Gabriela recordaba esa escena con una nostalgia tan dulce que, tras descubrir el verdadero origen de Emiliano, se convertía en un tormento: aquella felicidad se teñía de una profunda agonía.Él deseaba la unión inquebrantable, pues ya había perdido toda esa infancia que un día tuvo en Midred. Sin embargo, al final, entre ellos también se interpuso la muerte.Gabriela se sacudió de aquel recuerdo.—Antes me preguntaste por qué quería divorciarme de Álvaro si se veía físicamente igual a Emiliano —comentó Gabriela, con la mirada endurecida—. ¿Sabes? Emiliano era amable, valiente, generoso, todo lo contrario de Álvaro, al menos mil veces mejor. Una vez que comprendí que me estaba engañando yo sola —creyendo que Álvaro era «él»— ya no quise quedarme ni un segundo más.—Entiendo… —Carmen bajó la cabeza con un gesto de total abatimiento.Oliver suspiró: —Cristóbal llegó a la ciudad.Gabriela frunció el ceño: —¿A qué vino?—Vino con Santiago. —Oliver fue directo—. Santiago ofreció un proyecto
—¿Cómo…? —Cristóbal no pudo ocultar su sorpresa. Le impresionaba la rapidez con que Gabriela había descubierto que él era el enigmático Sr. Z.—Casualmente observé que Laura te conocía, y recordé aquel video del derrumbe en la obra, con un ángulo tan privilegiado que solo podría provenir de alguien cercano a Álvaro… Pero no estaba del todo segura, así que puse a prueba a Laura —explicó Gabriela, con voz tranquila y un cariz casi distante.Al escucharla, esa serenidad tan fuera de lugar le generó a Cristóbal una inquietud todavía más profunda.—Lo siento —musitó Cristóbal—. Quise ayudarte desde el principio, pero temía que consideraras que nuestra relación es demasiado corta y que me estaba entrometiendo de forma excesiva. Cuando obtuve ese video, pensé que te serviría como herramienta de negociación frente a Álvaro, sin imaginar… que al final lo entregarías directamente a mi hermana.—Más bien debería avergonzarme yo —replicó Gabriela, con una ligera mueca de burla hacia sí misma—. Cre
—Necesito que me hagas una promesa.—Solo dime y estoy dispuesto a todo, aunque sea atravesar fuego.—No es para tanto —Gabriela esbozó una sonrisa amarga—. Quiero que, si Álvaro despierta y decide vengarse de mí, te retires sin dudarlo de esta batalla, para protegerte a ti mismo y a tu familia.Cristóbal guardó silencio.—Cris, ya te he involucrado demasiado —prosiguió Gabriela con un matiz solemne—. Tal vez no te importe tu propio futuro, pero no puedes ignorar el de tu padre, tus hermanos y hermanas. Hacerlo solo por mí no vale la pena; terminarías arrastrando también a tu familia.—Lo entiendo —dijo él en voz baja.—No basta con que lo entiendas; necesito tu compromiso —insistió Gabriela, suavizando un poco la entonación.Cristóbal suspiró: —De acuerdo… lo prometo.—¡Promesa de palabra!—Sí, lo prometo.Tras la llamada, Gabriela se lo comunicó a Oliver: su decisión de marcharse con Cristóbal si fuera necesario. Pero Kian, que custodiaba la habitación, no pensaba ceder tan fácilment
Todo se fundía en un larguísimo sueño retorcido.Veía a su padre, y a un segundo «yo» junto a él, sin poder oír con claridad las palabras. Se sentía sumergido bajo el agua, atrapado entre el pánico y el asco, pidiendo a gritos en su interior que regresara su madre.En otra secuencia, su padre lo retornaba al sótano en una noche incierta, golpeándolo con fusta y bastón sin compasión. Él no entendía qué había hecho mal. Y, como si se superpusieran, también aparecía la escena de Álvaro ya más adulto, atado a una silla, con grilletes fríos en las muñecas y tobillos. Un dolor punzante le desgarraba cada fibra del cuerpo, fusionando el tormento que sentía de niño con los vejámenes de su juventud.Era un terror sofocante que no paraba de envolverlo.Mientras tanto, en la realidad, su cuerpo continuaba en el quirófano y la fiebre no dejaba de azotarlo; el dolor físico se traducía en su mente como la invitación a rendirse. Su propio organismo le gritaba que todo terminaría si cedía… y entonces
