-Vaya, eso suena horrible. – Dijo Rose del otro lado del móvil.
-No es horrible, solo… diferente. – Dije tratando de encontrar las palabras adecuadas para no herir sentimientos ajenos.
Ya había anochecido y tanto el señor Fred como yo nos habíamos ido a la cama. No podía dormir así que hice una rápida llamada a mi hermano para pedir su consejo. No estaba disponible, pero mi cuñada se ofreció a escuchar mi dilema.
-Se te olvida que yo también estuve cautiva por un par de años. No tener un baño con agua corriente era horrible en ese entonces y seguirá siendo horrible ahora.
Yo suspiré. No es como si no opinara lo mismo una vez que volví a experimentar lo hermoso de un baño caliente sin pagar con mi cuerpo por ello… si, no iría ahí. El punto era que no iba a venir a criticar a una manada que trataba de sobrevivir mientras pasaba por problemas financieros severos.
-El agua corriente es el menor de sus problemas, créeme. – Dije en tono suave. – Cazan su propia comida y las presas grandes comienzan a escasear al punto de que actualmente comen solo una vez al día en una especie de almuerzo comunal en el que todos los huérfanos comen primero. El último en probar bocado es su Alfa y para ese momento no quedan más que huesos. – Dije con un nudo en la garganta.
Yo sabía lo que era el hambre y ver la mirada anhelante de los cachorros rompió mi corazón.
-Joder… - Dijo Rose al otro lado de la línea antes de suspirar. – Así que supongo que la mano de obra para nuestro pequeño proyecto…
-Tendré suerte si tengo a un par de adultos en la obra. – Dije honestamente. – Son unos cincuenta lobos de los cuales hay unos quince adultos mayores y el resto son cachorros huérfanos con edades desde los dos hasta los once años.
Hubo otra maldición en la línea mientras me levantaba de la cama y caminaba hasta mi minúscula ventana para mirar hacia el bosque. No era de extrañar que el tipo fuera solo hacia la “guerra” de hace unas semanas y que aceptara luchar contra Rose; un nuevo territorio con más recursos sería bienvenido para su pequeña manada.
-Quiero ayudar, pero sé qué hacer; me siento dividida entre ofrecer contratos con sumas ridículas de dinero a todos sin importar que los cachorros solo se queden sentados todo el día o simplemente darle todo el efectivo que pueda al Alfa Alan.
-¿No piensas que lo usará indebidamente? – Preguntó con curiosidad.
-No. Creo que es un buen Alfa y que los problemas financieros venían desde el anterior Alfa. Tu más que nadie debe saber lo que es recibir una manada mal administrada. – Dije refiriéndome a los ex Skilltown. – No conozco al tipo así que no sabría si se sentiría ofendido al recibir dinero de mí.
-O de cualquiera. – Murmuró Rose.
Nos quedamos acalladas por largos segundos sumidas en nuestros pensamientos.
-Podría pedirle al lobo abogado que redacte un contrato en el que incluya que el trabajador tendrá una comida pagada por la empresa. – Ofreció Rose. – O puedo mandar algunos suministros para que…
-No sé si funcione. – Dije con un suspiro. – Hasta no conocer al Alfa, no haré ningún movimiento.
-Entonces solo ve y pregúntale si podemos ayudar. – Dijo y se escuchó un montón de ruido de fondo. – Y si el lobo se pone difícil dile que iré a patearle el trasero.
Yo medio sonreí.
-Estoy segura de que mi hermano querrá grabar eso.
-Por supuesto que sí, ese hombre tiene los fetiches más raros.
Ambas reímos un poco.
Hace una semana encontré a mi hermano espiando por la ventana el entrenamiento que Rose hacía todas las mañanas con los cachorros de la manada. Hubiera sido “normal” si no fuera por el hecho de que estaba gruñendo algo sobre “grabar ese culo sexy cuando se ponía seria”.
No hace falta decir que fue muy incómodo cuando notó que no estaba solo y giró su mirada hacia mí. Ambos parpadeamos.
-Es mi pareja. -Dijo en el silencio de la habitación y señaló hacia la ventana.
