Me despierto bruscamente al escuchar el suave chirrido de la puerta de mi habitación al abrirse. Reconozco esa figura familiar al instante; es Teresa, mi madre.
-Hola, Lucy... ¿cómo has estado? -su voz resuena con una mezcla de preocupación y ternura. -Estoy mejor... -le respondo, intentando dibujar una sonrisa en mi rostro. Ella se acerca un poco más y, por un momento, puedo ver el cansancio reflejado en sus ojos. -Perdón por no estar tan al pendiente de ti... He tenido mucho trabajo últimamente, y debo viajar con frecuencia -me dice, con un tono casi apologético. -Tranquila... lo entiendo -le aseguro, aunque por dentro siento un pequeño vacío. La ausencia de su presencia siempre deja una huella en mis días. Mientras hablo, no puedo evitar mirar a Danna, que duerme a mi lado como un bebé, ajena a la conversación que se desarrolla entre mi madre y yo. Teresa vuelve a hablar. -Hoy debo viajar por tres días... ¿Me despides de Danna? No quiero despertarla. -Está bien... Espero que tengas un buen viaje -respondo, sintiendo una mezcla de tristeza y resignación. -Así será... Les traeré obsequios a las dos -promete, ajustándose la bufanda en su cuello, mostrando una pequeña sonrisa que le ilumina el rostro. De repente, su mirada se dirige a su reloj, que brilla sutilmente bajo la luz matutina. -Se me hace tarde. Debo irme... Espero que te recuperes pronto -me dice, y en un abrir y cerrar de ojos, se da vuelta y sale de la habitación con una rapidez que me deja sin palabras. Quedo sumida en mis pensamientos por un momento, cuando de repente escucho un ligero movimiento a mi lado. Danna se despereza, abre los ojos y estira sus brazos con un hermoso y contagioso bostezo. Me mira y, con un gesto travieso, escribe en un papel. -¿Qué pasó? -pregunta, claramente curiosa. -Mamá se fue de viaje -le respondo. -Ah, okay... eso siempre pasa -responde ella, como si fuese la cosa más normal del mundo. -¿Viaja mucho? -indago. -Casi no la pasa en casa... -mi voz danza entre la tristeza y la indiferencia. En ese instante, la puerta de nuestra habitación se abre de nuevo, y aparece Elena, la persona encargada de velar por nosotras con una bandeja llena de delicioso desayuno. -Lucy, hoy debes empezar a caminar poco a poco... ¡Ya te toca! -anuncia con una sonrisa radiante. -¿De verdad? No sabes cuánto lo he esperado. Estoy cansada de estar acostada, tengo el culo cuadrado de tanto permanecer en esta cama -exclamo, provocando risas en Danna y Elena. -Bueno, después de comer, te ayudaré a bañarte y luego caminaremos un poco por el jardín. El día prometería ser mucho mejor de lo que había imaginado. Con el entusiasmo renovado, devoramos el desayuno en cuestión de minutos. Todo sabe mucho mejor cuando uno está hambriento. Una vez terminamos, Elena me ayuda a pararme y me lleva al baño. Me ducho con esmero, y me coloca una ropa limpia y cómoda que me hace sentir fresca y viva, lista para afrontar la jornada. -¿Lista para caminar un poco en el jardín? -pregunta Elena con su aire maternal. -Más que lista. ¡Vamos! -respondo, con una chispa de emoción en mis ojos. Me ayuda a ponerme de pie, y salimos al jardín. Caminamos con paso firme durante veinte minutos, y luego nos sentamos en unos banquitos que encontramos cerca de un hermoso rosal en plena floración. Danna también se sienta a mi lado, disfrutando del cálido sol que acaricia nuestras pieles. Tras un breve descanso, me levanto nuevamente, y repetimos el ciclo de caminar y descansar. Este proceso se repite durante dos horas, hasta que el cansancio comienza a hacerse evidente en mis huesos. Decidimos descansar en nuestros asientos del jardín. Poco después, Elena regresa con unos helados, alegando que era la mejor manera de refrescarnos. Danna, siempre creativa, me da un pequeño papel que tiene algo escrito. -Tengo una sorpresa para ti -me dice con una amplia sonrisa. La miro con curiosidad, ansiosa por saber más, y escribo. -¿Cuál es la sorpresa? -Ya lo verás... te va a encantar -responde, aún manteniendo el misterio. Elena llega justo en ese momento con los helados, y nos deleitamos saboreando cada bocado. El frío y dulce sabor nos hace olvidar el calor del día. -Bueno, mis niñas, ya debo ir a preparar el almuerzo, así que las