Si Ashley se negaba, le diría que podrían venderlo después y donar el dinero a alguna obra de caridad. Era una mujer generosa y sabía que algo así sería de su agrado. Y él no estaría comprando un símbolo de compromiso, sólo un objeto que podría proteger a Ashley de la prensa y servir después a una buena causa. -¿Por qué no le das a esa tal Ashley Carson el anillo de compromiso que tu padre le dio a tu madre? -le preguntó David con los ojos entrecerrados. Era una buena pregunta. -Ashley quiere comprarse uno que sea sólo para ella -contestó con rapidez-. Ha crecido en hogares de acogida y siempre tenía que heredar ropas y cosas de otros niños, casi nunca podía elegir ella misma lo que quería. Se merece un anillo que ella elija -le pareció una respuesta verosímil y le dio la impresión de que sería lo que Ashley habría decidido hacer si ese compromiso fuera real-. Supongo que la prensa se enterará gracias a alguien de la joyería, así que ve preparando un comunicado oficial. ¿Cuándo cre
Carraspeó para aclararse la garganta y concentrarse en el tema del que estaban hablando. -¿Dónde estaban esos terrenos? -En la playa de Myrtle -repuso él. Era un lugar de veraneo exclusivo, donde las familias más pudientes del estado se construían sus mansiones. -Eso explica muchas cosas... -comentó ella. Le llamó la atención que quitara importancia a la manera en la que su familia se había hecho rica. Pero una riqueza así no crecía sola-. Explica muchas cosas, pero no todo -insistió ella-. Muchas familias se gastan las herencias antes de que llegue la siguiente generación. -Hemos invertido ese dinero de manera bastante inteligente durante décadas -reconoció Matthew mientras jugaba con los gemelos de su camisa. Parecían antiguos. Se acercó más y vio que tenían las iniciales de su padre-. Siempre hemos vivido bien, pero sin perder el norte y pendientes de que los bienes fueran creciendo. -Muy inteligentes -pensó en muchas maneras de incrementar una cartera tan importante como la
Estaba claro que le gustaba jugar, pero ella no iba a rendirse. -Sí sigues hablando de esa manera no vas a conseguir convencerme para que vaya a vivir a tu casa. Matthew le dedicó media sonrisa. -Tienes razón -repuso él-. Dentro del recinto familiar hay varias propiedades. Allí viven también mis dos hermanos. Todos tenemos nuestra propia zona. Mi madre y el general viven entre Washington y Carolina del Sur. Él está ahora mismo en el Pentágono, pero mi madre se ha quedado en casa, así que tendremos carabina. -¿Qué quieres decir con que todos tenéis vuestra propia zona? -le preguntó con suspicacia -Matthew acababa de dejarle claro que ella aún le atraía. Pero no le gustaba la idea de tener una aventura con él cuando llevaba un falso anillo de compromiso. Sabía que era irónico que se hubiera acostado con él antes y no estuviera dispuesta a repetir cuando a ojos de los demás estaban prometidos, pero así era como se sentía-. ¿Es que tenéis todos vuestra propia suite en la misma casa? A
Se quedaron en silencio y Ashley se entretuvo mirando por la ventana. Había crecido en Charleston, pero no conocía bien esa zona de la costa. Era una de las más exclusivas de todo el estado. Parecían haber sido capaces de domar la naturaleza sin que fuera evidente. El paisaje era bellísimo. Fueron pasando impresionants mansiones. Cada una parecía más grande y lujosa que la anterior. Se dio cuenta de que los dueños de esas propiedades se podían permitir hacer lo que quisieran con el paisaje, incluso transformarlo a capricho. Salieron de la carretera principal y siguieron por una sinuosa calle. Desde el coche sólo veía palmeras y cuidados céspedes. Y llegaron poco después frente a una enorme casa blanca, de tres pisos y con tejados victorianos. Desde allí se podía ver el océano. Distinguió las escaleras que subían hasta el segundo piso, donde un porche ofrecía las mejores vistas desde la casa. Y allí parecía estar también la entrada principal. Ventanas con celosías cerraban a mayor
