Ashley disfrutó contemplando los reflejos que la luna hacia en el agua. Apoyada en la barandilla del barco que en ese momento amarraban al muelle, pensó en las miles de preguntas que había tenido que contestar durante los dos días anteriores. Había saludado a centenares de personas y tomado decenas de bebés en sus brazos. Lo último había sido lo más sencillo porque esos pequeños electores no podían votar. Y no se había dado cuenta hasta la mañana siguiente, cuando vio su imagen en la prensa, que la habían engañado para que participara en uno de los gestos más gastados de toda campaña política. Había sido agotador tener que controlar cada gesto y medis cada palabra, sobre todo cuando Matthew y ella se conocían tan poco. La cena de esa noche había sido muy agradable. El barco propocionaba un escenario de lo más romántico y la comida había sido deliciosa, aunque no se le pasó por alto que el evento hubiera resultado mucho mejor de haberse podido celebrar en Beachcombers, su restaurante
Matthew y Ashley pasearon por su playa privada al volver de la fiesta. No podía quitarse de la cabeza que había ido demasiado lejos al decirle a Ashley alto tan sugerente antes de abandonar la fiesta esa noche. Quería tener con ella una aventura, pero se daba cuenta de que no iban a tener demasiado tiempo. Estaba convencido de que ella saldría huyendo de ese estilo de vida en cuanto tuviera una oportunidad. Pero todos los besos y caricias que habían tenido que fingir en beneficio de la prensa y los votantes estaban haciendo mella y apenas podía controlar su libido. Le había sugerido dar un paseo por la playa antes de retirarse porque había creído que era la mejor manera de refrescarse un poco antes de acostarse. Sabía que iba a ser una noche muy larga, otra noche que pasaría solo. Deseaba tenerla en su cama, pero sabía que Ashley sería lo bastante inteligente como para pararle los pies si llegaba el caso. Ashley salió corriendo hacia las olas. Riendo mientras saltaba en el agua. La
Ashley agarró con fuerza la mano de Matthew mientras pasaban entre los robles del camino a la casa. La acogedora vivienda, blanca con contraventanas azules, brillaba como un faro con las luces de seguridad. Tenía la piel cubierta de arena y estaba hecha un desastre. Pero corriendo tras él entre las azaleas, nunca se había sentido tan viva como en ese preciso instante. Subieron deprisa las escaleras y Matthew no tardó ni un segundo en abrir la puerta y cerrarla tras ellos. La besó entonces de nuevo, aplastándola contra la pared. Fue un beso mucho más intenso, un beso que la sacudió con la fuerza demoledora de un huracán. Matthew tenía las manos colocadas sobre la pared a ambos lados de su cara. Sólo necesitaba usar sus labios para seducirla. Nada más. Su boca sabía a la sal del océano y al limón del agua que había tomado en la fiesta del barco. El chal se resbaló por sus brazos y cayó al suelo. Acarició con el pie uno de los gemelos de Matthew. Le agarró con fuerza la espalda. No p
Matthew se dio cuenta de que todo podía ser mucho más sencilllo de lo que se había imaginado. Llevó a Ashley en brazos a su habitación pensando que quizás hubiera exagerado la situación desde el principio. Se llevaban bien y estaba claro que la química que había entre ellos iba más allá de una aventura de una sola noche. Pensó que quizás deberia arriesgarse. Una amistad acompañada de increíbles relaciones sexuales era una alternativa mejor que pasar el resto de sus vidas solos o metidos en relaciones que no los llenaban. La besó con ternura en los labios antes de dejarla sobre la cama. Le gustó verla allí y sabía que le gustaría mucho mpas en cuanto despojara su bello cuerpo de la ropa que aún llevaba puesta. Y vio que Ashley tenía lo mismo en mente porque se arqueó hacia él para besarlo con tal pasión que a él no le quedó ninguna duda, estaba lista para hacerlo de nuevo. Se quitó la chaqueta y la dejó sobre la silla sin dejar de besarla. Ashley le deshizo el nudo de la corbata
