Continuamos conversando Danna y yo sobre los recientes recuerdos que habían aflorado en mi mente. La experiencia de perder la memoria había sido un camino lleno de dificultades y emociones abrumadoras. Cada fragmento de mi pasado que regresaba era un pequeño ladrillo en la construcción de mi identidad, una pieza que, aunque pequeña, resultaba esencial en el rompecabezas de mi vida. De repente, nuestra plática fue interrumpida por un suave golpe en la ventana. Me volví intrigada y vi cómo una diminuta piedrita, envuelta en un pequeño trozo de papel, había hecho su aparición. Con curiosidad, me agaché rápidamente para recogerla y, al desplegar el papel, mis ojos se iluminaron al leer lo que estaba escrito: “Soy Paula, ven a buscarme”. Sin pensarlo dos veces, le hice señas a Danna, indicando que se trataba de nuestra amiga Paula y que debíamos actuar con rapidez. Sabíamos que debíamos esconderla en mi habitación antes de que alguien la viera. La urgencia de la situación nos llenó de a
No pude dormir más que unas pocas horas durante toda la noche. La ansiedad me invadía al pensar en la llamada que debía hacer a aquellas personas que, con nobleza y generosidad, decidieron preocuparse por mí a pesar de no conocerme. Decidí que los llamaría a las 10 a.m. Elegí esa hora cuidadosamente; al fin y al cabo, pensé que en la tarde podrían estar ocupados. Al girar la cabeza hacia la mesita de noche, eché un vistazo al reloj: ya eran las 8 a.m. En este instante, debería estar levantándome, pero al observar a Dana, que dormía profundamente, no me atreví a despertarla. Su paz era contagiosa, y sentí que merecía algunos momentos más de descanso. Con un suspiro, me dirigí al baño. El habitual ritual de cepillarme los dientes se convirtió en un acto casi automático mientras mi mente divagaba. Entonces, al mirarme en el espejo, noté la presencia inconfundible de mis compañeras nocturnas: las ojeras. Eran el recordatorio tangible de las noches de desvelo y de la lucha interna que
Me levanté muy temprano esa mañana, antes de que el sol alzara su luz sobre la ciudad. Sabía que a esa hora, mi padrastro, Henry, se preparaba para irse al trabajo. Era el momento más adecuado para confrontarlo. Había estado guardando una pregunta en mi mente durante demasiado tiempo: ¿qué había sucedido realmente aquellos días en que desaparecí? Tenía que enfrentarlo y obtener respuestas. Me instalé justo afuera de su habitación, decidida y con una mezcla de nerviosismo y determinación. Busqué una silla y me senté con la espalda recta, sosteniendo una taza de café caliente entre mis manos. El aroma del café me reconfortaba un poco, pero el malestar que sentía en el estómago no se disipaba. Mis pensamientos giraban en torno a esos momentos vitales que se habían borrado de mi memoria, a ese periodo oscuro en el que había pasado por un verdadero calvario del que no quería ser ajena. De repente, escuché el chirrido de la manilla de la puerta al girar, y supe que no había vuelta atrás. L
Al despertar, me giro y veo a Dana a mi lado, envuelta en sus suaves sábanas. La luz tenue de la mañana apenas se filtra por la ventana. Al instante, mi mirada se dirige hacia el reloj en la mesita de noche: son las 5:59 a.m. Justo en ese momento, una alarma resonante interrumpe el silencio de la habitación, proveniente del lado de Dana. Ella también tiene su propio despertador, aunque la mayor parte del tiempo parece ignorarlo.Dana no es como los otros niños. A sus siete años, ha demostrado ser una niña excepcionalmente madura, tan diferente a sus compañeros que a menudo me hace pensar que tiene la sabiduría de alguien mayor, tal vez de doce años o más. No se deja llevar por el desorden que suele invadir la vida de los niños pequeños, ni presenta la típica resistencia a hacer las tareas del hogar. Todo lo contrario, parece que ha aprendido a asumir responsabilidades que no debería tener a su edad, y creo que las circunstancias que nos rodean han influido en su forma de ser.Recuerdo
