Capítulo 3.

-Vaya, eso suena horrible. – Dijo Rose del otro lado del móvil.

-No es horrible, solo… diferente. – Dije tratando de encontrar las palabras adecuadas para no herir sentimientos ajenos.

Ya había anochecido y tanto el señor Fred como yo nos habíamos ido a la cama. No podía dormir así que hice una rápida llamada a mi hermano para pedir su consejo. No estaba disponible, pero mi cuñada se ofreció a escuchar mi dilema.

-Se te olvida que yo también estuve cautiva por un par de años. No tener un baño con agua corriente era horrible en ese entonces y seguirá siendo horrible ahora.

Yo suspiré. No es como si no opinara lo mismo una vez que volví a experimentar lo hermoso de un baño caliente sin pagar con mi cuerpo por ello… si, no iría ahí. El punto era que no iba a venir a criticar a una manada que trataba de sobrevivir mientras pasaba por problemas financieros severos.

-El agua corriente es el menor de sus problemas, créeme. – Dije en tono suave. – Cazan su propia comida y las presas grandes comienzan a escasear al punto de que actualmente comen solo una vez al día en una especie de almuerzo comunal en el que todos los huérfanos comen primero. El último en probar bocado es su Alfa y para ese momento no quedan más que huesos. – Dije con un nudo en la garganta.

Yo sabía lo que era el hambre y ver la mirada anhelante de los cachorros rompió mi corazón.

-Joder… - Dijo Rose al otro lado de la línea antes de suspirar. – Así que supongo que la mano de obra para nuestro pequeño proyecto…

-Tendré suerte si tengo a un par de adultos en la obra. – Dije honestamente. – Son unos cincuenta lobos de los cuales hay unos quince adultos mayores y el resto son cachorros huérfanos con edades desde los dos hasta los once años.

Hubo otra maldición en la línea mientras me levantaba de la cama y caminaba hasta mi minúscula ventana para mirar hacia el bosque. No era de extrañar que el tipo fuera solo hacia la “guerra” de hace unas semanas y que aceptara luchar contra Rose; un nuevo territorio con más recursos sería bienvenido para su pequeña manada.

-Quiero ayudar, pero sé qué hacer; me siento dividida entre ofrecer contratos con sumas ridículas de dinero a todos sin importar que los cachorros solo se queden sentados todo el día o simplemente darle todo el efectivo que pueda al Alfa Alan.

-¿No piensas que lo usará indebidamente? – Preguntó con curiosidad.

-No. Creo que es un buen Alfa y que los problemas financieros venían desde el anterior Alfa. Tu más que nadie debe saber lo que es recibir una manada mal administrada. – Dije refiriéndome a los ex Skilltown. – No conozco al tipo así que no sabría si se sentiría ofendido al recibir dinero de mí.

-O de cualquiera. – Murmuró Rose.

Nos quedamos acalladas por largos segundos sumidas en nuestros pensamientos.

-Podría pedirle al lobo abogado que redacte un contrato en el que incluya que el trabajador tendrá una comida pagada por la empresa. – Ofreció Rose. – O puedo mandar algunos suministros para que…

-No sé si funcione. – Dije con un suspiro. – Hasta no conocer al Alfa, no haré ningún movimiento.

-Entonces solo ve y pregúntale si podemos ayudar. – Dijo y se escuchó un montón de ruido de fondo. – Y si el lobo se pone difícil dile que iré a patearle el trasero.

Yo medio sonreí.

-Estoy segura de que mi hermano querrá grabar eso.

-Por supuesto que sí, ese hombre tiene los fetiches más raros.

Ambas reímos un poco.

Hace una semana encontré a mi hermano espiando por la ventana el entrenamiento que Rose hacía todas las mañanas con los cachorros de la manada. Hubiera sido “normal” si no fuera por el hecho de que estaba gruñendo algo sobre “grabar ese culo sexy cuando se ponía seria”.

No hace falta decir que fue muy incómodo cuando notó que no estaba solo y giró su mirada hacia mí. Ambos parpadeamos.

