Capítulo 356
Sus corazones se agitaban como mareas tumultuosas. Incluso en sus momentos más intensos, nunca se habían sentido tan conmovidos como ahora. Las lágrimas en los ojos de Ana, cargadas de todo el amor y resentimiento que alguna vez sintió por él, caían reluctantes, una tras otra. Mario las recogía con sus besos, su voz ronca y quebrada:

—Todavía me odias, ¿verdad? Aunque me amas, ¿cierto?

Ana desvió la mirada. Evitaba responder. Su silencio hizo que Mario insistiera más, buscando desesperadamente en su rostro algún indicio de aquel cariño perdido, alguna señal de que aún lo amaba…

Pero Ana guardó silencio. Mario se acostó a su lado, colocando una mano sobre ella, su rostro descansando en el hueco de su cuello, en un gesto de humildad profunda:

—En estos años no he estado con nadie más. No es que no haya sentido deseos, pero la idea de estar con otra mujer nunca cruzó mi mente. Temía que te enfadarías si volvías.

Creía posible que ella hubiera buscado a alguien más, pero enfrentarse a esa
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