<<Nadie pensará que somos pareja>>, se repitió Ashley.
Se dio cuenta de que Matthew necesitaba aprender a tener más tacto con las mujeres.
Apoyó las manos en su torso y lo empujó para separarse de él. Estaba enfadada y le pareció el hombre más arrogante del mundo. También estaba molesta con ella misma por imaginarse que quizás él también se sintiera atraído por ella. Decidió que no volvería a dejar que esos ojos verdes volvieran a engatusarla.
-Me alegra ver que tiene todo bajo control.
Matthew, lleno de seguridad y con el mismo aire honesto de siempre, se levantó de la cama.
-Brent David, mi director de campaña, es uno de los...
Levantó una mano para que no siguiera hablando.
-¡Genial! No me sorprende en absoluto ver que podéis ocuparos de todo.
Matthew la miró sin entender su tono.
-¿Pasa algo? Pensé que te aliviaría ver que nos estamos encargando de minimizar los daños.
<<¿Minimizar los daños?>>, se repitió ella.
No podía creer qque lo que habían compartido la noche anterior fuera para él algo de lo que debía ocuparse su director de campaña. Estaba furiosa.
Pero lo último que quería era que Matthew se diera cuenta de hasta qué punto le habían herido sus palabras. Pensó en alguna otra cosa que pudiera justificar su reacción.
-Tengo miedo de volver de nuevo a Beachcombers y ver cómo está todo. Pero, por otro lado, estoy deseando ir y empezar a organizarlo todo. Es un verdadero alivio ver que al menos no tendré que preocuparme por lo que va a decir la prensa -hablaba deprisa y sin pensar, pero creía que era mejor eso que tener que soportar un incómodo silencio o perder del todo los papeles y pegarle un puñetazo-. Bueno, entonces eso es todo... -añadió ella a modo de conclusión. Ese hombre destilaba seguridad y sinceridad por los cuatros costados. Y además era extremadamente atractivo, pero no se sentía atraído por ella. No entendía por qué estaba tan enfadada con él. Había sido una aventura de una noche, algo impulsivo,, sabía que la gente hacía cosas así todo el tiempo. Pero ella no. Nunca le había pasado. Tenía experiencia, no mucho, pero algo sí. A pesar de todo, Matthew había conseguido estremecerla y le había hecho sentir cosas que no creía posibles. Necesitaba que saliera de allí, no podía soportar tenerla tan cerca-. Quiero agradecerte de nuevo que te pasaras a verme, pero ahora... Bueno, tengo que secarme el pelo.
Sabía que era una excusa nefasta, pero fue lo primero que se le ocurrió.
Matthew se masajeó la zona que rodeaba su herida en la sien.
-Prométeme que tendrás mucho cuidado y que no entrarás a Beachcombers hasta que los técnicos le den el visto bueno y te certifiquen que la casa es segura.
-Lo prometo -repuso ella-. Ya puedes irte.
No entendía por qué no se iba ya de allí. Deseaba que saliera de la habitación y volviera por fin a la mansión familiar de Hilton Head. -En cuanto a lo de esta mañana... -comenzó él con algo de verguenza-. Sigues pensando lo mismo, ¿no? Sus palabras desataron las alarmas en su interior, no podía creer que le diera tanta lástima como para imaginarse que esa noche de pasión había significado para ella más de lo que quería admitir. Rezaba para que Matthew no dijera nada más porque no sabía si podría controlarse y no darlle después de todo el puñetazo que se merecía. -Tengo problemas mucho más graves en mi vida ahora mismo que pensar en con quién me he acostado. -Claro, lo entiendo. -Tengo que encargarme de los daños en la tienda, hablar con mis hermanas, ocuparme de dar los partes a la compañía de seguros...Era una empresaria muy competente y profesional y quería que la respetara por eso. No quería darle pena. -Muy bien -repuso él levantando las mans en señal de rendición y con m
Ya había tomado la decisión y no se lo pensó más. -Hay una manera mucho más rápida de acabar antes con los rumores. -¿Cómo? -preguntó Ashley? Se dio cuenta de que la joven estaba hecho un manojo de nervios. Se paró ante un semafóro en rojo, era su oportunidad. Colocó el brazo sobre el respaldo de ella y la contempló con su mirada más seductora y persuasiva. -Nos prometeremos. -¿Prometernos? -repitió ella con los ojos como platos. Aquello consiguió despertarla del todo. Se incorporó aún más en su asiento-. No hablarás en serio. ¿No crees que contraer matrimonio para apaciguar a la prensa es un poco extremo? >, se repitió él. La palabra lo atravesó como un puñal. Era tan reacio como ella a pasar por el altar. El semáforo se puso en verde y agradeció la oportunidad de apartar de ella la mirada para concentrarse de nuevo en la carretera. -No llegaremos a tanto. Cuando la novedad del compromiso pase, nos limitamos a romper de manera discreta. Podemos incluso darla la
-Me ha sorprendido porque no sabía nada. No tenía ni idea de que os conocierais tan bien -repuso Starr mientras buscaba las fotos más escamdalosas-. Aunque, viendo estas imágenes, me he dado cuenta de que no has estado ocultando muchas cosas. No entiendo cómo no me contaste nada cuando te llevé al hospital -añadió con algo de dolor en su tono. -Lo siento. Tienes razón, pero es que no nos conocemos tan bien. Ya has leído todo lo que hay que saber. No hay nada más. Nos hemos visto de vez en cuando para preparar cenas y reuniones relacionadas con la campaña electoral. Lo de esa noche fue... Bueno, fue algo... -¿Espontáneo? -Creo que ninguno de los dos nos paramos a pensar. -Bueno, me alegra que tú estés bien. -¿Qué quieres decir? -Que esto puede ser un duro golpe para Matthew. Todo está muy igualado en las encuestas -comentó Starr mientras tomaba un montón de camisetas que había pintado ella misma-. Espero que su oponente no consiga sacar partido de esto en un momento en el que uno
