Ruidos en la oscuridad

Me encontraba durmiendo plácidamente en la calidez de mi cama, envuelta en un estado de calma y tranquilidad, acompañada por mi hermana Dana. Las sombras de la habitación se desvanecían suavemente con los primeros destellos del amanecer. Sin embargo, mi serenidad se vio interrumpida de repente por un ruido inquietante que provenía del exterior de nuestra casa.

La vivienda estaba protegida por un gran portón de madera, y, gracias a la posición de mi ventana, podía ver claramente si alguien se escondía entre los árboles y arbustos que rodeaban nuestra propiedad. Pero el sonido era diferente, crujiente y furtivo, como si alguien estuviera escalando algo con la intención de ingresar. Un escalofrío helado recorrió mi cuerpo al instante. Pensé en la posibilidad aterradora de que aquel que me había secuestrado en el pasado estuviera de vuelta, que de alguna manera hubiera logrado encontrarme.

La idea me paralizó. Si ya sabía dónde vivía, era plausible que estuviera buscando llevarme de nuevo. Mi corazón comenzó a latir desbocado, un tamborileo ensordecedor que ahogaba cualquier otro sonido a mi alrededor. En ese momento, me sentía como una presa acorralada, incapaz de emitir una palabra que pudiera alertar a Dana sobre lo que estaba sucediendo. Sin embargo, en un rincón de mi mente, la preocupación por su bienestar me hizo dudar. No quería que ella compartiera mi miedo.

Cerré los ojos e intenté respirar profundo, buscando en mi interior la calma que me eludía. Aunque no logré tranquilizarme del todo, por lo menos pude concentrarme en el ruido que seguía presente en la noche oscura. Después de unos momentos que se sintieron eternos, empecé a notar que el sonido parecía desvanecerse, como si quienquiera que estuviera allí se estuviera retirando. Un suspiro de alivio se escapó de mis labios; tal vez todo había sido una simple ilusión, un animal trepando un árbol, y yo aquí, dominada por la paranoia que me corroía.

A pesar de mis esfuerzos por relajarme, mi mente seguía en alerta máxima. En un impulso, abracé a Dana, mi hermana, buscando su cercanía como un refugio que pudiera mitigar mi inquietud. Durante largos minutos, permanecimos así, en medio de un silencio tenso, hasta que finalmente el sol comenzó a asomarse por el horizonte.

La luz del día irrumpió en mi habitación, trayendo consigo una nueva realidad que se asentaba sobre mis hombros como un peso abrumador. El cansancio acumulado de la noche anterior se hacía evidente, un recordatorio palpable de las horas de insomnio que me habían acosado. Al abrir los ojos, sentí un insoportable dolor de cabeza que resonaba en mis sienes, como el repiqueteo de un tambor en plena batalla. Mis ojeras eran testigos silenciosos de la lucha interna entre el miedo y el deseo de paz que había librado en la oscuridad.

Danna me observaba desde la puerta, y en su rostro pude leer todo lo que no podía expresar con palabras. Su mirada profunda y serena contenía una mezcla de preocupación y cansancio; ella también había pasado una noche difícil, una noche en la que la inquietud se había infiltrado en nuestros pensamientos. Sin necesidad de que me lo dijera, entendí que compartíamos una misma carga, una ansia por hallar tranquilidad.

Con su libreta en mano, Danna comenzó a escribir rápidamente y, tras unos momentos, me mostró lo que quería comunicarme:

- Lucí, ¿no dormiste bien?

Mis párpados se pesaron a la hora de responder. Escribí en mi propia libreta, tratando de ofrecerle un poco de alivio.

- No... Pero tranquila, tal vez tome una siesta en la tarde.

Una leve sonrisa se dibujó en su rostro al leer mis palabras. Danna siempre había tenido una forma especial de hacerme sentir que no estaba sola en mis luchas.

- Está bien... Debemos seguir con las clases de lenguaje de señas.

Con un asentimiento, manejé la conversación hacia el nuevo día que nos esperaba, consciente de que a pesar de nuestras tribulaciones, había una misión que cumplir.

- Lo sé... Voy a mi habitación para ducharme y luego bajamos a desayunar y empezamos con las clases.

- De acuerdo. Yo haré lo mismo.

La rutina del día comenzaba a desdibujar la pesadez que sentía en mi corazón. Sin embargo, a medida que avanzaba hacia mi habitación, el eco de una experiencia inquietante seguía resonando en mi mente, recordándome que debía enfrentar no solo los recuerdos de un pasado aterrador, sino también el desafío de brindar calma y protección a mi hermana. Se había convertido en mi prioridad y, a la vez, en mi mayor preocupación.

Entré en mi habitación, tomé el cepillo de dientes y me lo pasé varias veces por la boca, intentando despejar mi mente de las sombras que me seguían. Posteriormente, encendí el agua, dejando que el vapor llenara el baño. Era un momento que atesoraba, una forma de buscar alivio en la calidez de un ducha. Sin embargo, incluso eso parecía no ser suficiente para aliviar el cansancio que sentía en cada parte de mi ser.

Así que opté por llenar la bañera con agua casi hirviendo, una decisión impulsiva que esperaba jugar a mi favor. Tras tomar una píldora para mitigar mi dolor de cabeza, me deslicé dentro de la tina y dejé que el calor me abrazara. El agua caliente fue como un bálsamo sobre mis músculos tensos y, poco a poco, el estrés que me había acompañado durante la noche comenzó a desvanecerse. Me dejé llevar, sintiendo cómo la calma se apoderaba de mí y, sin darme cuenta, el cansancio se transformó en un sopor agradable.

