Sólo había algo peor que llevar aburrida ropa interior de algodón cuando por fin conseguía acostarse con el hombre de sus sueños: que él se fuera antes del amanecer.
Ashley Carson sintió cómo su cuerpo se tensaba bajo la sábana. Con los ojos aún entrecerradados, observó silenciosa cómo se vestía. Había sido lo suficientemente imprudente como para acostarse con Matthew Landis la noche anterior, pero lo cierto era que ese tipo de conducta no era propio de ella.
Su cuerpo aún evocaba las maravillosas sensaciones y no se arrepentía de nada. Pero su sentido común le recordaba que había sido un error. Para colmo de males, el error lo había cometido con uno de los más prometedores candidatos a ser senador por el estado de Carolina del Sur.
Se fijó en su pelo oscuro y corto. La impoluta camisa blanca cubría una espalda de anchos y fuertes hombros. Recordó cómo se la había quitado ella horas antes, mientras organizaban una cena para recaudar fondos que iba a tener lugar en su restaurante, donde también vivía. La reunión había dado un giro inesperado que los había llevado por el pasillo y hasta su dormitorio.
Siempre le había gustado Matthew, pero no había pasado de lo plátonico. Nunca se habría imaginado que algo así pudiera llegar a pasar entre los dos. A ella le gustaba su vida tranquila y sedentaria, disfrutaba dirigiendo su propio negocio y con los simples placeres que tenía a su alcance. Eran cosas que valoraba especialmente por su experencia personal. Se había criado en hogaes de acogida. Él, en cambio, estaba siempre en el punto de mira por su trabajo. Era uno de los miembros más poderosos del Congreso. Y tan pronto tenía que negociar una nueva e importante ley como participaba en acto benéfico.
La gente lo seguía con entusiasmo. Era un hombre con mucho carísma y empuje.
Se preguntó si se despediría de ella o si se limitaría a desaparecer.
-La tabla de madera que está justo frente a la puerta cruje al pisarla, así que será mejor que la evites si lo que pretendes es irte sin que te oiga -le dijo ella.
Él se detuvo y la miró. Sus ojos, verdes y brillantes, los que le habían ayudado a ganar su puesto de diputado, parecían estar llenos de culpabilidad. En unos meses podría conseguir el cargo en el Senado, que su madre estaba a punto de dejar vacante.
-¿Qué dices? Yo no me escapo de los sitios -se defendió ´l-. Me estaba vistiendo, eso es todo.
-Claro, perdona -repuso ella con sarcasmo-. Así que, desde anoche, has empezado a andar de puntillas y sin zapatos, ¿no?
-Estabas profundamente dormida -repuso Matthew.
-Vaya, ¡qué considerado eres!
Matthew soltó los zapatos y se los puso.
-Ashley, lo de anoche fue genial...
-No sigas -lo interrumpió ella-. No necesito explicaciones. Los dos somos adultos y solteros. La verdad es que ni siquiera somos amigos. Sólo somos dos conocidos con una relación comercial entre manos y parece que nos hemos dejado llevar por un momento de momentánea atracción.
-Veo que entonces pensamos igual -repuso él.
-Deberías irte ya o no vas a tener tiempo para cambiarte de ropa.
Matthew diio medio vuelta y salió.
Ella lo siguió hasta el vestíbulo de la grandiosa mansión sureña. Era una de las pocas casas que se conservaba en pie desde antes de la guerra civil y el restaurante que habían instalado allí se había convertido en la forma de vida para sus dos hermanastras y para ella.
Hacía poco que vivía en la habitación contigua a su despacho, en la parte de atrás de la mansión. Después de que sus dos hermanas se casaran y se mudaran a otras casas, ella era la que se encargaba de la contabilidad y el mantenimiento.
Más de un tablón crujió bajo los seguros pasos de Matthew mientras pasaban al lado de la tienda de regalos y llegaban al vestíbulo. Abrió el cerrojo de la gran puerta sin mirarlo a los ojos.
