Capítulo 366
Todo se calmó.

Los respiros agitados de un hombre y una mujer, la impaciencia de ambos, parecían congelarse; como si el mundo entero se redujera a esa frase de Mario…

—Te amo.

Los ojos de Ana estaban húmedos.

Ella lo miraba, desesperanzada, temblando al decir:

—Mario, ¡no podemos hablar de amor! Si realmente me amaras, ¿cómo podrías seguir haciéndome daño, sacrificándome una y otra vez?

Cada herida que él le había infligido era una cicatriz profunda, ¡imborrable en esta vida!

Su tía observaba su fortaleza, pensando que quizás flaquearía, que tal vez consideraría regresar con Mario.

Es verdad que Mario se había vuelto más considerado,

pero las heridas del pasado aún eran palpables.

Cada invierno, un frío penetrante la invadía, y algunas noches soñaba con encogerse en un rincón de esa villa, esperando desesperadamente el amanecer… porque con el sol venía un leve alivio.

Al recordar eso, todo se volvía a enfriar.

Ana empujó a Mario, arreglándose la ropa con voz entrecortada:

—Lo siento, e
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