Ashley acarició la espuma que cubría la gran bañera y acomodó mejor su espalda en el torso de Matthew. El cuerpo desnudo de ese hombre era el mejor sillón que había tenido nunca. El jacuzzi estaba dentro de su baño privado y justo debajo de una claraboya. Daba la impresión de estar al aire libre sin perder un ápice de intimidad. Después de que hicieran de nuevo el amor en el dormitorio. Matthew le había mostrado su enorme baño privado. Acababa de preparar el agua y de meterse en el jacuzzi cuando Matthew regresó a su lado con champán y fresas. Cuando se metió con ella en la bañera, el nivel del agua se elevó hasta cubrirle los pechos. Compartir ese baño con él estaba siendo una de las experiencias más sensuales que había tenido en su vida. Quería relajarse, disfrutar del momento, beber el champán y deleitarse con el sabor de la fruta que Matthew le ofrecía a la boca. Pero no podía, los nervios atenazaban su estómago. Se daba cuenta de que las cosas se estaban complicando cada vez más
-A por todas, hermano. Matthew se quedó helado al escuchar las palabras de su hermano. Había estado a punto de lanzar la pelota de golf y su inoportuno comentario consiguió alterarlo lo suficiente como para que ésta acabara sumergiéndose en un lago cercano al restaurante del club. Asustó a una manada de pájaros que levantó el vuelo al unísono. Miró a su hermano mediano con el ceño fruncido. Sabía tan bien como todos que no se debía hablar con el jugador cuando estaba a punto de golpear la pelota. -Gracias, Sebastian -le dijo entre dientes-. Muchas gracias. Había estado encantado con la posibilidad de jugar esa tarde al golf con sus hermanos, aunque no era un encuentro meramente deportivo, sino un torneo benéfico. Pero estaba jugando tan mal que se imaginó que el grupo que iba por detrás de ellos tendría tiempo de parar a almozar antes de que ellos avanzaran hasta el siguiente hoyo. -De nada, hermano. Ya sabes que me encanta animarte -le dijo el abogado-. Por cierto, ¡qué golpe ta
De vuelta en la casa principal, Ashley se entretuvo mirando el océano desde la ventana de su dormitorio. La vista era similar a la que había contemplado siempre desde la casa de su tía Libby. Eso le recordó cuánto la echa de menos. Sobre todo en esos momentos, cuando se enfrentaba a la que podía ser la decisión más dura de su vida. Ni la presencia del océano ni la suave decoración de la habitación consiguieron calmar sus nervios. Se había pasado la tarde con sus hermanas, repasando los daños y evaluando cuánto costaría conseguir que Beachcombers abriera de nuevo sus puertas al público. Había sido mucho más duro de lo que se había imaginado. Se enfrentaba a la ardua tarea de reconstruir esa casa, pero lo que más le dolá era que lo tendría que hacer sola, fuera ya de la vida de Matthew, Eso le angustiaba más de lo que había esperado. Pero tampoco podía seguir con la farsa. No podía seguir acostándose con él sin tomar una decisión sobre el futuro de los dos, ya fuera juntos o por se
-¿Lo matamos directamente o lo torturamos antes? -le preguntó Starr con fiera expresión. Las tres hermanas se habían reunido para comer en un restaurante. Ashley seguía intentando volver a la realidad. Ya habían pasado dos horas desde que Matthew recibiera la llamada del director de comunicación de su campaña. Su aún prometido apenas había tenido tiempo de asegurarle que esas fotos no eran lo que parecían cuando el resto de la familia Landis llegó a la casa para hablar de lo que había ocurrido. Matthew tenía una explicación para lo ocurrido con la chica que vendía agua y refrescos a los golfistas en ese club. Aseguraba que la joven se le había echado encima y él instintivamente la sujetó para que se calmara. Por desgracia, el aparcamiento del club había estado lleno de periodistas y fotógrafos que no dejaron pasar la ocasión. Los hermanos de Matthew le habían asegurado que él no conocía a esa joven, pero la mala suerte había querido que ninguno de los tre estuviera allí en ese momento