Capítulo 122

Un par de semanas después, el mismo hombre volvió a entrar en la pequeña tienda. Nuria lo miró con mala cara, mientras su abuela Dolores le sonrió amablemente.

—Buenos días, señoras —saludó educadamente quitándose el gorro y comenzando a arrugarlo entre los dedos—. ¿Necesita que le haga algún recado? —preguntó dirigiéndose a la anciana.

—Pues sí —respondió la abuela ante la mirada estupefacta de su nieta—. Me vienes de maravilla en este instante. Tenía que haber llevado hace días esta caja a la residencia de ancianos, pero he andado liada y no me ha dado tiempo. Si no te importa…

—No, claro que no, señora. Lo que usted diga. —La sonrisa que brotó en los labios del joven iluminó por completo su semblante de rasgos afilados por la delgadez—. Será un placer, señora —reiteraba una y otra vez mientras entraba en la tienda con pasos decididos y cogía la caja—. Dígame dónde debo llevarla y ahora mismo lo hago.

Dolores sonrió feliz y le dio la dirección; el hombre se dio la vuelta, casi trope
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