-Enviaré a tu ayudante un par de copias del contrato que hemos firmado para la cena.
La noche anterior y tras la cena de negocios que habían tenido, Matthew se había quedado un buen rato para repasar con ella algunos detalles de la misma. Nunca se hubiera imaginado lo incendiario que podía llegar a ser un simple y accidental roce de cuerpos.
Pero se daba cuenta de que no podía haber nada más, no se le había pasado por alto lo rápido que había querido salir de su dormitorio.
Era la historia de su vida. Había sido rechazada por familias de acogida dede temprana edad. Ese pasado le había marcado y se había convertido en una mujer independiente y llena de orgullo. Ese sentimiento era el que mantenía su cabeza alta y su espalda recta, una postura que se había visto forzada a mantener durante toda su infancia por culpa de un duro corsé que le habían colado para corregir su escoliosis.
-Te llamaré.
<<Sí, claro que me llamarás>>, pensó ella con incredulidad.
-No, nada de llamadas. Terminemos este encuentro como lo empezamos. Sólo se trata de negocios -repuso ella mientras le ofrecía con profesionalidad la mano.
Matthew la miró con cautela. Después la aceptó sin sacudirla y se inclinó para besarla...
Pero, muy a su pesar, lo hizo en la mejilla.
-Aún es de noche, deberías volver a la cama y dormir un poco más -le aconsejó Matthew.
Lo último que tenía en mente era dormir un poco más. Entre otras razones porque sabía que no lo conseguiría, no después de haber pasado una noche como aquella con Matthew Landis.
Entró y cerró la puerta con fuerza. Fue entonces cuando el orgulo dejó de mantenerla en pie y se derritió. Se acercó al mostrador de la entrada y se derrumbó sobre él.
La verdad era que no podía culparlo de nada, ella había estado tan dispuesta como él. La llama se había encendido entre ellos de repente y, en ese momento, lo último que había tenido en mente había sido su aburrida ropa interior de algodón.
Se sentía algo herida y confusa. Tenía que animarse de alguna manera. Miró el escaparate de la tienda de regalos que tenían en el vestíbulo y se fijó en la zona donde tenían la lencería fina. Eran modelos inspirados en diseños antiguos. Entró y fue directa al camisón de satén rosa pálido que siempre le había llamado la atención.
Se había pasado toda la infancia soñando con tener prendas delicadas y femeninas como aquellas. Nunca había podido llevar nada parecido, sólo prendas de algodón blanco, un tejido mucho más resistente que su duro corsé corrector no podía dañar. Ya no necesitaba llevar nada parecido. Su escoliosis se había corregido y la única consecuencia de esa condición era que tenía un hombro algo más alto que el otro, algo apenas perceptible.
En un impulso, tomó la prenda con el camisón y salió de la tienda. Se dirigió con paso decidido al aseo público. Le hubiera encantado llevar algo así puesto la noche anterior.
Se quitó el albornoz y dejó que cayera al suelo.
El satén se deslizó sobre su cuerpo desnudo como una refrescante ducha tras una noche de pasión con Matthew.
Se dejó caer sobre el diván francés que decoraba el tocador y encendió una vela para intentar relajarse y crear algo más de ambiente. Se tapó con la delicada colcha que había sobre el diván y cerró los ojos. Pensó que no estaría mal dormir unos segundos...
Pasó el tiempo sin que se diera cuenta. Respiró entonces, de manera más profunda, y comenzó a toser. Se incorporó deprisa en el diván. Ya no olía el aroma de la vela.
Olía a humo.
