Capítulo 368
Ana no había notado a Mario en la entrada; tomó el violín y empezó a tocar una melodía para Emma desde la ventana. Aunque había cambiado, tanto su postura como el sonido eran aún bellísimos.

Al concluir la pieza, Ana se volteó para hablar con Emma, pero entonces vio a Mario. Mario la observaba embelesado, pero con Emma allí, optó por contenerse y se dirigió al sofá para sentarse. Durante la noche, bebió un par de copas de vino tinto, que le dieron un rubor suave que, bajo la luz de un candelabro de cristal, lo hacía ver especialmente atractivo.

Cuando los efectos del vino empezaron a menguar, Emma se abalanzó sobre él, pidiéndole que la cargara. Mario levantó a su pequeña hija, permitiéndole sentarse sobre su cintura. Incluso trajo al perrito para ella, pero Emma comenzó a contar los «cuadritos» de su abdomen, palpando cada uno, duros y firmes…

Mario miró hacia abajo hacia Emma, pero sus palabras estaban dirigidas a Ana y las pronunció con ternura:

—¿Cómo se te ocurrió enseñarle a toca
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