Rowan.-Es la tercera vez en los últimos cinco minutos que gruñes. ¿Qué sucede? – Preguntó Bastian desde su escritorio.-Nada. – Dije sin levantar la vista de mis propios documentos desde el cómodo futón de su oficina.Dejé de escuchar el ruido de su pluma escribiendo furiosamente, así que levanté la vista para encontrarlo mirándome con ojo crítico.-Problemas con mujeres entonces. – Dijo cruzándose de brazos. Yo solo gruñí y volví mi atención a mis papeles. – Vamos, entre más pronto lo saques de tu pecho, más pronto te concentrarás en el trabajo. Hablemos de tus sentimientos.Yo lo miré incrédulamente.-¿Es algún consejo de mierda que aprendiste de Rose?-No. Fue mi hijo. – Dijo arrojándome su pluma y yo la atrapé en el aire. – Pero no por que tenga siete años, su consejo sea erróneo.-Nuestro pequeño Alfa es un alma vieja. – Dije dándole la razón. – Aun así no pienso hablar de “mis sentimientos”.-Entonces tengo razón: Cuando un macho no quiere hablar de cosas sensibleras es porque
-¿Estás insinuando algo, Alfa? – Preguntó el señor Frederick neutralmente. -No. – Dijo en el mismo tono dirigiendo su atención hacia él. - ¿Dónde ha perdido el rastro? En cuanto lleve a Vanesa a identificar al doctor, iré a olfatear. El señor Frederick resopló. -No lo perdí, Alfa. Simplemente regresé con un cadáver porque el rastro del lobo salió de su territorio y se fue rumbo a la ciudad humana más cercana. Pensé que tal vez el lobo solo estaba de paso, pero el cuerpo… – Dijo señalando hacia abajo. – … que dices que no es de tu manada, me hace pensar que hay algo turbio aquí. El Alfa Alan gruñó y luego miró de nuevo en mi dirección. -Vamos, quiero saber si la loba doctora es realmente alguien de tu manada. -Si, Alfa. – Dije sumisamente. No haría enojar al lobo más de lo que estaba. Estrechó los ojos y luego se dio la vuelta para comenzar a caminar. No era idiota, el tipo ya estaba enojado y yo me guardaría mis preguntas sobre el lago maldito, sugerencias y comentarios para c
Veinte minutos después el ceño fruncido y la expresión sombría del Alfa Alan coincidía con la de la doctora Paula.-Es un protocolo que lo revise primero a usted, Alfa, para comenzar a tratar a los otros miembros de la manada.-Y ya te he dicho que no es necesario. ¿Quieres tratar a alguien? Comienza con cualquiera de los lobos presentes. – Dijo con un gruñido bastante feroz en su dirección.No nos habíamos movido del claro.Después de mi pequeña crisis nerviosa, o realización de que estoy loca, comimos en un agradable silencio hasta que la buena doctora decidió que tenía que revisar al Alfa de pies a cabeza ahora mismo.El señor Frederick había desaparecido y eso comenzaba a molestarme un poco. ¿Dónde se habría metido? Él también necesitaba comer algo más que el conejo escuálido que cazó por la noche.Si, vino a mi habitación para preguntarme si quería un poco.No sé qué me sorprendió más: Su consideración o el hecho de que pensara que comería a Bambi crudo.-Escuche, Alfa. – Dijo cr
Alan. Corría por el bosque cubierto de nieve olfateando a mi presa. La soga en mi cuello había dejado de molestarme hace años, así que cuando se atoró con una rama gruesa entre los arbustos, simplemente tiré fuertemente para liberarme importándome una m****a si me hería en el proceso. Las heridas y la sangre eran algo constante en mi vida. Era bastante consciente de los lobos que mi padre había enviado para vigilar que no escapara. Era una pérdida de tiempo, no escaparía; al menos, no solo. Luna Felicia se vendría conmigo. Por fin encontré la guarida del oso en una cueva a pocos kilómetros del límite del territorio. Me escondí en unos arbustos cercanos y escuché atentamente; no había ruido dentro así que el oso seguía dormido. Salí lentamente procurando no hacer ruido con mis patas para asomarme ligeramente por la abertura de la cueva. Ahí en el fondo se veía el oso recostado dándome la espalda. Avancé un paso y luego otro con el máximo cuidado posible hasta estar lo suficientem
