El rostro de Alberto mostró una grieta de dolor.Después de una pausa, continuó:—Ella… tiene un corazón blando.Dulcinea recordó que, dos años atrás, Ana le había ayudado mucho cuando fue a Bariloche para cuidar de la familia de Leandro. Estaba profundamente agradecida.Estaba a punto de hablar, pero se detuvo al ver la expresión de su hermano.De repente, preguntó:—Hermano, ¿te gusta ella?El rostro de Alberto reflejaba dolor, pero no lo negó. Pidió un cigarrillo al guardia y, mientras lo encendía, pensó en aquella tarde en su oficina, cuando vio a Ana por primera vez de verdad…La luz era tenue, y el rostro de Ana, aunque triste, era hermoso.En el pasado, Alberto solo pensaba en su trabajo y en la venganza, rara vez pensaba en mujeres, y las veces que había satisfecho sus necesidades fisiológicas eran contadas.Pero al ver a Ana, comprendió que no era un santo, que también tenía los deseos más básicos y secretos de un hombre.Cuando el cigarrillo se consumió, sonrió con amargura:
Luis no se resistió.Miró su mano y con voz baja dijo:—Mañana volaremos a Ciudad BA. Por la noche, iremos a una cena juntos.Dulcinea sabía que él estaba trabajando en un gran proyecto.Ir a Ciudad BA significaba reunirse con los socios.Ya no era una niña ingenua, había aprendido a negociar.—Dices que no puedes liberar a mi hermano, pero sé que tienes el poder para que su vida en prisión sea más llevadera.En ese momento, el crepúsculo se llevó el último rayo de sol.Su rostro, delicado y pequeño, mostraba ahora la madurez de una mujer.Luis la miró.Luego sacó una cajetilla de cigarrillos del bolsillo, encendió uno.El humo azul se elevó lentamente,la miró a través del humo y, después de un momento, sacudió la ceniza con una ligera sonrisa:—¿Quién te dijo eso? ¿Clara, o Catalina?Pensó que ella no tenía contacto con nadie más.Pero Dulcinea murmuró:—Lo adiviné.Luego, sonrió con amargura:—Mi hermano es abogado, y aun así cayó en tus manos. Sé que con su posición, tienes que hab
Luis se aflojó la corbata y la tiró al sofá, mirándola:—Los socios quieren que mi esposa me acompañe, ¿Catalina es mi esposa? Además, Catalina ya tiene dos hijos… No quiero tener una aventura con ella.Dulcinea no pudo convencerlo.Su cuerpo se relajó y su voz se suavizó:—¿Cuántos días nos vamos?Luis desabrochó tres botones de su camisa, y al ver su sumisión, se sintió conmovido y su deseo aumentó.No se contuvo, se acercó a la cama,levantó su barbilla y la besó, deslizando una mano por debajo de su camisón…En unos pocos movimientos, la atrajo hacia él y la tomó.Dulcinea se apoyó en su hombro, siendo dócil.Si se rendía, él se detenía después de una o dos veces.Pero si se resistía, Luis no se satisfacía hasta después de tres o cuatro veces, torturándola hasta que ella se aferraba a su cintura.Últimamente, la buscaba todas las noches.Ella no entendía, en su luna de miel, él no mostraba tanto interés por el sexo.Quizás, siempre había tenido esas necesidades.Simplemente, con me
Allí, se encontró con Leandro.Frente a una tienda de conveniencia, Leandro estaba apoyando a una mujer joven. Probablemente estaban casados, ya que ella estaba embarazada.Leandro llevaba una bolsa con productos para bebé.Al ver a Dulcinea,Leandro se quedó paralizado y dejó caer la bolsa al suelo.Su esposa miró a Dulcinea.Era una mujer muy hermosa, elegante y joven. Las mujeres son sensibles, y ella pudo ver que su esposo había amado a esa mujer.Le preguntó suavemente a su esposo:—¿Viene a buscarte?Los ojos de Leandro seguían fijos en Dulcinea. Nunca pensó que volvería a verla. Creía que Luis la había maltratado tanto que estaría destrozada, pero ahí estaba, de pie frente a él.Ella aún se veía frágil y hermosa.Incluso con ropa elegante, no podía ocultar su vulnerabilidad.Los ojos de Leandro se humedecieron. Recogió la bolsa del suelo y le sonrió a su esposa:—No… no la conozco.La ayudó a seguir adelante, pasando junto a Dulcinea.En su interior, Leandro sabía que Dulcinea n
