire, un eco de incredulidad resonando en mi interior. -Sí. Pero lo bueno es que el señor Henry tiene mucho dinero y pagó por los mejores médicos -se apura a añadir, tratando de restar gravedad a la situación. Sin embargo, esas palabras no son suficientes para calmar mi creciente inquietud. -Entonces... ¿al principio estuve en un hospital? -Así es. Durante tu operación estuviste en el mejor hospital disponible. Después de un mes, cuando ya estabas más estable, tu padre decidió traerte a esta habitación, con todos los equipos médicos necesarios para tu recuperación -explica Elena, mientras su voz se adensa con cada palabra. Respirando hondo, le digo con una mezcla de resignación y confusión. -Entiendo... Es todo muy raro. Como si estuviera atrapada en un sueño del que no puedo despertar. -¿Por qué lo dices? -pregunta ella, con curiosidad genuina. -Nadie me cuenta nada. Es como si quisieran ocultarme algo muy importante -confieso, sintiendo cómo la incertidumbre se apodera de mí. La sensación de que la verdad se encuentra justo fuera de mi alcance me provoca una profunda angustia. -No es eso, querida. Solo pasaste por muchas cosas difíciles -intenta calmarme, pero su frase no hace más que aumentar mi desasosiego, como un río que no deja de fluir. -Es algo muy feo, pero prefiero recordar lo que sucedió. No puedo vivir en la oscuridad de la ignorancia. -Tranquila. Todo saldrá bien, te lo prometo -me dice, esbozando una suave sonrisa que, aunque reconfortante, no logra disipar la inquietante sensación de que hay algo más. -Gracias, Elena... Eres una enfermera muy amable. Es raro encontrar personas así en una situación como esta. -Tu padre se tomó su tiempo para entrevistar a muchas enfermeras, pero me contrató a mí porque consideró que era la mejor por mis habilidades y mi educación -explica con orgullo, como si esas palabras fueran una forma de reivindicarse en un entorno en el que, a menudo, la desconfianza era la norma. La miro con gratitud, pero el ambiente sigue cargado de preguntas sin respuesta. Entonces, continúo con mi desayuno. La bandeja está llena de líquidos: yogur, jugo fresco y pequeños cubos de fruta, todos dispuestos de una forma que parece un esfuerzo por alegrar mi día. Aunque me gustaría comer algo más sustancioso, me esfuerzo por terminar lo que tengo, sin poder sacudirme la sensación de incomodidad. De pronto, la puerta se abre de golpe y Danna entra casi corriendo, con la mirada ansiosa. Escribo rápidamente en un papel: **¿Qué pasó? ¿Por qué entras así?** Ella me mira, sus ojos brillan con un toque de preocupación mientras toma el mismo papel para responder apresuradamente. -No me dejaban entrar. Pensé que te habías puesto mal otra vez -escribe, y puedo sentir su genuino aprecio por mi bienestar. Mi hermana se lanza a mis brazos con frenesí, y le sonrío, un cálido destello en medio de esta tormenta emocional. Sin embargo, incluso en ese momento, una pregunta inquietante me acecha. Escribo en el papel de nuevo. -Danna... ¿tú sabes cómo fue mi accidente? En cuanto ella ve mi pregunta, su rostro se tensa y se le nota una ligera temblorosa en las manos. -No debo hablar de eso... Mi padre me lo prohibió -responde con voz baja, su expresión es una mezcla de temor y resignación. -Vamos, Danna... por favor, será nuestro secreto -insisto, sujetando su mirada con implorante ansiedad. La necesidad de respuestas se vuelve casi insoportable. Danna mira hacia atrás, asegurándose de que no haya nadie más en la habitación, y luego se vuelve hacia mí. Sus ojos muestran una profunda inquietud y miedo, y finalmente, toma una decisión. -Accidente de auto -escribe en la hoja, y mis pensamientos comienzan a girar sin parar. Un accidente de auto... ¿y eso me dejó así de mal? Una marea de preguntas inunda mi mente. ¿Por qué hay tanto misterio en torno a esto? Mi corazón late con fuerza, como si intentara escapar de esta realidad angustiante. No puede ser... nada de esto tiene sentido. -¿Estás segura? -le escribo, sintiendo un nudo en el estómago que se forma como una serpiente enrollándose. Pero antes de que Danna pueda contestar, la puerta se abre de nuevo. Con rapidez, ella esconde el papel en su bolsillo. -¿Cómo amanecieron mis niñas? -dice Henry, y siento una