Capítulo 228
La habitación estaba cerrada, en completo silencio. Cualquier sonido mínimo sería audible.

Gabriela respiraba agitada.

La voz seguía resonando en su mente, una tortura sutil que le provocaba un dolor punzante en las sienes.

—El que sabe nadar es Emiliano, el que no sabe nadar es Álvaro…

Gabriela repitió esa frase en voz baja, como si quisiera convencerse.

En ese momento, la puerta se abrió de pronto.

Gabriela alzó la mirada y se encontró con Álvaro, que entraba sigilosamente, como un ladrón sorprendido in fraganti.

Él se detuvo, paralizado un segundo, pero enseguida recobró la compostura:

—¿Por qué sigues despierta?

A la luz tenue, podía ver el sudor fino en la frente de Gabriela.

Era evidente que había tenido una pesadilla.

Álvaro se acercó y notó su respiración agitada:

—¿Fue una pesadilla?

Se sentó a su lado.

Gabriela lo observaba con una intensidad inquietante, como si quisiera atravesarlo con la mirada, escudriñar lo más profundo de su ser.

Hacía tiempo que no lo miraba así desde
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