Capítulo 405
El pequeño parecía de tres o cuatro años, con un estilo muy moderno, y su aspecto era tan delicado que resultaba adorable al mirarlo.

Sin embargo…

Esto no pudo tomarse a la ligera.

Estaba algo confundida, así que le acaricié la cabecita: —¿Tía?

—¡Sí! Tía, me llamo Diego García, y tú puedes llamarme Dieguito.

El pequeño se presentó de manera tan tierna y con voz infantil que era imposible no sonreír.

Me agaché y le respondí suavemente: —Está bien, Dieguito, pero…

Hice una pausa y miré a Mateo: —¿Dieguito es tu sobrino?

—Hijo de Yolanda.

Mateo, con aire de desinterés, dijo: —Ella tiene un vuelo a Europa esta noche, y como Dieguito tiene que ir a la escuela, sólo puedo cuidarlo un tiempo.

—¿Ah?

Miré sus piernas y no pude evitar cuestionar: —¿Estás seguro de que… puedes cuidar a un niño?

Dieguito me abrazó el cuello y me llenó la cara de besos pegajosos, mientras decía con voz infantil: —¡Tía, tía, llévame contigo!

...

Admití que me derritía de ternura, pero aún así miré a Mateo y le respo
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