Justo en ese instante, Álvaro abrió los ojos en el mundo real.—Señor Álvaro, ¿está despierto? —exclamó la enfermera asignada a su cuidado, quien de inmediato dio la voz de alarma.En cuestión de minutos, los primeros en llegar a su cama fueron Carmen y Oliver, con lágrimas en los ojos.—Alvi, cariño, todo está bien. La cirugía fue un éxito; perdiste demasiada sangre, pero con reposo vas a recuperarte. No te angusties, tu abuelo y yo estamos aquí —le consoló Carmen, conmovida.Álvaro respiraba con gran dificultad, pero dirigió la mirada hacia ella y murmuró con esfuerzo:—Ga… bri… e… la.Al oír el nombre de Gabriela, a Carmen se le encogió el corazón y sus lágrimas volvieron a brotar.—Ella quiso matarte, ¿por qué sigues preocupándote tanto por ella? —soltó con voz quebrada.Oliver dejó escapar un suspiro. Ante la inquietud de Álvaro, se apresuró a añadir:—Ella está bien, ni un rasguño en su cuerpo —aseguró con un tono que buscaba tranquilizarlo.Solo entonces Álvaro pareció relajarse
En teoría, lo sensato habría sido no contar semejante noticia cuando el estado de Álvaro era tan delicado.Sin embargo, Kian tenía sus motivos:Al abrir los ojos, Álvaro pronunció el nombre de Gabriela con urgencia. Oliver y Carmen entendieron que el joven estaba preocupado por ella.Pero Kian, que conocía de sobra la forma en que el jefe había manejado tantas traiciones, dudaba mucho que la reacción fuera de simple «inquietud». Gabriela lo había engañado y, encima, lo apuñaló. ¿Por qué razón iba él a sentir preocupación y no un arrebato de odio?Incluso si Álvaro se había vuelto un «enamorado empedernido», Kian consideraba su deber ilustrarle la cruda realidad: mientras él permanecía inconsciente, el supuesto amante de Gabriela irrumpió con toda confianza, negociando un nuevo «matrimonio». Eso lo impulsaría a recapacitar, tarde o temprano.En cuanto Kian terminó de hablar, Oliver y Carmen lo miraron con gesto de fastidio.—¿Acaso eres un niño de primaria que viene corriendo con sus ch
Oliver y Carmen intercambiaron una mirada confusa.Les sorprendía que pareciera tan sorprendido, como si de verdad no guardara esa memoria en su mente. Entonces, ¿para qué fingir ahora? ¿Por qué habría de ocultarlo a estas alturas?—¿Dónde obtuvieron esa grabación? —preguntó Álvaro, con voz queda pero firme—. ¿Se la dio Iliana a Gabriela? ¿Y por eso todos creen que fui yo quien mató a Emiliano? ¿Gabriela lo cree también?—¿Quieres decir que es un montaje? —replicó Oliver con el ceño fruncido—. Créeme que tu abuela y yo también nos resistimos a aceptarlo, igual que Gabriela al principio. Por eso, cada uno por separado llevó a cabo un peritaje en agencias distintas, y en todas confirmaron que no hay edición en el video.—Antes de que Noelia me enviara las fotos, yo ni siquiera sabía de la existencia de Emiliano —espetó Álvaro con las cejas fruncidas—. ¡Tampoco sabía nada de un hermano gemelo!—Alvi, por favor, es hora de que nos cuentes la verdad —insistió Carmen con un deje de súplica.
—¿Alvi? —La voz de Oliver se hizo más clara en medio de la confusión.Álvaro jadeó, saliendo de esa marea caótica de angustia.—¿Recordaste algo? —insistió Oliver.—Parece… que de veras manipularon mis recuerdos —murmuró Álvaro, sin levantar la mirada, contemplando sus propias manos con incredulidad.«Si ese video no era falso», pensó, «entonces…»—¿De verdad asesiné a Emiliano, mi hermano gemelo? —musitó, sin querer asimilar esa posibilidad.—¡Eliseo fue una bestia, y bien merecido tuvo su final atroz! —masculló Carmen, con la mandíbula apretada de rabia.Oliver se mantuvo en silencio, frunciendo el ceño mientras observaba a su nieto. Álvaro, con ambas manos temblándole sin control, tardó unos segundos en alzar la vista hacia la pantalla que mostraba el último fotograma del video, detenido en su propia imagen con una sonrisa algo siniestra.—¿Quién es Álex? —preguntó, sintiendo un tirón en el cuello al volverse hacia su abuelo—. ¿Por qué Mattheo me llama Álex?Oliver guardó un breve s