Capítulo 343
Tres días más tarde, se dieron cita en un evento benéfico. Mario, retrasado por compromisos empresariales, llegó y tomó asiento con discreción. Al acomodarse, sus ojos rastrearon la sala en busca de Ana. De pronto, su búsqueda se detuvo. Ana estaba junto a un hombre, susurrándose mutuamente en un tono conspirativo, demostrando una cercanía sorprendente. Ese hombre era Pedro López, un conocido de Ciudad BA.

En la subasta, señor López se adjudicó un collar de rubíes de valor incalculable, una pieza ostentosa y deslumbrante destinada a una dama. Al ganar, su sonrisa era la de un hombre victorioso. Ana, desde su lugar, le dedicó un aplauso y una sonrisa cómplice. Pedro, con premura y fuera de lo común, reclamó el premio antes de lo previsto y se retiró al balcón con Ana. Estaban tan ensimismados que la presencia de Mario pasó desapercibida para Ana.

Bajo el manto de la noche, Ana, copa de champán en mano, esbozó una sonrisa sutil:

—¡Felicidades por conseguir esa joya, a María le encantará!
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