-¡Joder, Vanesa! – Gritó mi hermano por teléfono y yo di un respingo mientras dejaba caer el aparato. Lo recuperé rápidamente y mi hermano seguía despotricando. Entendía por qué estaba enojado, pero solo había sido una pequeña broma. -Deja de gritar. – Murmuré cuando hizo una pausa para tomar aire. - ¿Y yo cómo iba a saber que se ofendería tanto? -Tienes suerte de que el jodido lobo desquiciado no te haya arrancado el cuello en ese momento o que no pueda permitirse declarar una m*****a guerra entre nosotros. – Gruñó con ferocidad Bastian. - ¿Y qué pensabas? ¿Que se lo pondría con una sonrisa? -Quizá no con una sonrisa, pero… -¡Carajo, hermana! Yo suspiré. Había estado aquí por cerca de tres semanas y la manada había caído en una rutina después de que la doctora y yo fuéramos de compras esa mañana cuando desperté y un Alfa se había marchado de mi cama. La verdad hice lo mismo que había hecho con todas las cosas extrañas u horribles que pasaban en mi vida: Ignorar que algo pasa o
-¿Qué… qué… quién…? Joder, ¿De verdad estaba preguntando quién m****a aun se descomponía colgado de las cadenas detrás de la reducida celda? El olor era intenso e insoportable. Desvié mi atención del cadáver con parte de piel aún encima y miré al lobo blanco. Este soltó un gran bostezo. A la m****a, yo ni siquiera quería entrar aquí. Me levanté sobre mis piernas temblorosas y les di la espalda a ambos. ¿Jugada estúpida darle la espalda a un posible asesino? Si. ¿Me importaba? Ni un poquito. Lo importante era salir del escalofriante y pestilente lugar. Yo no era ajena a la muerte. Después de todo, durante mi tiempo de cautiverio vi a un montón de personas morir. No, yo no le temía pero eso no quería decir que quisiera seguir viviendo con muertos a mi alrededor. Muertos en el lago, muertos frente a la Casa de la manada, sangre seca en algunos puntos del bosque, muertos debajo de la cama… si, había terminado. Salí a trompicones de la rampilla y respiré el dulce, y precioso aire fr
La ciudad humana quedaba a poco más de tres horas. Con la doctora Paula como conductora designada, serían dos horas. Al parecer nadie la separaría de su “próxima cita caliente”. Mucho menos una pequeña nimiedad como lo era el llegar vivos. El Alfa Alan había permanecido con los ojos cerrados la primera media hora y yo miré por la ventana, pero me aburrí rápidamente. Uno pensaría que después de ocho años sin contemplar un paisaje yo estaría disfrutando de esto, pero no lo estaba. Había muchas cosas en mi mente. -¿No estás molesta porque hoy nos hayamos tomado el día libre, no es cierto? – Preguntó una loba a mi espalda. Ayer, después el trabajo, el Alfa Alan había hablado conmigo para parar con la mina porque la manada necesitaba salir por provisiones. Yo giré para poder hablar con las lobas detrás de mí. -No lo estoy. ¿Qué les dio esa impresión? – Pregunté curiosa. -No estás igual de parlanchina que siempre. – Dijo la señora Evalyn. -No estás haciendo bromas tontas tampoco. –
-¿Dónde pondremos las lavaropas? – Preguntó el Alfa Alan ladeando la cabeza. No parecía molesto por la enorme hoguera en la que se había convertido la Casa de la manada. -Lavadoras. – Corregí suavemente. – De todas formas no había espacio ahí, ya estaba bastante llena con los refrigeradores… m****a, los refrigeradores. -Lava – doras. – Repitió y luego comenzó a ladrar órdenes para que cinco guardias comenzaran a buscar por el territorio para saber si había algún otro daño o señales del responsable. El resto de la manada se quedó arriba del autobús y ellos parecían tan perturbados como su Alfa. Los cachorros estaban animados y calientes con sus nuevos abrigos mientras que las lobas y el resto de los lobos conversaban animadamente sobre nuestra reciente salida. -¿Esto es algo normal? – Le pregunté a las lobas cuando el Alfa se levantó para hablar con la doctora Paula. -Por supuesto que no. Es la primera vez que salimos como manada. – Dijo la señora Evalyn. -Uh… y eso es genial, pe