punzada de incomodidad al pronunciar esa palabra "papá". Un título que antes había llevado con orgullo ahora se siente como una carga. -Mejorando... -respondo, mientras un leve sudor me recorre la nuca. La tensión en el aire se vuelve palpable. -¿Has podido recordar algo? -pregunta con atención, su rostro lleno de preocupación, pero también de algo que me resulta difícil de definir. -No... estoy en blanco... -admito, sintiéndome incómoda mientras la mirada de Henry se clava en mí. Espero que con eso se distraiga, pero él se enfoca en mí por un instante y luego continúa hablando. -Está bien, y ¿qué estaban haciendo antes de que yo entrara en la habitación? Su pregunta me parece extraña, como si tratara de desviar la atención de lo que realmente importa. Una punzada de desconfianza asoma en mi pecho, y me esfuerzo por controlarla mientras respondo. -Le estaba preguntando a Danna si quería ver una película conmigo, para no aburrirme. -Es cierto, aquí debes aburrirte mucho, y la linda Danna es muy buena compañía -dice él, sus palabras tienen un tono casi despreocupado, pero algo en su mirada sugiere que su interés va más allá de la simple conversación. Danna baja la mirada al suelo, inquieta y nerviosa, como si la presencia de nuestro padre la intimidara enormemente. Me pregunto por qué actúa así; parece que hay una distancia entre Danna y Henry que no comprendo por completo. La tensión entre ellos es palpable, y el silencio se cuela en mi mente como una sombra. -Bueno... las dejo solas para que puedan ver tranquilas sus películas -dice finalmente, su voz resonando en la habitación. Me siento aliviada cuando él cierra la puerta tras de sí, aunque la sensación de incomodidad persiste. Una vez quedamos solas, escribo rápidamente en un papel: -Eso fue raro... ¿no crees? Danna asiente, pero su ansiedad es palpable; puedo ver cómo su cuerpo se tensa con la visita de Henry. ¿Es que acaso él es violento? No entiendo nada sobre esta familia. La única persona con la que me siento segura es Danna. Le ofrezco una cálida sonrisa y le tomo la mano, intentando ofrecerle consuelo mientras le digo: -¿Y si vemos películas? Su rostro se ilumina de nuevo, como si la súplica fuera justo lo que necesitaba. Con un gesto, le indico que se acueste a mi lado en la cama, y pronto, con las luces apagadas y el brillo titilante de la pantalla frente a nosotras, estamos rodeadas de risas y aventuras cinematográficas, ahogando un poco el miedo que comenzaba a acecharme. A lo largo del día, Elena entra y sale con frecuencia, administrándome calmantes para el dolor y vigilando mi recuperación. Me siento más tranquila, pero la incomodidad sobre mi accidente sigue latente, como un eco en la distancia. Mi mente avanza en espirales de dudas y temores. Al caer la noche, Danna me pasa un pequeño papel, sus ojos reflejando una mezcla de ansiedad y esperanza. -¿Puedo dormir contigo esta noche? Prometo no moverme mucho... -escribe, mostrando una inocente vulnerabilidad en su solicitud. Sonrío y le respondo con otro papel. -Claro que sí, pequeña. Así no tendré pesadillas. Con alegría y un levísimo alivio, nos acurrucamos la una junto a la otra, creando un pequeño refugio de calidez y seguridad en un mar de incertidumbre. Esa noche, me sumerjo en un sueño profundo y reparador, sintiéndome más en paz en la compañía de mi hermana. Las inquietudes y los oscuros secretos que me rodean se desvanecen, aunque sea por unas horas. Sin embargo, sé que en algún momento tendré que enfrentar la verdad encerrada en el laberinto de mi memoria, una verdad que podría ser la clave para entender lo que realmente ha sucedido. ******************************* Corro y corro sin parar. Mis pies están descalzos y lleno de barro.. Traigo un vestido que apenas y me cubre, porque está rasgado como si hubiera luchado con un león...Mis piernas ya no resisten más pero trato de no darme por vencida... Estoy huyendo de algo o de alguien que ni siquiera sé quién es.... Estoy completamente aterrada... Trato de mirar de reojo lo que hay detrás de mí y veo una figura enorme persiguiéndome. Está lejos pero sus pasos son cada vez más ágiles qué los míos, así que poco a poco va alcanzando... Tiene una máscara puesta... Un pasamontaña y no puedo reconocer