dejo disfrutando este hermoso sol que hay hoy -anuncia Elena antes de marcharse. En cuanto Elena se aleja, Danna me toma de la mano y, con ternura y cuidado, me ayuda a levantarme. Nos adentramos en la casa, subimos una larga serie de escaleras y recorremos un pasillo que parece no tener fin. Mi agotamiento crece con cada escalón que subimos, pero la curiosidad por la sorpresa de Danna me impulsa a seguir. Por fin, ella se detiene ante una puerta. Con un ademan rápido, saca una llave de su bolsillo y la inserta en la cerradura. La puerta se abre de inmediato y, haciéndome una señal, me deja pasar. Una vez dentro, ella se asegura de cerrar la puerta detrás de sí. En las paredes cuelgan lienzos en blanco y un sinfín de pinceles y pinturas esparcidos por cada rincón, como si esperaran a Ser tocados por el arte. Me da un papel donde ha escrito: -Nadie debe saber que estamos aquí. Es un secreto. La intriga me consume. -¿Por qué es un secreto? -escribo, sintiendo un ligero nerviosismo. -Antes del accidente, te encantaba pintar. Ellos creen que esto te ayudará a recordar lo que pasó -responde Danna con una mirada poderosa. -Gracias por traerme aquí, Dana, eres la mejor hermana del mundo -le agradezco sinceramente, abrazándola con fuerza. No sé qué haría sin ella. Danna sonríe, luego escribe de nuevo. -Haz tu magia, pinta algo bonito. Con esas palabras como aliciente, tomo los pinceles y dejo que la inspiración fluya a través de mí. Me pierdo en el momento, en la intensidad de cada trazo, en cada color. Pasan cuatro horas sin que me dé cuenta, y cuando finalmente me detengo, contemplo mi creación. Danna se acerca y me entrega otro papel. -Es un poco escalofriante -me dice, mientras observa la obra con atención. Sus palabras traen consigo una sacudida de realidad. Al mirar mi pintura, no puedo evitar sentir que es una representación de un bosque en sombras, carente de color, atrapado entre luces y sombras. -¿Qué es? -pregunta Danna, visiblemente intrigada. Analizo mi obra una vez más. La imagen se siente extrañamente familiar. Mi corazón late más rápido a medida que los recuerdos reprimidos comienzan a burbujear a la superficie. -Es un bosque -escribo, tratando de darle sentido a mis sentimientos. -¿Por qué un bosque tan tenebroso? -me interroga Danna, con esos ojos llenos de preguntas. -No lo sé... Solo me dejé llevar por lo que sentía. -Debemos regresar al jardín. -Danna asiente, pareciendo tener razón. -Tienes razón, hemos pasado mucho tiempo aquí. Al salir del cuarto de arte, nos movemos con sigilo, evitando hacer ruido mientras cruzamos los pasillos y escaleras, asegurándonos de que nadie se entere de nuestro pequeño secreto. Ya de vuelta en el jardín, nos sentamos nuevamente en nuestros bancos. A lo lejos, veo a Elena acercándose a paso apresurado, con una expresión de preocupación en su rostro. -¿Dónde se metieron ustedes? Las he estado buscando por horas -exclama, un tanto alarmada. Danna, rauda, le entrega un papelito que dice: "Estábamos en mi habitación jugando con mis muñecas." -Ah, okay, okay, pero deben avisarme la próxima vez. De lo contrario, el señor Henry me llama la atención a mí -dice, aliviada pero aún con un dejo de reproche. -Está bien, Elena... No volverá a pasar -le respondo con algo de vergüenza. -Genial. Bueno, vayan a comer, que les hice algo riquísimo que seguramente les va a encantar -nos dice mientras se dirige de vuelta a la cocina. La seguimos, y pronto nos devoramos una rica lasaña que Elena ha preparado, llena de sabor y con un toque especial de cariño. Después de la comida, siento la necesidad de descansar. Algún cansancio se ha acumulado en mis huesos, así que me marcho a mi habitación. Danna me pide que pueda dormir conmigo, y le digo que sí; con ella, esas pesadillas que me atormentan se desvanecen. Hoy ha sido un día de avances. Caminé por el jardín y, además, me dejé llevar por la pintura. Pero hay algo inquietante en la obra que creé... aquel bosque sombrío que parece sacado de mis sueños. Quizás, de alguna manera, mi accidente de auto estuvo relacionado con un bosque. Preguntas surgen en mi mente y nadie parece dispuesto a ofrecer respuestas. Es como si me estuvieran escondiendo algo más profundo que un accidente. Sé