Capítulo 24
El coche avanzaba por la carretera con una música suave de fondo y un agradable aroma flotaba en el aire.

—No hay transporte público cerca del centro de tratamiento. Si necesitas salir y estoy por allí, dime y te llevo. Si no estoy… —Cristóbal echó una rápida mirada a Gabriela—. ¿Tienes licencia de conducir?

Gabriela negó con la cabeza. Cristóbal era ahora su médico, y ella pensó que sería bueno compartir algunas de sus ansiedades:

“Cuando tenía dieciocho años intenté aprender, pero no sé por qué me aterroriza sentarme al volante. No pude superarlo y dejé de intentarlo.”

Su prometido, Emiliano, era todo lo contrario. Había aprobado todos sus exámenes de conducir con la máxima calificación, y siempre le decía que no necesitaba una licencia, que él siempre estaría a su lado y la llevaría a donde quisiera.

Cristóbal asintió con comprensión y luego sonrió:

—Entonces parece que seré tu chofer exclusivo.

Gabriela sonrió y escribió en su teléfono: [Te invitaré a comer.]

Después de un trayecto
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