quién es el misterioso hombre detrás de mí.. Estoy tan concentrada en evitar que me alcance y que no veo una gran rama en el suelo que me hace caer... Siento las frías manos del sujeto en mi tobillo y un escalofrío corre por mi cuerpo... Trato de gritar pero mi voz no me sale..... Me despierto sobresaltada en la cama con el corazón a mil... Gracias al cielo que solo fue un horrible sueño.. pero porque soñé eso??.. tendrá que ver con mi accidente??.. Miles de preguntas se arremolinan en mi cabeza....Me despierto bruscamente al escuchar el suave chirrido de la puerta de mi habitación al abrirse. Reconozco esa figura familiar al instante; es Teresa, mi madre.-Hola, Lucy... ¿cómo has estado? -su voz resuena con una mezcla de preocupación y ternura.-Estoy mejor... -le respondo, intentando dibujar una sonrisa en mi rostro.Ella se acerca un poco más y, por un momento, puedo ver el cansancio reflejado en sus ojos. -Perdón por no estar tan al pendiente de ti... He tenido mucho trabajo últimamente, y debo viajar con frecuencia -me dice, con un tono casi apologético.-Tranquila... lo entiendo -le aseguro, aunque por dentro siento un pequeño vacío. La ausencia de su presencia siempre deja una huella en mis días.Mientras hablo, no puedo evitar mirar a Danna, que duerme a mi lado como un bebé, ajena a la conversación que se desarrolla entre mi madre y yo. Teresa vuelve a hablar.-Hoy debo viajar por tres días... ¿Me despides de Danna? No quiero despertarla.-Está bien... Espero que tenga
Han pasado varias semanas desde el suceso, y mi recuperación ha sido sorprendentemente rápida. Sin embargo, a pesar de los avances físicos, hay un aspecto que se niega rotundamente a avanzar: mi memoria. Cada intento por recordar lo que ocurrió se siente inútil; es como intentar atrapar agua con las manos. La mente se niega a cooperar, manteniendo cerrada la puerta a los recuerdos que, supongo, deberían ser dolorosos.Mis sesiones de terapia con mi padre tienen lugar cada dos días, pero suelen ser encuentros silenciosos, con escasas palabras compartidas entre nosotros. Es como si ambos estuviéramos navegando en un lago de melancolía, cada uno inmerso en su propio mundo de pensamientos, mientras yo, como una hoja en blanco, aguardo una pequeña mancha que me diga quién soy y qué me ha sucedido.Mi frustración crece cada día. Siento que el suceso que marcó mi vida es como una niebla densa que me impide avanzar. Me han prohibido ver las noticias, ya que mi nombre apareció en ellas, y eso
Me despierto con una maraña de cabellos rojos que me cubren la cara. Al apartarlos con suavidad, me doy cuenta de que son de Danna. Nos parecemos tanto que, si ella tuviera mi edad, la gente podría llegar a pensar que somos gemelas. Mientras mis pensamientos navegan entre los recuerdos nebulosos de mi infancia, no soy consciente de que Danna ha despertado. Ella comienza a escribir con frenesí en su libreta, ese diario personal que nunca parece abandonar. Hay algo cautivador en su dedicación a las palabras escritas, algo que me hace sentir admiración. -¿En qué pensabas? -me pregunta con un gesto animado, tomando su bolígrafo y escribiendo en su libreta que siempre está a su lado, como si fueran inseparables.Muevo mi cabeza, tratando de cristalizar mis pensamientos fugaces. Finalmente, decido compartirlo con ella:-En muchas cosas... Quiero recordar toda mi vida para no sentirme tan perdida.Sus ojos se iluminan con comprensión, y asiente lentamente mientras sigue escribiendo en su l
Ya habían transcurrido dos meses desde que fui dada de alta tras mi recuperación. Poco a poco, he ido notando mejoras significativas en mi condición física. Con el tiempo, incluso he comenzado a practicar yoga por las mañanas: una actividad que le apasionaba a Dana antes de aquel desafortunado accidente que nos cambió la vida. La conexión entre nosotras ha crecido; participar juntas en esta rutina matutina nos brinda momentos de complicidad y alegría.Dana, mi adorada hermana, siempre se muestra entusiasta y motivadora. Cada mañana, la luz del sol ilumina la habitación mientras ambas nos entregamos a las posturas y a la respiración tranquila que el yoga nos ofrece. Una hora se pasa volando mientras nuestras risas llenan el espacio, y el ejercicio se convierte en una celebración de la vida y la recuperación.Después de nuestra sesión de yoga, nos dirigimos a la ducha para refrescarnos antes de la siguiente actividad del día. Hoy, estábamos emocionadas porque comenzaríamos las clases de