-Es mi pareja. -Dijo en el silencio de la habitación y señaló hacia la ventana.

En su mano estaba su celular y aún seguía grabando.

-Si.

-Me gusta verla entrenar.

-Lo veo.

-Iré a la cocina.

Y eso fue todo. Yo no lo comenté ni él me dijo algo al respecto. Un par de días después Rose me preguntó durante la comida el por qué no veía a los ojos a mi hermano o por qué lo evitaba.

-Me vio grabándote. – Dijo Bastian como si fuera lo más normal del mundo.

-¿En la ducha? – Preguntó interesada Rose y mis mejillas se colorearon. – Estoy jugando contigo Vanesa; ya sé que Bastian me graba durante mis entrenamientos o cuando salgo de patrulla. Todo está bien.

Bueno, si ella no lo encontraba raro, ¿Quién era yo para señalarlo?

Terminé la llamada con Rose y luego decidí que un paseo nocturno me vendría bien. De todas formas estar dentro no me ayudaría a dormir o a pensar.

Nuestra Gran Madre me había pedido que salvara al Norte, ¿Y si a lo que ella se refería era a esta manada? Según Rose la manada de Asmodeus, el lobo prófugo, se había disuelto definitivamente y la manada de Gustav tenía buenas finanzas a pesar de la sequía.

Esta era una nueva teoría interesante.

Salí de la Casa de la Manada y busqué un buen pedazo de césped para recostarme y mirar las estrellas.

Dentro de mi equipaje se encontraba una casa de campaña con una modificación en el techo que me permitía ver el cielo; no entendí por qué Rose insistió en que debía de llevarlo pero supongo que ahora lo entiendo.

Esa chica me entiende mejor que yo misma.

La brisa nocturna soplaba sobre mí mientas yo extendía mis brazos por encima de mi cabeza.

Esta manada necesitaba un montón de ayuda, el problema era que no sabía cómo ayudar. ¿Debería comenzar con las excavaciones para la extracción de la obsidiana? Ciertamente le podría pagar a los cachorros para que me ayudaran a comprar trajes especiales para los trabajadores y…

No. Los cachorros necesitaban algo más que algunos trabajos mediocres que no los ayuden a sobrevivir por sí mismos en el futuro.

-¿Qué debo hacer, Gran Madre? – Murmuré hacia el cielo.

-¿Sobre qué?

Solté un gritito asustado y miré hacia la voz a mis pies.

-No era mi intención asustarte. – Dijo el Alfa Alan ladeando la cabeza. – Normalmente salgo a patrullar a esta hora.

-Oh. – Dije respirando lentamente para hacer que mi corazón dejara de latir acelerado. – Buenas noches, Alfa.

Me dio una larga mirada antes de hablar.

-¿No es de tu agrado la habitación?

Yo parpadeé.

-Mi habitación es adecuada, muchas gracias.

-Bien. No te alejes mucho de la Casa de la Manada, aún no conoces el territorio y podrías perderte en la oscuridad.

Con eso se transformó y me dio la espalda para caminar hasta perderse en la oscuridad.

No podía descifrar a ese Alfa. En cualquier otra manada pondrían a al menos un par de guardias detrás de nosotros, después d todo, éramos forasteros. Sin embargo, aquí ni siquiera se han tomado la molestia de mirar en nuestra dirección.

Aunque, si lo pensaba a fondo, el Alfa Alan no tenía a los lobos ni los recursos como para dejar que alguien nos siguiera. Tampoco tendría sentido, no era como si hubiera algún secreto de manada que robar pues todos sus problemas estaban a la vista y atacarlos sería una pérdida de tiempo solo por su territorio.

Lo que me dejaba de nuevo en mi problema principal. ¿Cómo podría ayudar a esta manada?

