-Un médico. – Dijo lentamente Rose por el teléfono. -Si. Tiene que ser alguien a quien le gusten los retos, que pueda prescindir de las comodidades básicas y que no le asuste las actitudes de lobeznos adolescentes. -Joder Vanesa. – Murmuró con un resoplido. – Les preguntaré a mis médicos pero no te prometo nada. -Oh, también debe de saber conducir para que venga hasta acá en automóvil. Lo necesitaremos. -¿Y no quieres que sea virgen, de ojos azules y lo más cercano a una deidad que tengamos por aquí? -No. Solo lo que he pedido, gracias. – Dije sin importarme la pequeña risa del otro lado de la línea. - ¿Aun te cuesta dormir por las noches? -Si. No sé qué me sucede, en el día yo solo quiero dormir pero por la noche lo único que quiero hacer es ver televisión o tener un poco de acción… -Asco. – Interrumpí. -… con el refrigerador. Pervertida, no pienses cosas extrañas. De todas formas mi vida sexual o falta de la misma no es algo que hablaría con mi cuñada por teléfono. -Yo te a
Después de una horrible noche en la que di mil y una vueltas en la cama, rezaba porque los calentadores solares ya hubieran calentado un poco el agua helada del río. Tomé un par de artículos de ducha que mi cuñada tuvo la delicadeza de mandar y luego me dirigí hacia nuestras regaderas improvisadas. Por la noche había hablado con mi hermano y me dio un enorme sermón sobre todo lo que no debo hacer para ofender a un Alfa. -¿Estás buscando que te mate? No hagas nada sospechoso. Si el lobo quiere ayuda, es capaz de pedirla. Enfócate en tu misión. – Me gruñó cuando le conté sobre cómo había tomado el Alfa Alan el hecho de que interviniera con las duchas comunales. Me sentí medio idiota después de eso. Mi intención de ayudar a su manada era genuina, pero en vista de lo que ha estado pasando entre las manadas en los últimos meses, no culpaba al Alfa Alan por desconfiar de mí. Era un jodido milagro que en este momento no me hubiera capturado para torturarme y conocer mis verdaderas inten
Edson. Llevaba dos días aquí y me quedaba claro una cosa: La primera, que el Alfa Gustav era un jodido psicópata sádico. Justo en ese momento abrieron la puerta de mi celda y me apuntaron a los ojos con una linterna. -Arriba nuevo, hoy toca la prueba de habilidades. – Dijo con sorna uno de mis carceleros. Me levanté como pude; ya había aprendido el día anterior que estos lobos no tenían mucha paciencia. El tipo me amarró las muñecas con una cuerda gruesa y luego comenzó a tirar de mí en su camino hacia la salida. Joder, me dolía todo el cuerpo y no había comido nada después de la insípida comida del avión. Se suponía que entrar a una nueva manada era relativamente fácil. Llegabas a la manada en cuestión, pedías una audiencia y el Alfa decidía buscar antecedentes sobre ti o no antes de aceptarte o rechazarte. Algunos Alfas incluso valoraban si serías útil dentro de sus filas. Así que cuando el Alfa Gustav me dijo que primero me haría una serie de “divertidas” pruebas para ver si
Mi instinto de supervivencia me hizo reaccionar y comenzar a mover frenéticamente pies y brazos para poder subir a la superficie.A la mierda los planes, lo primordial era salir del lago de la muerte. ¿Y si el lago tenía alguna bacteria y por eso tantos muertos?No, yo no me quedaría por aquí ni un segundo más.Salí a la superficie y nadé frenéticamente hacia la orilla más cercana. No sabía si era el lado por el que había entrado al agua pero no me importaba.Salí del agua y enseguida vinieron a mí algunas arcadas; me dejé llevar por ellas y vacié el contenido de mi estómago. Cuando terminé, coloqué mi dedo detrás de la lengua para volver a provocar el vómito.-¿Qué mierda estás haciendo, humana?Salté, chillé y caí hábilmente de culo.-¡Ay! – Exclamé mientras me levantaba y sobaba mi adolorida retaguardia.- ¿Qué está haciendo aquí?-Mi maldito trabajo, obviamente. – Dijo con un resoplido. – Y para ello he tenido que seguir tu rastro por la mitad de la manada. ¿Por qué he despertado y