Me encontraba durmiendo plácidamente en la calidez de mi cama, envuelta en un estado de calma y tranquilidad, acompañada por mi hermana Dana. Las sombras de la habitación se desvanecían suavemente con los primeros destellos del amanecer. Sin embargo, mi serenidad se vio interrumpida de repente por un ruido inquietante que provenía del exterior de nuestra casa.La vivienda estaba protegida por un gran portón de madera, y, gracias a la posición de mi ventana, podía ver claramente si alguien se escondía entre los árboles y arbustos que rodeaban nuestra propiedad. Pero el sonido era diferente, crujiente y furtivo, como si alguien estuviera escalando algo con la intención de ingresar. Un escalofrío helado recorrió mi cuerpo al instante. Pensé en la posibilidad aterradora de que aquel que me había secuestrado en el pasado estuviera de vuelta, que de alguna manera hubiera logrado encontrarme.La idea me paralizó. Si ya sabía dónde vivía, era plausible que estuviera buscando llevarme de nuevo
Me despierto en medio de la noche, el corazón acelerado, porque un ruido tenue y familiar me saca de mis pensamientos. Es el mismo sonido inquietante que había escuchado la última vez...- Maldición... Ahora será imposible que duerma tranquila, sabiendo que podría haber alguien fuera de la casa, acechando y tratando de mirar a través de la ventana de mi habitación.La idea me paraliza. No tengo el valor suficiente para poner un pie fuera de mi cama, esa cálida y reconfortante burbuja que me protege, aunque sea solo por un momento. La oscuridad de la noche se siente opresiva, como una manta pesada que me aprieta el pecho. A cada segundo que pasa, la inquietud crece y una sensación de terror me invade por completo. Sin embargo, algo está cambiando en mí. A medida que las noches pasan, la incertidumbre y el miedo me hacen sentir más fuerte, más decidida. Cada noche, escucho el mismo sonido, y aunque me estremezco con solo pensarlo, hay una chispa de valentía que comienza a surgir en mi i
Pasaron horas mientras mi mente divagaba en un mar de pensamientos, intentando idear un plan para descubrir la identidad de aquel intruso que, como un espectro, se colaba en mi jardín bajo el manto de la noche. Los frondosos árboles que rodeaban nuestra casa parecían esconder más secretos de los que estaban dispuestos a revelar, y la inquietud se apoderaba de mí a cada instante. Después de mucho deliberar, decidí que debía actuar, no podía quedarme de brazos cruzados. Comencé a escudriñar cada rincón de mi habitación, buscando algo que pudiera servir como herramienta en esta empresa. Fue en uno de los cajones donde encontré lo que estaba buscando: una pequeña cámara portátil, un dispositivo que había olvidado por completo que existía. Sentí como si un rayo de esperanza iluminara mi mente. Tenía también una laptop en mi habitación que, aunque nunca la usaba debido a la falta de Internet, podría ser de utilidad en esta ocasión. Con determinación, conecté la cámara y la laptop, y tras u
Mi mente era un torbellino de pensamientos y dudas, pero la decisión estaba tomada: debía hablar con mi hermana Danna sobre lo que me había estado sucediendo. Me puse algo abrigado, ya que hacía fresco aquel día, y me dirigí directamente a la habitación de Danna con mi laptop en mano. Abrí la puerta y noté que aún dormía. Me senté a su lado y acaricié suavemente su cabello, despertándola poco a poco.Afortunadamente, esto funcionó. Poco a poco, se movió y, tras unos minutos, abrió los ojos. Se sentó en la cama restregándose los ojos, y noté que parecía un poco molesta. Habíamos estado distanciadas últimamente y no habíamos compartido mucho. Afortunadamente, ya sabíamos comunicarnos en lengua de señas, así que la interacción se volvió más sencilla.-¿Qué pasa? -preguntó ella con sus manos.-Debo contarte algo. Eres la única persona en quien confío.Al ver la preocupación en mi rostro, su actitud cambió por completo.-¿Qué sucede? ¿Te pasó algo?-No, pero estos días en los que no hemos