Capítulo 401
Después de un rato, Ana añadió en voz baja:

—María está considerando mover su negocio a Ciudad B.

Sara, que conocía bien a Pedro, respondió tomando la mano de Ana:

—Ven a Ciudad B cuando quieras, aquí tienes mi apoyo para lo que necesites.

Ana le regaló una sonrisa débil:

—Gracias, Sara.

Sara agitó la mano, restándole importancia al gesto. Ambas se sentían melancólicas. Justo entonces, una empleada irrumpió para informar a Sara de la llegada de un visitante importante. Sara se disculpó con Ana:

—Este es alguien con quien he estado intentando conectarme, finalmente aceptó reunirse. Me disculpo, pero haz como si estuvieras en tu casa.

Ana asintió con una sonrisa ligera y despidió a Sara. Mientras Sara se retiraba, Ana caminó hacia el patio trasero, disfrutando de la tranquilidad del lugar. De repente, se topó con Mario.

Estaba sentado en una silla de ruedas, bajo el velo de una noche estrellada y envuelto en sombras. Sus ojos, oscuros como la tinta, la observaban en silencio. Vestía de m
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