Matthew Landis intentó aclararse las ideas mientras contemplaba el amanecer sobre el océano. Iba de vuelta a Beachcombers, donde se había dejado olvidado su maletín. Dejó el coche en el aparcamiento del restaurante, era la segunda vez que lo hacía ese día. Volvía al mismo lugar donde había empezado todo al lado de Ashley Carson. Era una persona muy organizada y eso le ayudaba a no cometer errores. Pero lo que había pasado esa noche no había formado parte de sus planes. Siempre había tenido mucho cuidado con su vida personal y su elección de amantes. No tenía intención de casarse, pero tampoco podía vivir como un monje. Ya había intentando tener una relación serio y para toda la vida, fue durante su tiempo en la universidad, pero había acabado perdiéndola por culpa de una fatal enfermedad cardiaca producida por un defecto de nacimiento. No tuvo siquiera la oportunidad de que su familia conociera a Dana y nadie supo nunca que habían estado prometidos para casarse. Lo había mantenido
Matthew estaba seguro de estar imaginando cosas. Ashley estaba de nuevo cubierta. Sólo había quedado un hombro al descubierto y pudo distinguir un fino tirante de satén rosa. Le sorprendió darse cuenta de que no quería que nadie más viera esa parte de ella. Intentó acercarse de nuevo a la camilla, pero se lo impidió uno de los sanitarios. -Apártese, por favor, congresista. Ese enfermero le echará un vistazo mientras nos ocupamos nosotros de la señorita -le dijo mientras colocaba una mascarilla de oxígeno sobre la cara de Ashley-. Respire... Muy bien, señorita. Respire profundamente y con calma. Intente relajarse. Apenas fue consciente de que alguien lo auscultaba, le limpiaba la herida que tenía en la sien y le colocaba un vendaje. Intentó calmarse y respirar de manera normal, como si así pudiera conseguir que Ashley también lo hiciera. Alguien le tocó el brazo y ese gesto lo devolvió a la realidad, era la hermana de Ashle. Starr Reis. Recordaba su nombre de otras cenas y encuentr
>, se repitió Ashley. Se dio cuenta de que Matthew necesitaba aprender a tener más tacto con las mujeres. Apoyó las manos en su torso y lo empujó para separarse de él. Estaba enfadada y le pareció el hombre más arrogante del mundo. También estaba molesta con ella misma por imaginarse que quizás él también se sintiera atraído por ella. Decidió que no volvería a dejar que esos ojos verdes volvieran a engatusarla. -Me alegra ver que tiene todo bajo control. Matthew, lleno de seguridad y con el mismo aire honesto de siempre, se levantó de la cama. -Brent David, mi director de campaña, es uno de los... Levantó una mano para que no siguiera hablando. -¡Genial! No me sorprende en absoluto ver que podéis ocuparos de todo. Matthew la miró sin entender su tono. -¿Pasa algo? Pensé que te aliviaría ver que nos estamos encargando de minimizar los daños. >, se repitió ella. No podía creer qque lo que habían compartido la
No entendía por qué no se iba ya de allí. Deseaba que saliera de la habitación y volviera por fin a la mansión familiar de Hilton Head. -En cuanto a lo de esta mañana... -comenzó él con algo de verguenza-. Sigues pensando lo mismo, ¿no? Sus palabras desataron las alarmas en su interior, no podía creer que le diera tanta lástima como para imaginarse que esa noche de pasión había significado para ella más de lo que quería admitir. Rezaba para que Matthew no dijera nada más porque no sabía si podría controlarse y no darlle después de todo el puñetazo que se merecía. -Tengo problemas mucho más graves en mi vida ahora mismo que pensar en con quién me he acostado. -Claro, lo entiendo. -Tengo que encargarme de los daños en la tienda, hablar con mis hermanas, ocuparme de dar los partes a la compañía de seguros...Era una empresaria muy competente y profesional y quería que la respetara por eso. No quería darle pena. -Muy bien -repuso él levantando las mans en señal de rendición y con m