Estaba a punto de terminar el que era sólo el primer discurso del días y ya estaba sudando. Pero no podía echarle la culpa a la multitud allí presente, a los focos ni al calor del verano. Si le ardía la sangre en las venas era por culpa de la mujer que tenía sentada a su lado en el escenario. Una joven que no había dejado de observarlo con atención durante todo el discurso. El vestido recto de Ashley parecía estar resbalándose permanentemente sobre sus muslos, revelando unas rodillas que ella se empeñaba en cubrir. Era un gesto inocente, pero le dio la impresión de que iba a sufrir un infarto por su culpa. Cuando su madre le dijo que salían de comprar, pensó que se limitarían a trajes conservadores como los de la senadora, pero habían elegido un vestido recto en color verde esmeralda que dibujaba la figura de Ashley. Con su pelo rojizo recogido hacia atrás con un simple prendedor, resultaba muy bella y elegante con ese atuendo. Tanto que no podía dejar de mirarla. Terminó su discu
Ashley disfrutó contemplando los reflejos que la luna hacia en el agua. Apoyada en la barandilla del barco que en ese momento amarraban al muelle, pensó en las miles de preguntas que había tenido que contestar durante los dos días anteriores. Había saludado a centenares de personas y tomado decenas de bebés en sus brazos. Lo último había sido lo más sencillo porque esos pequeños electores no podían votar. Y no se había dado cuenta hasta la mañana siguiente, cuando vio su imagen en la prensa, que la habían engañado para que participara en uno de los gestos más gastados de toda campaña política. Había sido agotador tener que controlar cada gesto y medis cada palabra, sobre todo cuando Matthew y ella se conocían tan poco. La cena de esa noche había sido muy agradable. El barco propocionaba un escenario de lo más romántico y la comida había sido deliciosa, aunque no se le pasó por alto que el evento hubiera resultado mucho mejor de haberse podido celebrar en Beachcombers, su restaurante
Matthew y Ashley pasearon por su playa privada al volver de la fiesta. No podía quitarse de la cabeza que había ido demasiado lejos al decirle a Ashley alto tan sugerente antes de abandonar la fiesta esa noche. Quería tener con ella una aventura, pero se daba cuenta de que no iban a tener demasiado tiempo. Estaba convencido de que ella saldría huyendo de ese estilo de vida en cuanto tuviera una oportunidad. Pero todos los besos y caricias que habían tenido que fingir en beneficio de la prensa y los votantes estaban haciendo mella y apenas podía controlar su libido. Le había sugerido dar un paseo por la playa antes de retirarse porque había creído que era la mejor manera de refrescarse un poco antes de acostarse. Sabía que iba a ser una noche muy larga, otra noche que pasaría solo. Deseaba tenerla en su cama, pero sabía que Ashley sería lo bastante inteligente como para pararle los pies si llegaba el caso. Ashley salió corriendo hacia las olas. Riendo mientras saltaba en el agua. La
Ashley agarró con fuerza la mano de Matthew mientras pasaban entre los robles del camino a la casa. La acogedora vivienda, blanca con contraventanas azules, brillaba como un faro con las luces de seguridad. Tenía la piel cubierta de arena y estaba hecha un desastre. Pero corriendo tras él entre las azaleas, nunca se había sentido tan viva como en ese preciso instante. Subieron deprisa las escaleras y Matthew no tardó ni un segundo en abrir la puerta y cerrarla tras ellos. La besó entonces de nuevo, aplastándola contra la pared. Fue un beso mucho más intenso, un beso que la sacudió con la fuerza demoledora de un huracán. Matthew tenía las manos colocadas sobre la pared a ambos lados de su cara. Sólo necesitaba usar sus labios para seducirla. Nada más. Su boca sabía a la sal del océano y al limón del agua que había tomado en la fiesta del barco. El chal se resbaló por sus brazos y cayó al suelo. Acarició con el pie uno de los gemelos de Matthew. Le agarró con fuerza la espalda. No p