Capítulo 362
La atmósfera se volvió de repente delicada. Ana bajó la mirada hacia él, y en los ojos de Mario, no lograba discernir aquel deseo que se supone masculino; su rostro, incluso, se mostraba serio, sobrio. Tras un instante, Ana murmuró en un susurro:

—¡Sólo quedan dos días!

Realmente necesitaban un hijo. Ana no pretendía ser exigente, y tras pensarlo un poco, añadió suavemente:

—Ve a ducharte primero, luego…

No había terminado de hablar cuando Mario la tomó en brazos y caminó hacia el salón exterior. Ana, temerosa de caer, lo abrazó delicadamente por el cuello. Su expresión era sutil, pero Mario recordaba su noche de bodas, cuando la había llevado así hasta la habitación. Aquella noche, el rostro de Ana irradiaba la timidez de una joven esposa, aunque él no había sido especialmente considerado con ella.

En esos breves pasos, se entremezclaban sentimientos agridulces. Quizás por algo que guardaban en el corazón, o quizá sólo por la enfermedad de Emma, ninguno de los dos se dejaba llevar por
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