Angélica habría podido poner los ojos en blanco, pero lo cierto era que sentía como si el corazón se le fuera a salir del pecho por todo el miedo que estaba acumulando. Ver a Leo tirado en medio de una calle, herido por su culpa, era uno de los peores sentimientos que había experimentado en su vida, así que si él estaba dispuesto a echarlo a broma y chantajearla durante unos meses, no iba a ser ella la que le quitará la ilusión.—Supongo que ya lo resolveremos, puedo ir a hacerte de cenar todos los días —le dijo acariciando esa mano que tenía entre las suyas y de repente levantó una ceja desafiante—. Piensa que pudo haber sido peor, si te hubieras roto un brazo incluso habría tenido que bañarte. ¿Te imaginas?Leo abrió mucho los ojos y de inmediato increpó a la doctora.—Oiga, ¿me repite las radiografías o algo? ¡Que tengo un hombro que me está doliendo mucho! —exclamó y Angélica dejó ir una risa suave.—No te busques más dolores, niño, que con los que tienes ya es más que suficiente.
De ninguna forma era fácil explicar aquello. Angélica sentía que solo con mencionar el tema, el miedo volvía a ella.—Leo, este no... Este no es el mejor momento para hablar de estas cosas. Quizás en otro...—Sí entiendes que no voy a desistir, ¿verdad? —le advirtió él—. Viste a una persona anoche en el estacionamiento que terminó con nosotros en un hospital, y cabe decir que en el mejor de los casos, porque si yo no hubiera estado allí, Dios sabe qué te habría pasado.—¡Es que para empezar no tenías por qué haber estado allí! —lo regañó Angélica—. ¡Y menos llevando a Gianni, Leo! ¿Qué tenías en la cabeza para hacer algo como eso?Y por una vez, solo por aquella vez, Leo fue mucho más maduro que ella como para entender que era algo de lo que le costaba hablar.—No me importa cuánto me regañes. Yo sé que lo que hice estuvo mal. Pero también sé que hay alguien allá afuera que te asusta lo suficiente como para haberte puesto en el camino de un camión sin que te dieras cuenta —replicó con
Vamos a decirlo de una vez por todas exactamente como era.Le gustaba.Le había gustado desde el mismo segundo en que se le había restregado llena de aquella agua apestosa.Le había gustado mientras le decía, "échate perro".Le había gustado mientras lo encaraba y lo llenaba de mosquitos en aquel maldito manglar.Le había gustado desde que se había dado cuenta de la mujer excepcional que era, y si Angélica en aquel momento lo estuviera persiguiendo con una escoba, pues le estaría gustando también.¡Eso lo decía todo!Leo se había dejado llevar por su instinto follador toda su vida, ¡y había que ver que de ese tenía mucho! Sin embargo, con Angélica era mucho más. Lo que sentía por ella era capaz de descontrolar su cuerpo en cuestión de segundos y sin que pudiera evitarlo.¡Así que no, aquello definitivamente no era el jabón!Angélica intentó levantarse aparatosamente, pero la espuma alrededor solo conseguía que se resbalara una y otra vez, así que solo seguía cayendo sobre él.—¡Ángel,
Angélica había tenido la desgracia de toparse con muchas mujeres descaradas y oportunistas en su vida, comenzando con la estúpida de Merea, que se creía que solo con acostarse con el jefe tenía la vida resuelta. Sin embargo, el nivel a donde llegaba Belina era una escala definitivamente superior. —¿Es una maldit@ broma? —preguntó con rabia mientras se cruzaba de brazos, y la mujer frente a ella negó sin la menor vergüenza. —No, para nada. Fueron muchas y muy costosas las joyas que Leo me ha regalado desde que estamos juntos. Y las más importantes las tenía aquí, por una cuestión de protección, así que imagínate mi sorpresa cuando me doy cuenta de que faltan las más caras. —Pues solo como acotación, no te ves muy sorprendida que digamos —siseó Angélica—. Así que vete con tu mentira a otro lado porque aquí a nadie le importa. Chasqueó los dedos tres veces frente a ella para que se apurara, porque si una habilidad especial tenía Angélica era la de impacientarse con facilidad con la ge