Así, mientras me sumergía en aquella paz momentánea, una sensación de tranquilidad me envolvió. Cerré los ojos y, en un instante, caí en un sueño profundo y reparador, dejando atrás, aunque solo fuese por un tiempo, la inquietante realidad que me rodeaba.

..............

Estoy corriendo con todas mis fuerzas a través de un bosque oscuro y opresivo. No tengo idea de cómo llegué aquí, ni a dónde me dirijo. Lo único que sé es que estoy huyendo, y que alguien me persigue. Desde la distancia, oigo una voz que, llena de un tono amenazante, pronuncia mi nombre: "Lucy". Esa sola palabra inyecta un nuevo torrente de pánico en mis venas.

Acelero el paso, empujando mis piernas a moverse más rápido de lo que consideraría posible. Sin embargo, cada zancada parece consumir la poca energía que me queda. Estoy exhausta, mis pies descalzos se sienten como si estuvieran siendo desgarrados por el suelo del bosque, donde las ramas y las rocas han dejado su huella en mi piel. La adrenalina me mantiene en movimiento, pero el dolor que siento es innegable.

Con el corazón palpitando con fuerza, se me ocurre una posible salida: escalar uno de los árboles cercanos. Quizás pueda encontrar un refugio entre las hojas densas y esconderme hasta que el peligro pase. Sin embargo, dudo. No estoy segura de que tenga la fuerza suficiente para lograrlo, pero no tengo otra opción. Con un esfuerzo inhumano, me impulsé hacia el tronco, intentando trepar.

El primer intento falla. Al igual que el segundo. Solté un suspiro de frustración y estrés. Pero no puedo rendirme. Finalmente, tras un sinfín de intentos, en la sexta ocasión consigo elevarme lo suficiente. El árbol está repleto de hojas, proporcionando el escondite perfecto. Ahora, mi única esperanza es mantener el silencio absoluto mientras el extraño que me persigue pasa por debajo.

Desde mi escondite, lo observo con el corazón en un puño. Su figura se mueve entre los árboles, buscando en todas direcciones, y mientras la oscuridad teje un manto aterrador a su alrededor, la curiosidad se apodera de mí: deseo ver su rostro, conocer la identidad de quien me acecha. Viste todo de negro, una capucha cubriendo su cabeza, y me hace sentir aún más vulnerable.

No puedo permitir que me descubra. Mis pulmones llenos de aire se agitan con rapidez. Cada segundo que pasa me amenaza más que el anterior. Mis sentidos están alerta; escucho el crujir de las ramas bajo su peso y su respiración, que se asemeja a un rugido distante. Todo se siente tan real y tan amenazante.

Entonces, para mi horror, comienza a hablar.

- "Sé que estás escondida, mi pequeña escurridiza. No tienes energía para correr por tanto tiempo", dice con una voz que me eriza la piel.

Un escalofrío recorre mi cuerpo. La frustración me invade, cómo es posible que me encuentre en esta situación. Desearía poder desaparecer, desvanecerme en el aire, pero no puedo. No me queda otra opción que aferrarme a la esperanza de que no me encuentre.

- "¿Quieres que juguemos, entonces? Sabes que me encanta jugar..." Su tono es ligero, casi burlón, mientras la tensión se transforma en una pesadilla más oscura.

Mi mente grita que el juego no tiene más sentido que el propio horror. ¿Cómo puede divertirse con esto? Mientras tanto, yo solo espero que no me encuentre. Su risa lenitiva resulta en un eco distante de lo que podría ser la calma anterior al abismo.

- "Contaré hasta diez... Si sales antes de que llegue a diez, estarás libre de castigo. Aunque te lo mereces, porque te portaste mal. Digamos que seré un poco dócil esta vez, porque de verdad que me estoy divirtiendo con esto..."

Sus palabras son como dagas, hiriendo mi esperanza. Cada número que cuenta se siente como una trampa colocada cuidadosamente a mi alrededor.

- "Uno... Dos... Tres... Cuatro... Cinco... Oh vamos, Luci, ya sal de ahí. Sabes que no vas a poder escapar."

Siento que el horror se ciernen sobre mí. Su presencia parece crecer, y la desesperación me empuja a pensar que, quizás, tiene razón. Es más alto y fuerte que yo, pero en mi corazón hay una feroz determinación: ¡no voy a dejar que me atrape!

- "Seis... Siete... Ocho..."

Los números caen como gotas heladas en un mar de terror. Él se acerca cada vez más, y puedo escuchar cómo su mirada busca por cada rincón, como un depredador olfateando a su presa.

- "Nueve... Estás segura de que no quieres salir?"

Un silencio aterrador llena el aire. Cada latido de mi corazón resuena en mis oídos como un tambor de guerra, mientras la hora final se acerca.

- "Diez..."

Con ese último número, su sombra se detiene justo debajo de mi árbol, y el tiempo parece congelarse.

- "Quería ponerte las cosas un poco más fáciles, mi hermosa Luci. Pero siempre crees que puedes escapar de mí."

Las lágrimas empiezan a deslizarse por mis mejillas, manchando mi piel con la sal de la frustración y la desesperación. Todo mi esfuerzo parecía haber sido en vano.

Un destello de sonrisa siniestra aparece en su rostro, y a medida que su mirada se eleva lentamente, su intención se vuelve evidente.

- "voy a ir por tí..."

Esas palabras resuenan como una sentencia. Se levanta, acercándose a mí con una calma escalofriante, y en el instante en que su mirada se encuentra con la mía, el terror alcanza su punto máximo. Pero justo cuando parece que todo está perdido, me despierto de golpe, aliviada y aterrorizada por igual, mientras la pulsante realidad se apodera de mí.

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