En su mano estaba su celular y aún seguía grabando.
-Si.
-Me gusta verla entrenar.
-Lo veo.
-Iré a la cocina.
Y eso fue todo. Yo no lo comenté ni él me dijo algo al respecto. Un par de días después Rose me preguntó durante la comida el por qué no veía a los ojos a mi hermano o por qué lo evitaba.
-Me vio grabándote. – Dijo Bastian como si fuera lo más normal del mundo.
-¿En la ducha? – Preguntó interesada Rose y mis mejillas se colorearon. – Estoy jugando contigo Vanesa; ya sé que Bastian me graba durante mis entrenamientos o cuando salgo de patrulla. Todo está bien.
Bueno, si ella no lo encontraba raro, ¿Quién era yo para señalarlo?
Terminé la llamada con Rose y luego decidí que un paseo nocturno me vendría bien. De todas formas estar dentro no me ayudaría a dormir o a pensar.
Nuestra Gran Madre me había pedido que salvara al Norte, ¿Y si a lo que ella se refería era a esta manada? Según Rose la manada de Asmodeus, el lobo prófugo, se había disuelto definitivamente y la manada de Gustav tenía buenas finanzas a pesar de la sequía.
Esta era una nueva teoría interesante.
Salí de la Casa de la Manada y busqué un buen pedazo de césped para recostarme y mirar las estrellas.
Dentro de mi equipaje se encontraba una casa de campaña con una modificación en el techo que me permitía ver el cielo; no entendí por qué Rose insistió en que debía de llevarlo pero supongo que ahora lo entiendo.
Esa chica me entiende mejor que yo misma.
La brisa nocturna soplaba sobre mí mientas yo extendía mis brazos por encima de mi cabeza.
Esta manada necesitaba un montón de ayuda, el problema era que no sabía cómo ayudar. ¿Debería comenzar con las excavaciones para la extracción de la obsidiana? Ciertamente le podría pagar a los cachorros para que me ayudaran a comprar trajes especiales para los trabajadores y…
No. Los cachorros necesitaban algo más que algunos trabajos mediocres que no los ayuden a sobrevivir por sí mismos en el futuro.
-¿Qué debo hacer, Gran Madre? – Murmuré hacia el cielo.
-¿Sobre qué?
Solté un gritito asustado y miré hacia la voz a mis pies.
-No era mi intención asustarte. – Dijo el Alfa Alan ladeando la cabeza. – Normalmente salgo a patrullar a esta hora.
-Oh. – Dije respirando lentamente para hacer que mi corazón dejara de latir acelerado. – Buenas noches, Alfa.
Me dio una larga mirada antes de hablar.
-¿No es de tu agrado la habitación?
Yo parpadeé.
-Mi habitación es adecuada, muchas gracias.
-Bien. No te alejes mucho de la Casa de la Manada, aún no conoces el territorio y podrías perderte en la oscuridad.
Con eso se transformó y me dio la espalda para caminar hasta perderse en la oscuridad.
No podía descifrar a ese Alfa. En cualquier otra manada pondrían a al menos un par de guardias detrás de nosotros, después d todo, éramos forasteros. Sin embargo, aquí ni siquiera se han tomado la molestia de mirar en nuestra dirección.
Aunque, si lo pensaba a fondo, el Alfa Alan no tenía a los lobos ni los recursos como para dejar que alguien nos siguiera. Tampoco tendría sentido, no era como si hubiera algún secreto de manada que robar pues todos sus problemas estaban a la vista y atacarlos sería una pérdida de tiempo solo por su territorio.
Lo que me dejaba de nuevo en mi problema principal. ¿Cómo podría ayudar a esta manada?
Regresé a mi habitación cabizbaja y me recosté sobre la cama. Los cachorros necesitaban ocuparse con algo alargo plazo que pudieran hacer mientras crecen y pueden conseguir un trabajo… o quizá simplemente debería invitarlos a que se fueran a Appletree. Estoy segura de que Rose los recibiría con los brazos abiertos, convivirían con otros cachorros, irían a la escuela…
Cerré los ojos y solo el peso del adorno que me había hecho Amanda me recordó que aún estaba usando un parche. Me lo quité distraídamente y estaba a punto de dejarlo a un lado cuando vino a mí una idea brillante.