Me desperté de un sobresalto, empapada en sudor y con lágrimas brotando en mis ojos. El recuerdo del horrible momento que había vivido me asaltó de nuevo, adentrándome en un túnel oscuro de angustia. Fue como si el maldito monstruo que tanto había querido dejar atrás estuviera de nuevo frente a mí, acechando en las sombras de mi mente. Lloré desconsoladamente, permitiendo que las lágrimas fluyeran hasta que, finalmente, el torrente emocional comenzó a ceder. En medio de mi pesar, traté de encontrar un destello de luz, un resquicio de esperanza: ya estoy a salvo, ya no estoy con ese demente, y eso es algo por lo que debo estar agradecida.De repente, oí el suave chirrido de la puerta al abrirse. Era Danna. Al verme con los ojos hinchados y llenos de lágrimas, se acercó a mí de inmediato, su expresión preocupada lo decía todo. Usando el lenguaje de señas, me preguntó qué me había pasado.-¿Qué sucede, Lucy? -me preguntó Danna, sus manos moviéndose con fluidez mientras separaba nuestro a
Estaba en mi habitación, sumergida en el estudio del idioma latino, tratando de asimilar cada palabra y cada regla gramatical. Sin embargo, con cada intento, mi frustración aumentaba como una nube oscura que se cernía sobre mí, impidiéndome avanzar. Aquellos conceptos, que antes parecían claros, ahora se transformaban en un enigma que no podía desentrañar. Me levanté de la cama, sintiendo cómo la alteración comenzaba a manifestarse en mi cuerpo.-¡Maldición, ¿por qué no puedo recordar todo de una vez por todas?! -grité, desahogando mi impotencia en el silencio de mi habitación.La frustración me abrumaba, sobre todo porque la pérdida de mis recuerdos convertía mi búsqueda por la verdad en una tarea titánica. A cada momento que pasaba, se hacía más evidente que mi incapacidad para recordar complicaba cada paso que debía dar. Pero, sabía que no iba a solucionar nada dejándome llevar por la rabia. Así que decidí tomar un respiro profundo. Me dirigí a la mesita de noche, donde siempre ten
Casi no pude dormir anoche, abrumada por las palabras de Jhonny. La incertidumbre y la intriga se enredaban en mi mente, como un espiral interminable. Al despertar, noté que Dana ya se había ido al colegio. Imagino que al verme dormida optó por no molestarme, pensando que tal vez necesitaba descansar. Pero la verdad es que mi mente estaba inquieta; tenía que encontrar respuestas, tenía miles de preguntas que hacérmelas.Sin pensarlo, busqué el teléfono que Paula me había dado y la llamé. La espera fue complicada, y cuando finalmente contestó, su voz sonó aliviada, aunque un poco confundida.-Hola, nena. ¿Pasó algo? ¿Es una emergencia?-No, Paula. No es una emergencia, pero necesito que vengas urgentemente a mi casa. Cuando tengas un rato libre.-¿Por qué? ¿Qué pasó, Lucy? ¿Te hicieron algo?-No, Pau, no me hicieron nada. Solo necesito hacerte unas preguntas, pero quiero que sean en persona.Un suspiro de alivio se deslizó por la línea. -Ah, ok, ok. Ya me había asustado. Bueno, ahorit
Me despierto por el sonido insistente de la alarma de Danna, que resuena en la habitación con un timbre agudo. Al abrir los ojos, me doy cuenta de que, contrariamente a su habitual comportamiento, ella se incorpora rápidamente en cuanto el sonido comienza. Por lo general, se queda unos 10 o 15 minutos más en la cama, disfrutando de esos momentos de sueño aletargado. Me parece extraño, aunque me alegra ver que tiene energía esta mañana.Danna se levanta de la cama con gracia y sale de mi habitación para colocarse su uniforme. Aprovecho este momento para dirigirme al baño. Allí, me cepillo los dientes con un movimiento automático y luego dejo que el agua caliente de la ducha me envuelva, disipando el cansancio y brindándome un despertar renovador.Después de darme una ducha revitalizante, salgo del baño con una toalla envuelta atrevidamente alrededor de mi cuerpo. Me visto con lo primero que encuentro en el armario, sin preocuparme demasiado por la elección. La prioridad es salir y come