Capítulo 116

Laura atravesó casi corriendo el caminito hasta la puerta de hierro y, cuando la cerró tras de sí, libre al fin de la opresiva atmósfera de esa casa, respiró varias veces para que el aire fresco reemplazara en sus pulmones al enrarecido aire de la mansión. Corrió hasta su coche. No podía esperar para leer las páginas, que crujían en sus manos temblorosas. Pero no se atrevía a leerlas allí, porque, aunque sabía que era imposible, le parecía que el terrible y maligno viejo la observaba. Así que arrancó y se alejó varias calles, hasta que pensó que estaba a salvo.

Aparcó y se puso a leer con avidez.

Cuando Sergio entró en casa no había nadie. Al principio se alarmó, pero enseguida recordó que Laura le había dicho que iría a comer con su hermana. Se sirvió una cerveza y, a pesar del frío, salió a la terraza y encendió un puro. Le dolía un poco que Laura no lo hubiera apoyado más en un día tan importante para él. Sabía que ella no estaba de acuerdo con que dimitiera, pero irse a comer con
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