Al siguiente día me levanté con un propósito.
-¿A dónde vas, humana? – Preguntó el señor Frederick cuando pasé de largo por su habitación cuando el sol apenas se dibujaba en el horizonte.
-A buscar al guardia Harold. Necesito algunos datos antes de convocar una reunión con toda la manada.
-Bien, yo iré a buscar el desayuno. – Murmuró ceñudo.
Algo curioso del lugar era que al parecer no creían en la funcionalidad de una puerta. No había visto ninguna en la Casa de la manada y eso me parecía curioso, pero no lo suficientemente interesante como para preguntar por ello.
Salí a la luz del día usando la ropa del día anterior y me pregunté vagamente cómo harían la lavandería en el lugar. Me dirigí directamente hacia la entrada de la manada.
-Bueno días, guardia Harold. – Dije con una sonrisa suave. -Lamento interrumpir su turno.
-No se preocupe señorita Vanesa, ¿En qué puedo ayudarla? -Preguntó con curiosidad.
-Me estaba preguntando sobre cómo rolaban sus turnos. – Dije mirando alrededor.- Supongo que es un horario cómodo para todos los adultos de la manada.
-Uh… discúlpeme. Esa es información que debe de consultar con el Alfa Alan. – Dijo viéndose claramente incómodo. - ¿Alguna otra cosa con la que la pueda ayudar?
-No, muchas gracias. – Dije dándome una palmada mentalmente. Pero claro que debía de ir primero con el Alfa Alan. Comencé a ruborizarme y supongo que el lobo mayor se compadeció de mí.
-A esta hora debe de encontrarse en la parte más alta del río. ¿Le gustaría que la escolte?
-No me gustaría que dejaras la entrada de la manada desprotegida solo para hacer de guía de turista de una humana extranjera. – Dije negando con la cabeza. – Pero si pudieras indicarme la dirección…
Diez minutos más tarde había superado mi vergüenza y me encontraba emocionada de nuevo. Si el Alfa Alan pudiera indicarme un par de cosas antes de que le presentara los términos de nuestro contrato…
Me detuve en seco cuando alcé la mirada y vi al Alfa Alan con la cabeza inclinada hacia el cielo y los ojos cerrados en medio del río poco profundo. Suponía que en otra época ese río le cubriría al menos hasta la mitad del pecho. ¿Actualmente en medio de la sequía? Le llegaba apenas a las pantorrillas.
Lo que me daba un muy buen vistazo a su ancha espalda y trasero desnudo.
No me distrajo su estado de evidente desnudez, no es como si fuera una humana virgen que nunca hubiera visto la suficiente piel, sino las múltiples marcas de cicatrices en su cuerpo.
Él no se movió y yo me dediqué a admirarlo por largos minutos. Era un buen espécimen masculino y sería aun mejor si su cuerpo tuviera un poco más de carne en sus huesos.
Una repentina ola de tristeza amenazó con llevarme a un sitio en mi cabeza al que no quería ir.
-¿Necesitas algo, Vanesa? – Preguntó con voz neutra el Alfa Alan y tuve que sacudir un poco mi cabeza antes de volver a prestarle atención y darme cuenta de que me miraba fijamente sin ocultar su desnudez.
Se había volteado del todo pero evité que mi ojo bueno se desviara hacia el sur.
-Si.
-Lo que sea que necesites ¿Puede esperar a que termine mi baño?
- Si.
Nos seguimos observando hasta que me arqueó una ceja.
No sé qué me poseyó para comenzar a quitarme los zapatos y luego entrar directamente en el agua fría hacia él.