El silencio se hizo pesado y largo mientras Angélica y Leo terminaban de procesar las palabras que acababa de decir el oficial, y se miraban consternados. —¡Un momento, espere…! ¡Repita eso! —gruñó Leo con impotencia, cruzándose en su camino antes de que se la llevaran, pero otro de los oficiales le salió al paso. —La señora De Luca está acusada de haberse robado unas joyas muy valiosas que son propiedad de la señorita Terzo —le explicó mientras su compañero empujaba a Angélica fuera de la oficina. Normalmente ella era de las que se defendía y muy bien, sin embargo en aquel momento estaba tan aturdida que no era capaz de responder, porque ni en sus peores pesadillas se le habría ocurrido que la ex de Leo fuera capaz de hacerle algo como aquello, mucho menos el hecho de que estaba levantando una calumnia y poniendo una denuncia falsa. Leo apenas tuvo tiempo de alcanzar sus muletas para salir detrás de ellos, sin importarle cuánto pudiera estar forzando su pierna o quién los estuvier
En eso tenía razón, Leo era un CEO malo, chiquillo conflictivo y sin ningún interés en controlarse los más bajos impulsos, ni siquiera porque estaba en medio de una comisaría.Y aun así era difícil para ella dejar de mirarlo, algo en su cuerpo se estremecía solo con el roce de aquel pulgar tan cerca de su boca, sobre todo porque justo en aquel momento él parecía haber dejado a un lado la parte más impulsiva de su carácter, para dejar salir al hombre serio y plenamente consciente del poder que tenía.Quizás era ese aspecto de su temperamento el que hacía que Angélica olvidara todo lo demás, pero en cuanto sintió su aliento rozando su boca intentó apartarse.—¿Qué fue lo que hiciste esta vez, Leo? —le preguntó intentando cambiar de tema, pero bastó un breve tirón de su brazo para que él la pegara a su cuerpo y Angélica olvidara hasta cómo respirar.—¿Por qué intentas evitarme cuando es demasiado evidente que esto te descontrola tanto como a mí?—Porque a diferencia de ti, yo puedo ver q
Ya pasaba del mediodía cuando Angélica y Leo finalmente abandonaron la comisaría. El aire fresco de un invierno cercano les golpeó el rostro mientras caminaban hacia el estacionamiento, y en ningún instante él soltó su mano hasta que la tuvo sentada junto a él en la camioneta de Aurelio.—Vamos a llevarte a casa…—No —lo interrumpió Angélica—. No quiero ir a casa. Tengo demasiada adrenalina encima y necesito sacarla, necesito hablarla… Mejor vámonos al hotel, trabajar es lo único que va a distraerme.—Perfecto, hoy no hay nada importante que firmar así que trabajaremos con una botella de vino y las demás que aparezcan —sentenció Leo y Aurelio puso el auto en dirección al hotel.Todos la entendían, porque todavía parecía surrealista que Belina se hubiera atrevido a hacer algo como aquello.Así que llegaron a la oficina y Aurelio le hizo un guiño a Leo, dejándolos solos mientras él sacaba aquella botella de Cabernet y dejaba que ella se desahogara trabajando. Sin embargo, por más agobia
Leo todavía estaba medio aturdido por el sueño, y definitivamente aquel no era el despertar que estaba esperando ese día. Miles de preguntas pasaron por su cabeza mientras veía la expresión determinada del muchacho. ¿Por qué le estaba pidiendo el dinero él y no Angélica? ¿Ella tenía vergüenza de pedírselo? ¿Tan poca confianza tenía con él que había preferido mandar a su hijo a pedirlo? Se rascó la nuca mientras se apartaba de la puerta para dejarlo entrar. Los ojos del chico reflejaban una mezcla de calma y determinación, que no terminaba de convencerlo. Leo se encontró en medio de un dilema: quería tener la mejor relación posible con Gianni porque Angélica era importante para él, pero tampoco estaba seguro de lo que podía o no consentirle al chico. —OK, vamos a hablar de eso. ¿Cuánto dinero necesita tu mamá? —le preguntó. —Veinticinco mil euros —respondió Gianni sin titubear y Leo respiró profundo. No era que no tuviera el dinero, pero ese era el costo de cinco colegiaturas y An