que debo averiguar la verdad, y tengo la certeza de que Danna será mi aliada en esta búsqueda. Es la única persona en la que confío plenamente. Mis pensamientos danzan en un torbellino mientras mi mente busca respuestas. Ante este mar de incertidumbre, mis parpados comienzan a cerrar adormecidos. Poco a poco, caigo en un sueño profundo, rodeada de obscuridad y misterio, con la esperanza de que mañana traiga consigo una pista más hacia la verdad que tanto anhelo.Han pasado varias semanas desde el suceso, y mi recuperación ha sido sorprendentemente rápida. Sin embargo, a pesar de los avances físicos, hay un aspecto que se niega rotundamente a avanzar: mi memoria. Cada intento por recordar lo que ocurrió se siente inútil; es como intentar atrapar agua con las manos. La mente se niega a cooperar, manteniendo cerrada la puerta a los recuerdos que, supongo, deberían ser dolorosos.Mis sesiones de terapia con mi padre tienen lugar cada dos días, pero suelen ser encuentros silenciosos, con escasas palabras compartidas entre nosotros. Es como si ambos estuviéramos navegando en un lago de melancolía, cada uno inmerso en su propio mundo de pensamientos, mientras yo, como una hoja en blanco, aguardo una pequeña mancha que me diga quién soy y qué me ha sucedido.Mi frustración crece cada día. Siento que el suceso que marcó mi vida es como una niebla densa que me impide avanzar. Me han prohibido ver las noticias, ya que mi nombre apareció en ellas, y eso
Me despierto con una maraña de cabellos rojos que me cubren la cara. Al apartarlos con suavidad, me doy cuenta de que son de Danna. Nos parecemos tanto que, si ella tuviera mi edad, la gente podría llegar a pensar que somos gemelas. Mientras mis pensamientos navegan entre los recuerdos nebulosos de mi infancia, no soy consciente de que Danna ha despertado. Ella comienza a escribir con frenesí en su libreta, ese diario personal que nunca parece abandonar. Hay algo cautivador en su dedicación a las palabras escritas, algo que me hace sentir admiración. -¿En qué pensabas? -me pregunta con un gesto animado, tomando su bolígrafo y escribiendo en su libreta que siempre está a su lado, como si fueran inseparables.Muevo mi cabeza, tratando de cristalizar mis pensamientos fugaces. Finalmente, decido compartirlo con ella:-En muchas cosas... Quiero recordar toda mi vida para no sentirme tan perdida.Sus ojos se iluminan con comprensión, y asiente lentamente mientras sigue escribiendo en su l
Ya habían transcurrido dos meses desde que fui dada de alta tras mi recuperación. Poco a poco, he ido notando mejoras significativas en mi condición física. Con el tiempo, incluso he comenzado a practicar yoga por las mañanas: una actividad que le apasionaba a Dana antes de aquel desafortunado accidente que nos cambió la vida. La conexión entre nosotras ha crecido; participar juntas en esta rutina matutina nos brinda momentos de complicidad y alegría.Dana, mi adorada hermana, siempre se muestra entusiasta y motivadora. Cada mañana, la luz del sol ilumina la habitación mientras ambas nos entregamos a las posturas y a la respiración tranquila que el yoga nos ofrece. Una hora se pasa volando mientras nuestras risas llenan el espacio, y el ejercicio se convierte en una celebración de la vida y la recuperación.Después de nuestra sesión de yoga, nos dirigimos a la ducha para refrescarnos antes de la siguiente actividad del día. Hoy, estábamos emocionadas porque comenzaríamos las clases de
Me encontraba durmiendo plácidamente en la calidez de mi cama, envuelta en un estado de calma y tranquilidad, acompañada por mi hermana Dana. Las sombras de la habitación se desvanecían suavemente con los primeros destellos del amanecer. Sin embargo, mi serenidad se vio interrumpida de repente por un ruido inquietante que provenía del exterior de nuestra casa.La vivienda estaba protegida por un gran portón de madera, y, gracias a la posición de mi ventana, podía ver claramente si alguien se escondía entre los árboles y arbustos que rodeaban nuestra propiedad. Pero el sonido era diferente, crujiente y furtivo, como si alguien estuviera escalando algo con la intención de ingresar. Un escalofrío helado recorrió mi cuerpo al instante. Pensé en la posibilidad aterradora de que aquel que me había secuestrado en el pasado estuviera de vuelta, que de alguna manera hubiera logrado encontrarme.La idea me paralizó. Si ya sabía dónde vivía, era plausible que estuviera buscando llevarme de nuevo