Regresé a mi habitación cabizbaja y me recosté sobre la cama. Los cachorros necesitaban ocuparse con algo alargo plazo que pudieran hacer mientras crecen y pueden conseguir un trabajo… o quizá simplemente debería invitarlos a que se fueran a Appletree. Estoy segura de que Rose los recibiría con los brazos abiertos, convivirían con otros cachorros, irían a la escuela…

Cerré los ojos y solo el peso del adorno que me había hecho Amanda me recordó que aún estaba usando un parche. Me lo quité distraídamente y estaba a punto de dejarlo a un lado cuando vino a mí una idea brillante.

Al siguiente día me levanté con un propósito.

-¿A dónde vas, humana? – Preguntó el señor Frederick cuando pasé de largo por su habitación cuando el sol apenas se dibujaba en el horizonte.

-A buscar al guardia Harold. Necesito algunos datos antes de convocar una reunión con toda la manada.

-Bien, yo iré a buscar el desayuno. – Murmuró ceñudo.

Algo curioso del lugar era que al parecer no creían en la funcionalidad de una puerta. No había visto ninguna en la Casa de la manada y eso me parecía curioso, pero no lo suficientemente interesante como para preguntar por ello.

Salí a la luz del día usando la ropa del día anterior y me pregunté vagamente cómo harían la lavandería en el lugar. Me dirigí directamente hacia la entrada de la manada.

-Bueno días, guardia Harold. – Dije con una sonrisa suave. -Lamento interrumpir su turno.

-No se preocupe señorita Vanesa, ¿En qué puedo ayudarla? -Preguntó con curiosidad.

-Me estaba preguntando sobre cómo rolaban sus turnos. – Dije mirando alrededor.- Supongo que es un horario cómodo para todos los adultos de la manada.

-Uh… discúlpeme. Esa es información que debe de consultar con el Alfa Alan. – Dijo viéndose claramente incómodo. - ¿Alguna otra cosa con la que la pueda ayudar?

-No, muchas gracias. – Dije dándome una palmada mentalmente. Pero claro que debía de ir primero con el Alfa Alan. Comencé a ruborizarme y supongo que el lobo mayor se compadeció de mí.

-A esta hora debe de encontrarse en la parte más alta del río. ¿Le gustaría que la escolte?

-No me gustaría que dejaras la entrada de la manada desprotegida solo para hacer de guía de turista de una humana extranjera. – Dije negando con la cabeza. – Pero si pudieras indicarme la dirección…

Diez minutos más tarde había superado mi vergüenza y me encontraba emocionada de nuevo. Si el Alfa Alan pudiera indicarme un par de cosas antes de que le presentara los términos de nuestro contrato…

Me detuve en seco cuando alcé la mirada y vi al Alfa Alan con la cabeza inclinada hacia el cielo y los ojos cerrados en medio del río poco profundo. Suponía que en otra época ese río le cubriría al menos hasta la mitad del pecho. ¿Actualmente en medio de la sequía? Le llegaba apenas a las pantorrillas.

Lo que me daba un muy buen vistazo a su ancha espalda y trasero desnudo.

No me distrajo su estado de evidente desnudez, no es como si fuera una humana virgen que nunca hubiera visto la suficiente piel, sino las múltiples marcas de cicatrices en su cuerpo.

Él no se movió y yo me dediqué a admirarlo por largos minutos. Era un buen espécimen masculino y sería aun mejor si su cuerpo tuviera un poco más de carne en sus huesos.

Una repentina ola de tristeza amenazó con llevarme a un sitio en mi cabeza al que no quería ir.

-¿Necesitas algo, Vanesa? – Preguntó con voz neutra el Alfa Alan y tuve que sacudir un poco mi cabeza antes de volver a prestarle atención y darme cuenta de que me miraba fijamente sin ocultar su desnudez.

Se había volteado del todo pero evité que mi ojo bueno se desviara hacia el sur.

-Si.

-Lo que sea que necesites ¿Puede esperar a que termine mi baño?

- Si.

Nos seguimos observando hasta que me arqueó una ceja.

No sé qué me poseyó para comenzar a quitarme los zapatos y luego entrar directamente en el agua fría hacia él.

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