Me acerqué lentamente. No era estúpida, sabía que el hombre se transformaría más rápido que un parpadeo si me percibía como una amenaza.Me observó sin pestañar y sin cambiar la expresión de su rostro.-Dime cuánto dinero necesitas. – Pregunté suavemente cuando estuve lo suficientemente cerca como para tocarlo.No me importaba pedirle a mi hermano que extendiera el límite de dinero que podía utilizar en la tarjeta. Aunque sus palabras hayan sido “utiliza la tarjeta sin importar una mierda lo que cueste” suponía que no era tan literal. Debía existir un límite que me diera el banco, ¿No?-¿A qué te refieres? – Dijo cautelosamente.-A que tu manada no cuenta con los servicios básicos modernos…Me observó como si no lo entendiera y yo me quedé callada.-Uh, ya sabes. – Dije lentamente. – Agua corriente en la Casa de la Manada para tomar un baño. Un calentador para que el agua salga caliente…-¿Agua caliente? ¿Para bañarse?Fue mi turno de mirarlo confundida.-Si, agua caliente. - Dije rec
-Un médico. – Dijo lentamente Rose por el teléfono. -Si. Tiene que ser alguien a quien le gusten los retos, que pueda prescindir de las comodidades básicas y que no le asuste las actitudes de lobeznos adolescentes. -Joder Vanesa. – Murmuró con un resoplido. – Les preguntaré a mis médicos pero no te prometo nada. -Oh, también debe de saber conducir para que venga hasta acá en automóvil. Lo necesitaremos. -¿Y no quieres que sea virgen, de ojos azules y lo más cercano a una deidad que tengamos por aquí? -No. Solo lo que he pedido, gracias. – Dije sin importarme la pequeña risa del otro lado de la línea. - ¿Aun te cuesta dormir por las noches? -Si. No sé qué me sucede, en el día yo solo quiero dormir pero por la noche lo único que quiero hacer es ver televisión o tener un poco de acción… -Asco. – Interrumpí. -… con el refrigerador. Pervertida, no pienses cosas extrañas. De todas formas mi vida sexual o falta de la misma no es algo que hablaría con mi cuñada por teléfono. -Yo te a
Después de una horrible noche en la que di mil y una vueltas en la cama, rezaba porque los calentadores solares ya hubieran calentado un poco el agua helada del río. Tomé un par de artículos de ducha que mi cuñada tuvo la delicadeza de mandar y luego me dirigí hacia nuestras regaderas improvisadas. Por la noche había hablado con mi hermano y me dio un enorme sermón sobre todo lo que no debo hacer para ofender a un Alfa. -¿Estás buscando que te mate? No hagas nada sospechoso. Si el lobo quiere ayuda, es capaz de pedirla. Enfócate en tu misión. – Me gruñó cuando le conté sobre cómo había tomado el Alfa Alan el hecho de que interviniera con las duchas comunales. Me sentí medio idiota después de eso. Mi intención de ayudar a su manada era genuina, pero en vista de lo que ha estado pasando entre las manadas en los últimos meses, no culpaba al Alfa Alan por desconfiar de mí. Era un jodido milagro que en este momento no me hubiera capturado para torturarme y conocer mis verdaderas inten
Edson. Llevaba dos días aquí y me quedaba claro una cosa: La primera, que el Alfa Gustav era un jodido psicópata sádico. Justo en ese momento abrieron la puerta de mi celda y me apuntaron a los ojos con una linterna. -Arriba nuevo, hoy toca la prueba de habilidades. – Dijo con sorna uno de mis carceleros. Me levanté como pude; ya había aprendido el día anterior que estos lobos no tenían mucha paciencia. El tipo me amarró las muñecas con una cuerda gruesa y luego comenzó a tirar de mí en su camino hacia la salida. Joder, me dolía todo el cuerpo y no había comido nada después de la insípida comida del avión. Se suponía que entrar a una nueva manada era relativamente fácil. Llegabas a la manada en cuestión, pedías una audiencia y el Alfa decidía buscar antecedentes sobre ti o no antes de aceptarte o rechazarte. Algunos Alfas incluso valoraban si serías útil dentro de sus filas. Así que cuando el Alfa Gustav me dijo que primero me haría una serie de “divertidas” pruebas para ver si
