Me encuentro en un lugar oscuro y frío, una sensación extraña invade mis sentidos mientras giro lentamente la cabeza, tratando de entender mi entorno. Al parecer, estoy en un sótano que, a pesar de su atmósfera opresiva, lleva consigo un aire de lujo olvidado. Las paredes están revestidas con un acabado elegante, pero el silencio y la penumbra oscurecen cualquier destello de belleza que pudiera haber. La única fuente de luz es una lámpara de mesa que parpadea tenuemente, proyectando sombras inquietantes en las paredes.A mi alrededor, una cama grande e imponente se erige en un rincón, pero lo que más llama mi atención es una puerta entreabierta: parece conducir a un baño. Sin embargo, no hay ventanas; la oscuridad es una manta pesadamente tejida que no deja pasar ni el más mínimo rayo de luz. Un sudor frío recorre mi espalda mientras me doy cuenta de mi posición. Estoy sentada en una silla, y al tratar de levantarme, un tirón en mi pierna derecha me recuerda con una crueldad inexplica
Había pasado ya una semana desde que estas vacaciones, que se suponían ser una escapada divertida y despreocupada, se habían convertido en una prisión de lujo. Cada día, Henry nos llevaba a pasear a lugares ostentosos, como si pensara que un desfile de tiendas caras y restaurantes elegantes pudiera deslumbrarme. Era un intento obvio de soborno emocional, de comprar mi complicidad con joyas brillantes y experiencias extravagantes. Pero mi corazón permanecía cerrado; lo que había hecho a mamá era una herida que no sanaría tan fácilmente.Después de un largo día de compras, donde intenté adquirir los aretes y collares más caros, deslumbrantes y cargados de diamantes, planeaba una fuga audaz. La idea de empeñarlos para conseguir un poco de dinero extra me llenaba de una mezcla de adrenalina y esperanza. Quería escapar de Henry y comenzar una nueva vida, lejos de su control y de sus manipulaciones.Lo irónico de toda la situación era que Henry realmente creía que podía hacerme feliz con su
Estaba aún en el auto con Paula, Daniel, Dilan y mi hermana Danna. El aire estaba tenso, y mi corazón latía con fuerza, resonando en mis oídos como un tambor implacable tras todo lo que había ocurrido ese día. La revelación de las mentiras de mi padrastro, Henry, sobre la muerte de mi madre me había dejado en un estado de confusión y rabia.Apenas llegamos a casa, abrí la puerta con una mezcla de ansiedad y determinación palpitante en mi pecho. Había hecho una copia de la llave un tiempo atrás, un pequeño susurro de precaución que ahora se sentía como la carta ganadora en un juego inesperado. Mi hogar, ese refugio que alguna vez me brindó calor y paz, ahora se asemejaba más a una prisión, un lugar del que debía escapar urgentemente.-¡Esperen aquí! Iré rápidamente por el dinero -dije, tratando de sonar firme a pesar de que mis manos temblaban ligeramente.-Está bien, nena, aquí estaremos -respondió mi mejor amiga Paula, con esa voz tranquilizadora que siempre había sabido calmar mis t
Cuando recobré la conciencia, supe que no estaba sola. Mis amigos me rodeaban: Paula, Dylan, Daniel y Danna. Sus rostros estaban dibujados por una mezcla palpable de preocupación y miedo, como si la atmósfera a nuestro alrededor se hubiera cargado de una tensión inquebrantable. Era evidente que habían presenciado los aterradores videos que había encontrado, y el horror compartido en sus miradas decía más que mil palabras. En aquel instante, comprendí que la revelación de aquellos secretos oscuros había transformado nuestra realidad para siempre.-¿Estás bien? -preguntó Paula, su voz temblorosa resonó en mi mente, llena de inquietud y empatía.-Yo... no sé ni cómo sentirme -respondí, luchando por encontrar las palabras adecuadas mientras mi mente se debatía entre la confusión y la angustia.Danna, mi pequeña hermana, se abalanzó sobre mí, envolviéndome en un abrazo cálido y protector que intentó ahogar el miedo que amenazaba con consumirnos. Su fragilidad contrastaba con la gravedad de