Matthew no entendía cómo Ashley podía soportar ver de manera tan estoica en qué se había convertido su maravillosa casa. Cuando ella le dijo que iba a ir a echar un vistazo, decidió que tenía que estar con ella para prestarle todo su apoyo. Vio cómo le temblaba la barbilla. Lo entendía perfectamente. Había esperado verla así. Lo que no había esperado era que a él le afectara tanto verla sufrir. Se cruzó de brazos para retener sus manos y no tener la tentación de abrazarla de nuevo. Ashley pasó entonces a su lado y la tela de su blusa rozó su brazo. No pudo evitar imaginarse qué llevaría debajo de la delicada prenda. Su cuerpo estaba deseando conocer la respuesta. Nunca habría pensado que la práctica Ashley se pondria la lencería que vendía en la tienda de regalos. La tienda de regalos... No entendía cómo podía haber estado tan enfrascado soñando con el cuerpo de Ashley como para olvidar el escensario devastador que tenía a su alrededor. Se acercaron a lo que quedaba de la tiend
Si Ashley se negaba, le diría que podrían venderlo después y donar el dinero a alguna obra de caridad. Era una mujer generosa y sabía que algo así sería de su agrado. Y él no estaría comprando un símbolo de compromiso, sólo un objeto que podría proteger a Ashley de la prensa y servir después a una buena causa. -¿Por qué no le das a esa tal Ashley Carson el anillo de compromiso que tu padre le dio a tu madre? -le preguntó David con los ojos entrecerrados. Era una buena pregunta. -Ashley quiere comprarse uno que sea sólo para ella -contestó con rapidez-. Ha crecido en hogares de acogida y siempre tenía que heredar ropas y cosas de otros niños, casi nunca podía elegir ella misma lo que quería. Se merece un anillo que ella elija -le pareció una respuesta verosímil y le dio la impresión de que sería lo que Ashley habría decidido hacer si ese compromiso fuera real-. Supongo que la prensa se enterará gracias a alguien de la joyería, así que ve preparando un comunicado oficial. ¿Cuándo cre
Carraspeó para aclararse la garganta y concentrarse en el tema del que estaban hablando. -¿Dónde estaban esos terrenos? -En la playa de Myrtle -repuso él. Era un lugar de veraneo exclusivo, donde las familias más pudientes del estado se construían sus mansiones. -Eso explica muchas cosas... -comentó ella. Le llamó la atención que quitara importancia a la manera en la que su familia se había hecho rica. Pero una riqueza así no crecía sola-. Explica muchas cosas, pero no todo -insistió ella-. Muchas familias se gastan las herencias antes de que llegue la siguiente generación. -Hemos invertido ese dinero de manera bastante inteligente durante décadas -reconoció Matthew mientras jugaba con los gemelos de su camisa. Parecían antiguos. Se acercó más y vio que tenían las iniciales de su padre-. Siempre hemos vivido bien, pero sin perder el norte y pendientes de que los bienes fueran creciendo. -Muy inteligentes -pensó en muchas maneras de incrementar una cartera tan importante como la
Estaba claro que le gustaba jugar, pero ella no iba a rendirse. -Sí sigues hablando de esa manera no vas a conseguir convencerme para que vaya a vivir a tu casa. Matthew le dedicó media sonrisa. -Tienes razón -repuso él-. Dentro del recinto familiar hay varias propiedades. Allí viven también mis dos hermanos. Todos tenemos nuestra propia zona. Mi madre y el general viven entre Washington y Carolina del Sur. Él está ahora mismo en el Pentágono, pero mi madre se ha quedado en casa, así que tendremos carabina. -¿Qué quieres decir con que todos tenéis vuestra propia zona? -le preguntó con suspicacia -Matthew acababa de dejarle claro que ella aún le atraía. Pero no le gustaba la idea de tener una aventura con él cuando llevaba un falso anillo de compromiso. Sabía que era irónico que se hubiera acostado con él antes y no estuviera dispuesta a repetir cuando a ojos de los demás estaban prometidos, pero así era como se sentía-. ¿Es que tenéis todos vuestra propia suite en la misma casa? A
Se quedaron en silencio y Ashley se entretuvo mirando por la ventana. Había crecido en Charleston, pero no conocía bien esa zona de la costa. Era una de las más exclusivas de todo el estado. Parecían haber sido capaces de domar la naturaleza sin que fuera evidente. El paisaje era bellísimo. Fueron pasando impresionants mansiones. Cada una parecía más grande y lujosa que la anterior. Se dio cuenta de que los dueños de esas propiedades se podían permitir hacer lo que quisieran con el paisaje, incluso transformarlo a capricho. Salieron de la carretera principal y siguieron por una sinuosa calle. Desde el coche sólo veía palmeras y cuidados céspedes. Y llegaron poco después frente a una enorme casa blanca, de tres pisos y con tejados victorianos. Desde allí se podía ver el océano. Distinguió las escaleras que subían hasta el segundo piso, donde un porche ofrecía las mejores vistas desde la casa. Y allí parecía estar también la entrada principal. Ventanas con celosías cerraban a mayor