Capítulo 604

Ella ya había experimentado su crueldad.

Dulcinea se rio suavemente, con ironía:

—¡Qué bien lo has escondido todo este tiempo! Luis, tú también estás sufriendo, ¿verdad? Todos estos años, has estado al borde de cómo torturarnos, el alcohol y las mujeres son tus anestésicos, y esa marca de cigarros es tu consuelo mental… Pregúntate a ti mismo, ¿has salido de la cárcel?

—¡No!

—Luis, en realidad sigues viviendo en la prisión.

Luis dejó escapar una ligera risa sarcástica:

—Dices mucho, pero no puedes cambiar la realidad. Espero tu decisión.

Dulcinea bajó la mirada:

—Necesito pensarlo.

—Tres, dos, uno…

No le dio tiempo. Siempre había sido implacable, no haría excepciones por una mujer, y mucho menos por Dulcinea.

Ella habló apresuradamente:

—¡Acepto!

En ese momento, sus ojos parecían perderse y su voz se convirtió en un susurro:

—Acepto, Luis, acepto.

Lo odiaba profundamente, y aún más se odiaba a sí misma por su ingenuidad juvenil.

Sus manos pálidas y delicadas se clavaron las uñas has
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