CAPÍTULO 31. ¿Te imaginas?

Angélica habría podido poner los ojos en blanco, pero lo cierto era que sentía como si el corazón se le fuera a salir del pecho por todo el miedo que estaba acumulando. Ver a Leo tirado en medio de una calle, herido por su culpa, era uno de los peores sentimientos que había experimentado en su vida, así que si él estaba dispuesto a echarlo a broma y chantajearla durante unos meses, no iba a ser ella la que le quitará la ilusión.

—Supongo que ya lo resolveremos, puedo ir a hacerte de cenar todos los días —le dijo acariciando esa mano que tenía entre las suyas y de repente levantó una ceja desafiante—. Piensa que pudo haber sido peor, si te hubieras roto un brazo incluso habría tenido que bañarte. ¿Te imaginas?

Leo abrió mucho los ojos y de inmediato increpó a la doctora.

—Oiga, ¿me repite las radiografías o algo? ¡Que tengo un hombro que me está doliendo mucho! —exclamó y Angélica dejó ir una risa suave.

—No te busques más dolores, niño, que con los que tienes ya es más que suficiente.
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