Me despierto en medio de la noche, el corazón acelerado, porque un ruido tenue y familiar me saca de mis pensamientos. Es el mismo sonido inquietante que había escuchado la última vez...- Maldición... Ahora será imposible que duerma tranquila, sabiendo que podría haber alguien fuera de la casa, acechando y tratando de mirar a través de la ventana de mi habitación.La idea me paraliza. No tengo el valor suficiente para poner un pie fuera de mi cama, esa cálida y reconfortante burbuja que me protege, aunque sea solo por un momento. La oscuridad de la noche se siente opresiva, como una manta pesada que me aprieta el pecho. A cada segundo que pasa, la inquietud crece y una sensación de terror me invade por completo. Sin embargo, algo está cambiando en mí. A medida que las noches pasan, la incertidumbre y el miedo me hacen sentir más fuerte, más decidida. Cada noche, escucho el mismo sonido, y aunque me estremezco con solo pensarlo, hay una chispa de valentía que comienza a surgir en mi i
Pasaron horas mientras mi mente divagaba en un mar de pensamientos, intentando idear un plan para descubrir la identidad de aquel intruso que, como un espectro, se colaba en mi jardín bajo el manto de la noche. Los frondosos árboles que rodeaban nuestra casa parecían esconder más secretos de los que estaban dispuestos a revelar, y la inquietud se apoderaba de mí a cada instante. Después de mucho deliberar, decidí que debía actuar, no podía quedarme de brazos cruzados. Comencé a escudriñar cada rincón de mi habitación, buscando algo que pudiera servir como herramienta en esta empresa. Fue en uno de los cajones donde encontré lo que estaba buscando: una pequeña cámara portátil, un dispositivo que había olvidado por completo que existía. Sentí como si un rayo de esperanza iluminara mi mente. Tenía también una laptop en mi habitación que, aunque nunca la usaba debido a la falta de Internet, podría ser de utilidad en esta ocasión. Con determinación, conecté la cámara y la laptop, y tras u
Mi mente era un torbellino de pensamientos y dudas, pero la decisión estaba tomada: debía hablar con mi hermana Danna sobre lo que me había estado sucediendo. Me puse algo abrigado, ya que hacía fresco aquel día, y me dirigí directamente a la habitación de Danna con mi laptop en mano. Abrí la puerta y noté que aún dormía. Me senté a su lado y acaricié suavemente su cabello, despertándola poco a poco.Afortunadamente, esto funcionó. Poco a poco, se movió y, tras unos minutos, abrió los ojos. Se sentó en la cama restregándose los ojos, y noté que parecía un poco molesta. Habíamos estado distanciadas últimamente y no habíamos compartido mucho. Afortunadamente, ya sabíamos comunicarnos en lengua de señas, así que la interacción se volvió más sencilla.-¿Qué pasa? -preguntó ella con sus manos.-Debo contarte algo. Eres la única persona en quien confío.Al ver la preocupación en mi rostro, su actitud cambió por completo.-¿Qué sucede? ¿Te pasó algo?-No, pero estos días en los que no hemos
El murmullo tranquilo de la noche llenaba el espacio, mientras yo me encontraba sumida en un profundo sueño, uno de esos que parecen atraparte en un abrazo cálido del que no deseas escapar. Había pasado mucho tiempo desde que disfruté de un descanso tan reparador, casi como si el mundo exterior se disipara y solo quedara yo, tranquila y en paz. Sin embargo, el sonido de unos movimientos bruscos rompió la magia del sueño y me hizo despertar de golpe, recorriéndome un ligero escalofrío.Al abrir los ojos, lo primero que vi fue a Dana. Su rostro tenía una expresión de alerta, mientras hacía esfuerzos por comunicarse a través de sus manos, un lenguaje que había llegado a conocer y entender como si fuera una segunda naturaleza. Sus movimientos eran imposibles de interpretar como algo menos que una advertencia: había escuchado ruidos entre los árboles y necesitábamos observar la situación con discreción desde la ventana.—No es necesario, Dana —respondí, aunque una parte de mí sabía que qui