Capítulo 123

Jared caminó presuroso por la ronda de Toledo en dirección a la glorieta de Embajadores sin dejar de mirar constantemente a ambos lados. Durante los últimos seis meses se había acostumbrado a estar siempre pendiente de todo aquello que le rodeaba, lo había necesitado para seguir con vida. Vivir en la calle no era fácil; algunos energúmenos tenían la estúpida creencia de que era muy divertido burlarse, empujar e incluso golpear a los sin techo. Y él era justamente eso. Un sin techo.

Cruzó la carretera y entró en la Casa de Baños de Embajadores, se encaminó hasta el mostrador y esperó paciente su turno. Del hombre que le precedía en la fila emanaba un insistente olor a humanidad en estado puro: sudor, excrementos, orina… Era apestoso. Jared volvió la cabeza disimuladamente y pensó, no por primera vez desde hacía ya algún tiempo, que él jamás se permitiría llegar hasta ese extremo. Quizá se viera obligado a vestir harapos y dormir en cajeros automáticos o albergues para indigentes cuando
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