Rowan.-Es la tercera vez en los últimos cinco minutos que gruñes. ¿Qué sucede? – Preguntó Bastian desde su escritorio.-Nada. – Dije sin levantar la vista de mis propios documentos desde el cómodo futón de su oficina.Dejé de escuchar el ruido de su pluma escribiendo furiosamente, así que levanté la vista para encontrarlo mirándome con ojo crítico.-Problemas con mujeres entonces. – Dijo cruzándose de brazos. Yo solo gruñí y volví mi atención a mis papeles. – Vamos, entre más pronto lo saques de tu pecho, más pronto te concentrarás en el trabajo. Hablemos de tus sentimientos.Yo lo miré incrédulamente.-¿Es algún consejo de mierda que aprendiste de Rose?-No. Fue mi hijo. – Dijo arrojándome su pluma y yo la atrapé en el aire. – Pero no por que tenga siete años, su consejo sea erróneo.-Nuestro pequeño Alfa es un alma vieja. – Dije dándole la razón. – Aun así no pienso hablar de “mis sentimientos”.-Entonces tengo razón: Cuando un macho no quiere hablar de cosas sensibleras es porque
-¿Estás insinuando algo, Alfa? – Preguntó el señor Frederick neutralmente. -No. – Dijo en el mismo tono dirigiendo su atención hacia él. - ¿Dónde ha perdido el rastro? En cuanto lleve a Vanesa a identificar al doctor, iré a olfatear. El señor Frederick resopló. -No lo perdí, Alfa. Simplemente regresé con un cadáver porque el rastro del lobo salió de su territorio y se fue rumbo a la ciudad humana más cercana. Pensé que tal vez el lobo solo estaba de paso, pero el cuerpo… – Dijo señalando hacia abajo. – … que dices que no es de tu manada, me hace pensar que hay algo turbio aquí. El Alfa Alan gruñó y luego miró de nuevo en mi dirección. -Vamos, quiero saber si la loba doctora es realmente alguien de tu manada. -Si, Alfa. – Dije sumisamente. No haría enojar al lobo más de lo que estaba. Estrechó los ojos y luego se dio la vuelta para comenzar a caminar. No era idiota, el tipo ya estaba enojado y yo me guardaría mis preguntas sobre el lago maldito, sugerencias y comentarios para c
Veinte minutos después el ceño fruncido y la expresión sombría del Alfa Alan coincidía con la de la doctora Paula.-Es un protocolo que lo revise primero a usted, Alfa, para comenzar a tratar a los otros miembros de la manada.-Y ya te he dicho que no es necesario. ¿Quieres tratar a alguien? Comienza con cualquiera de los lobos presentes. – Dijo con un gruñido bastante feroz en su dirección.No nos habíamos movido del claro.Después de mi pequeña crisis nerviosa, o realización de que estoy loca, comimos en un agradable silencio hasta que la buena doctora decidió que tenía que revisar al Alfa de pies a cabeza ahora mismo.El señor Frederick había desaparecido y eso comenzaba a molestarme un poco. ¿Dónde se habría metido? Él también necesitaba comer algo más que el conejo escuálido que cazó por la noche.Si, vino a mi habitación para preguntarme si quería un poco.No sé qué me sorprendió más: Su consideración o el hecho de que pensara que comería a Bambi crudo.-Escuche, Alfa. – Dijo cr
Alan. Corría por el bosque cubierto de nieve olfateando a mi presa. La soga en mi cuello había dejado de molestarme hace años, así que cuando se atoró con una rama gruesa entre los arbustos, simplemente tiré fuertemente para liberarme importándome una m****a si me hería en el proceso. Las heridas y la sangre eran algo constante en mi vida. Era bastante consciente de los lobos que mi padre había enviado para vigilar que no escapara. Era una pérdida de tiempo, no escaparía; al menos, no solo. Luna Felicia se vendría conmigo. Por fin encontré la guarida del oso en una cueva a pocos kilómetros del límite del territorio. Me escondí en unos arbustos cercanos y escuché atentamente; no había ruido dentro así que el oso seguía dormido. Salí lentamente procurando no hacer ruido con mis patas para asomarme ligeramente por la abertura de la cueva. Ahí en el fondo se veía el oso recostado dándome la espalda. Avancé un paso y luego otro con el máximo cuidado posible hasta estar lo suficientem