Capítulo 408
Poco después, el auto se puso en marcha… Mario permaneció callado, observando ocasionalmente su brazo derecho. Pensaba que, si al menos este brazo funcionara bien, aunque sus piernas no lo hicieran, tendría el valor suficiente para pedirle que regresara con él. Pero, lamentablemente, la vida no está llena de «si» …

Al día siguiente, Ana y Pablo se encontraron. Ana había planeado solo tomar un café, intercambiar unas pocas palabras y marcharse, pero Pablo insistió en que comieran juntos. Así lo sugirió por teléfono:

—Ana, hace tanto que no nos vemos, ¿me harías el honor de cenar conmigo?

Finalmente, cenaron en un exclusivo club. Pablo estaba distraído y apenas probó bocado, pasando la mayor parte del tiempo contemplando a Ana.

Ana no creía que Pablo estuviera encantado con ella; en realidad, Pablo solo veía reflejos de María en su presencia.

Dejó su aperitivo suavemente sobre la mesa y dijo con una voz teñida de indiferencia:

—Pablo, entiendo lo que quieres saber: si María está bien… Sí
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