Ya había tomado la decisión y no se lo pensó más. -Hay una manera mucho más rápida de acabar antes con los rumores. -¿Cómo? -preguntó Ashley? Se dio cuenta de que la joven estaba hecho un manojo de nervios. Se paró ante un semafóro en rojo, era su oportunidad. Colocó el brazo sobre el respaldo de ella y la contempló con su mirada más seductora y persuasiva. -Nos prometeremos. -¿Prometernos? -repitió ella con los ojos como platos. Aquello consiguió despertarla del todo. Se incorporó aún más en su asiento-. No hablarás en serio. ¿No crees que contraer matrimonio para apaciguar a la prensa es un poco extremo? >, se repitió él. La palabra lo atravesó como un puñal. Era tan reacio como ella a pasar por el altar. El semáforo se puso en verde y agradeció la oportunidad de apartar de ella la mirada para concentrarse de nuevo en la carretera. -No llegaremos a tanto. Cuando la novedad del compromiso pase, nos limitamos a romper de manera discreta. Podemos incluso darla la
-Me ha sorprendido porque no sabía nada. No tenía ni idea de que os conocierais tan bien -repuso Starr mientras buscaba las fotos más escamdalosas-. Aunque, viendo estas imágenes, me he dado cuenta de que no has estado ocultando muchas cosas. No entiendo cómo no me contaste nada cuando te llevé al hospital -añadió con algo de dolor en su tono. -Lo siento. Tienes razón, pero es que no nos conocemos tan bien. Ya has leído todo lo que hay que saber. No hay nada más. Nos hemos visto de vez en cuando para preparar cenas y reuniones relacionadas con la campaña electoral. Lo de esa noche fue... Bueno, fue algo... -¿Espontáneo? -Creo que ninguno de los dos nos paramos a pensar. -Bueno, me alegra que tú estés bien. -¿Qué quieres decir? -Que esto puede ser un duro golpe para Matthew. Todo está muy igualado en las encuestas -comentó Starr mientras tomaba un montón de camisetas que había pintado ella misma-. Espero que su oponente no consiga sacar partido de esto en un momento en el que uno
Matthew no entendía cómo Ashley podía soportar ver de manera tan estoica en qué se había convertido su maravillosa casa. Cuando ella le dijo que iba a ir a echar un vistazo, decidió que tenía que estar con ella para prestarle todo su apoyo. Vio cómo le temblaba la barbilla. Lo entendía perfectamente. Había esperado verla así. Lo que no había esperado era que a él le afectara tanto verla sufrir. Se cruzó de brazos para retener sus manos y no tener la tentación de abrazarla de nuevo. Ashley pasó entonces a su lado y la tela de su blusa rozó su brazo. No pudo evitar imaginarse qué llevaría debajo de la delicada prenda. Su cuerpo estaba deseando conocer la respuesta. Nunca habría pensado que la práctica Ashley se pondria la lencería que vendía en la tienda de regalos. La tienda de regalos... No entendía cómo podía haber estado tan enfrascado soñando con el cuerpo de Ashley como para olvidar el escensario devastador que tenía a su alrededor. Se acercaron a lo que quedaba de la tiend
Si Ashley se negaba, le diría que podrían venderlo después y donar el dinero a alguna obra de caridad. Era una mujer generosa y sabía que algo así sería de su agrado. Y él no estaría comprando un símbolo de compromiso, sólo un objeto que podría proteger a Ashley de la prensa y servir después a una buena causa. -¿Por qué no le das a esa tal Ashley Carson el anillo de compromiso que tu padre le dio a tu madre? -le preguntó David con los ojos entrecerrados. Era una buena pregunta. -Ashley quiere comprarse uno que sea sólo para ella -contestó con rapidez-. Ha crecido en hogares de acogida y siempre tenía que heredar ropas y cosas de otros niños, casi nunca podía elegir ella misma lo que quería. Se merece un anillo que ella elija -le pareció una respuesta verosímil y le dio la impresión de que sería lo que Ashley habría decidido hacer si ese compromiso fuera real-. Supongo que la prensa se enterará gracias a alguien de la joyería, así que ve preparando un comunicado oficial. ¿Cuándo cre