Lucy despertó lentamente, sintiendo cómo la luz del sol filtraba su calidez a través de las cortinas de la habitación. Había pasado una larga noche de sueño reparador, y un profundo suspiro de alivio escapó de sus labios al abrir los ojos. A su lado, su hermana menor, Danna, estaba sumida en un sueño apacible, con el rostro sereno y la boca entreabierta. Lucí se quedó quieta durante unos segundos, observando a la pequeña y dulce niña que, aunque ya no era tan pequeña, seguía evocando en ella un profundo sentido de protección y amor. Han pasado ya siete años desde aquel torbellino de problemas que casi les arrebata la felicidad. Y, a pesar de la distancia que había ido creando entre ella y su madre, la sombra del pasado aún persistía en su corazón. No era fácil olvidar, mucho menos perdonar. Lucy sentía aversión hacia las memorias que la habían llevado a alejarse de su madre, y aunque había decidido no volver a contactarla, a veces, la ira y el rencor amenazaban con resurgir. En su in
Mis ojos pesan como si llevaran el peso de un mundo entero, y me resulta casi imposible abrirlos. Hay un miedo abrumador que me embarga, y no tengo la más mínima idea de dónde me encuentro. La presión en mi cabeza es tortuosa, como si cada pulso estuviera a punto de hacer estallar algo interno. Siento un tubo grueso que atraviesa mi boca y se adentra en mi garganta... ¿Estoy en un hospital? Mis inquietudes comienzan a desvanecerse cuando el insistente bip de una máquina que monitorea los latidos de mi corazón resuena con fuerza. Mi pulso es rápido, acelerado por la impotencia de no poder mover ni un solo dedo. Una ola de desesperación me inunda, y una lágrima solitaria se desliza por mi mejilla; estoy sola aquí, aterrorizada en una habitación que carece de familiaridad, mientras nadie parece saber que he despertado. Mi corazón comienza a calmarse levemente al escuchar el sonido de una puerta abriéndose. -Vamos a ver cómo está Lucy hoy -dice una voz suave, casi maternal. Deseo fervi
La puerta de mi habitación se abre suavemente, y Elena, la sirvienta de la casa, entra con una bandeja que humea deliciosamente. El aroma del desayuno recién preparado inunda el ambiente, despertando mis sentidos y provocando un suave gruñido en mi estómago que reclama atención. El olor a café y pan tostado se mezcla con el fresco aire de la mañana, creándome un anhelo innegable por el alimento que, indudablemente, me hará sentir mejor. -Buenos días, Lucy, mi niña. ¿Cómo amaneciste hoy? -pregunta Elena con su habitual calidez, un brillo de cariño en sus ojos castaños. -Bien -respondo, esforzándome por esbozar una sonrisa, aunque la molestia en mi garganta se mantiene, y las palabras me salen con dificultad, como si el simple acto de hablar fuera un desafío. -Al menos puedes hablar, y con el paso de los días, estoy segura de que recuperarás tu voz por completo -me asegura, mientras colocando la bandeja a mi lado lo hace con una delicadeza casi maternal. Tomando aire, decido aprovech
Me despierto bruscamente al escuchar el suave chirrido de la puerta de mi habitación al abrirse. Reconozco esa figura familiar al instante; es Teresa, mi madre.-Hola, Lucy... ¿cómo has estado? -su voz resuena con una mezcla de preocupación y ternura.-Estoy mejor... -le respondo, intentando dibujar una sonrisa en mi rostro.Ella se acerca un poco más y, por un momento, puedo ver el cansancio reflejado en sus ojos. -Perdón por no estar tan al pendiente de ti... He tenido mucho trabajo últimamente, y debo viajar con frecuencia -me dice, con un tono casi apologético.-Tranquila... lo entiendo -le aseguro, aunque por dentro siento un pequeño vacío. La ausencia de su presencia siempre deja una huella en mis días.Mientras hablo, no puedo evitar mirar a Danna, que duerme a mi lado como un bebé, ajena a la conversación que se desarrolla entre mi madre y yo. Teresa vuelve a hablar.-Hoy debo viajar por tres días... ¿Me despides de Danna? No quiero despertarla.-Está bien... Espero que tenga