Capítulo 347
Ana regresó a casa. Recostada contra la puerta, tomaba aliento lentamente, sumergida en sus reflexiones por un instante. Luego, con un toque delicado, rozó sus labios, y sus ojos, empañados, delataban su tormento interno. No lograba perdonar a Mario, pero tampoco se perdonaba a sí misma.

La tensión aquel día en el auto no había sido unilateral. Intentó contenerse, pero su cuerpo no engañaba; el tacto de Mario despertaba sus deseos más profundos. Se sentía avergonzada…

El silencio envolvía el apartamento; Carmen ya descansaba, habiéndole dejado preparada una cena ligera. Ana no tenía hambre. Entró al dormitorio, encendió la lámpara de noche y se sentó al borde de la cama para observar a Emma, quien dormía plácidamente. Los medicamentos recetados por el doctor Felipe habían aliviado su estado, y los sangrados nasales habían cesado. Sin embargo, la condición de Emma seguía pesando en el alma de Ana.

Por eso la noche se tornó tan difícil, desnuda, abrazando a Mario, casi rogándole que se q
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