Luis sonrió fríamente. Se rio entre dientes:—¿Y si ella lo quiso? Mil millones, es dinero que nunca ganaría en su vida. Leandro no es feo y tiene un buen carácter, ¿por qué no aceptaría? Pero tú, ¿por qué te importa tanto? ¿Todavía tienes sentimientos por Leandro… te duele verlo?Dulcinea no respondió.El ambiente en el coche se volvió tenso, y ninguno de los dos volvió a hablar.Llegaron al hotel donde sería la cena.Cuando el coche se detuvo, Luis le apretó suavemente la mano, con un tono frío:—No importa lo que sientas, no lo muestres. Este proyecto es muy importante para mí.Dulcinea, con una expresión serena, dijo:—No te preocupes. No arruinaré tu proyecto.Después de todo, era la hermana de Alberto, acostumbrada a la alta sociedad. Siguió a Luis con diligencia, interpretando el papel de señora Fernández…En Ciudad BA, nadie sabía que estaban divorciados.Pero en Ciudad BA, «la fama» de Luis como mujeriego era bien conocida. En los primeros años de su carrera, tenía muchas amig
En realidad, ya no sentía mucho por él.No lo amaba.Solo le parecía asqueroso.La luz del candelabro en el pasillo brillaba sobre el vestido de gala de Dulcinea, haciendo que su rostro pálido se viera aún más apagado.Los dos amantes también la vieron.En un mundo de tres, siempre hay uno que sobra.Dulcinea esbozó una sonrisa vacía:—Disculpen la interrupción. Pueden… continuar.—¡Dulcinea!La voz de Luis fue rápida y urgente.Pero Dulcinea no lo miró. No quería ver esa escena degradante, la cara sonrojada y los ojos nublados de la mujer en sus brazos, ni su actitud lasciva.Pensó que ese era el verdadero Luis.Un libertino de corazón.Dulcinea se dio la vuelta y se fue, su elegante vestido parecía el capítulo final de una noche trágica, donde la melodía ligera se transformaba en un lamento solemne…Su muñeca fue atrapada por alguien, era Luis.Dulcinea reaccionó con una furia nunca antes vista:—¡Suéltame!Le daba asco, realmente le daba asco.Pero Luis no le dio oportunidad de esca
…Después de hablar, Luis la jaló, y Dulcinea cayó en sus brazos.Ella no quería mostrar debilidad, con una voz suave dijo:—Luis, en realidad ya no siento nada, comparado con ese video, esto no es nada. Incluso si tuvieras relaciones con alguien en este lugar, solo sería una más de tus aventuras. ¿Por qué debería importarme?Luis no se enojó, sino que sonrió. Inclinó la cabeza, sus labios rozaron los de ella, y dijo con un tono burlón:—¡Claro! Tienes a otro en mente, ¿cómo te importaría si yo soy limpio o no? Pero déjame ver cuán indulgente es la señora Fernández… ¿sí?Dulcinea abrió los ojos de par en par.Sus ojos se llenaron de lágrimas, no podía creer que él quisiera hacer eso en el coche.El chofer seguía ahí, y él había estado con otra mujer hace un momento.Pero no pudo detener a Luis.Su vestido fue arrastrado hasta su cintura, las capas de tela lujosa contrastaban con su piel blanca, como una flor delicada siendo arrancada por Luis.Él no fue nada gentil, fue brutal.En medi
En el lavabo blanco, una gota de sangre se diluía en el agua…Dulcinea miraba sin expresión.Pensó que probablemente estaba enferma.A la mañana siguiente, Catalina llegó temprano para llevar a Luis a firmar un contrato.Luis se ajustó la corbata y se sentó a la mesa a desayunar con su habitual elegancia.Catalina lo esperaba sentada en el sofá.Miró hacia el dormitorio y no escuchó ningún ruido, suponiendo que Dulcinea aún dormía. En voz baja, le preguntó a Luis:—¿Cómo vamos a manejar lo de Hazel?Luis casi lo había olvidado.Para él, esos romances eran cosa de todos los días.Pero siempre había sido generoso con las mujeres. Después de pensarlo un poco, respondió:—Envíale un cheque de cinco millones. Y dile que no vuelva a llamarme.Catalina entendió, eso significaba que todo había terminado.Siempre sintió compasión por Dulcinea, así que se atrevió a preguntar:—¿Y las demás… también dejarás de verlas?Luis levantó la vista.Catalina sintió un escalofrío, temiendo haber cruzado un