Capítulo 348
Nunca sospechó que María fuera la compañera de Pedro.

Pablo, dejando a un lado la joya, posó su mirada en María. No había alegría en el reencuentro, solo un halo de melancolía… Había pensado que María se casaría eventualmente, pero jamás con alguien del círculo de Pedro.

Sin rodeos, preguntó:

—¿Estás con él?

María, habitualmente firme, tembló levemente al responder:

—Sí, Pedro es maravilloso conmigo.

Pablo, con un suave parpadeo, sus largas pestañas escondían un semblante severo que solía pasar inadvertido… La miró intensamente antes de inquirir con delicadeza:

—¿Han… formalizado su unión?

María, claramente incómoda, se apresuró a recoger sus pertenencias. Sin embargo, al voltearse para marcharse, dejó escapar:

—Sí, lo hemos hecho.

Estas palabras descolocaron a Pablo, un hombre acostumbrado a no reprimir sus anhelos. Al oírlas, vaciló, superado por la emoción.

Abordó su automóvil, tembloroso, intentando encender un cigarrillo… Aquella noche, se entregó al alcohol hasta casi perder el s
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