Mi instinto de supervivencia me hizo reaccionar y comenzar a mover frenéticamente pies y brazos para poder subir a la superficie.A la mierda los planes, lo primordial era salir del lago de la muerte. ¿Y si el lago tenía alguna bacteria y por eso tantos muertos?No, yo no me quedaría por aquí ni un segundo más.Salí a la superficie y nadé frenéticamente hacia la orilla más cercana. No sabía si era el lado por el que había entrado al agua pero no me importaba.Salí del agua y enseguida vinieron a mí algunas arcadas; me dejé llevar por ellas y vacié el contenido de mi estómago. Cuando terminé, coloqué mi dedo detrás de la lengua para volver a provocar el vómito.-¿Qué mierda estás haciendo, humana?Salté, chillé y caí hábilmente de culo.-¡Ay! – Exclamé mientras me levantaba y sobaba mi adolorida retaguardia.- ¿Qué está haciendo aquí?-Mi maldito trabajo, obviamente. – Dijo con un resoplido. – Y para ello he tenido que seguir tu rastro por la mitad de la manada. ¿Por qué he despertado y
Rowan.-Es la tercera vez en los últimos cinco minutos que gruñes. ¿Qué sucede? – Preguntó Bastian desde su escritorio.-Nada. – Dije sin levantar la vista de mis propios documentos desde el cómodo futón de su oficina.Dejé de escuchar el ruido de su pluma escribiendo furiosamente, así que levanté la vista para encontrarlo mirándome con ojo crítico.-Problemas con mujeres entonces. – Dijo cruzándose de brazos. Yo solo gruñí y volví mi atención a mis papeles. – Vamos, entre más pronto lo saques de tu pecho, más pronto te concentrarás en el trabajo. Hablemos de tus sentimientos.Yo lo miré incrédulamente.-¿Es algún consejo de mierda que aprendiste de Rose?-No. Fue mi hijo. – Dijo arrojándome su pluma y yo la atrapé en el aire. – Pero no por que tenga siete años, su consejo sea erróneo.-Nuestro pequeño Alfa es un alma vieja. – Dije dándole la razón. – Aun así no pienso hablar de “mis sentimientos”.-Entonces tengo razón: Cuando un macho no quiere hablar de cosas sensibleras es porque
-¿Estás insinuando algo, Alfa? – Preguntó el señor Frederick neutralmente. -No. – Dijo en el mismo tono dirigiendo su atención hacia él. - ¿Dónde ha perdido el rastro? En cuanto lleve a Vanesa a identificar al doctor, iré a olfatear. El señor Frederick resopló. -No lo perdí, Alfa. Simplemente regresé con un cadáver porque el rastro del lobo salió de su territorio y se fue rumbo a la ciudad humana más cercana. Pensé que tal vez el lobo solo estaba de paso, pero el cuerpo… – Dijo señalando hacia abajo. – … que dices que no es de tu manada, me hace pensar que hay algo turbio aquí. El Alfa Alan gruñó y luego miró de nuevo en mi dirección. -Vamos, quiero saber si la loba doctora es realmente alguien de tu manada. -Si, Alfa. – Dije sumisamente. No haría enojar al lobo más de lo que estaba. Estrechó los ojos y luego se dio la vuelta para comenzar a caminar. No era idiota, el tipo ya estaba enojado y yo me guardaría mis preguntas sobre el lago maldito, sugerencias y comentarios para c
Veinte minutos después el ceño fruncido y la expresión sombría del Alfa Alan coincidía con la de la doctora Paula.-Es un protocolo que lo revise primero a usted, Alfa, para comenzar a tratar a los otros miembros de la manada.-Y ya te he dicho que no es necesario. ¿Quieres tratar a alguien? Comienza con cualquiera de los lobos presentes. – Dijo con un gruñido bastante feroz en su dirección.No nos habíamos movido del claro.Después de mi pequeña crisis nerviosa, o realización de que estoy loca, comimos en un agradable silencio hasta que la buena doctora decidió que tenía que revisar al Alfa de pies a cabeza ahora mismo.El señor Frederick había desaparecido y eso comenzaba a molestarme un poco. ¿Dónde se habría metido? Él también necesitaba comer algo más que el conejo escuálido que cazó por la noche.Si, vino a mi habitación para preguntarme si quería un poco.No sé qué me sorprendió más: Su consideración o el hecho de que pensara que comería a Bambi crudo.-Escuche, Alfa. – Dijo cr