Angélica había tenido la desgracia de toparse con muchas mujeres descaradas y oportunistas en su vida, comenzando con la estúpida de Merea, que se creía que solo con acostarse con el jefe tenía la vida resuelta. Sin embargo, el nivel a donde llegaba Belina era una escala definitivamente superior. —¿Es una maldit@ broma? —preguntó con rabia mientras se cruzaba de brazos, y la mujer frente a ella negó sin la menor vergüenza. —No, para nada. Fueron muchas y muy costosas las joyas que Leo me ha regalado desde que estamos juntos. Y las más importantes las tenía aquí, por una cuestión de protección, así que imagínate mi sorpresa cuando me doy cuenta de que faltan las más caras. —Pues solo como acotación, no te ves muy sorprendida que digamos —siseó Angélica—. Así que vete con tu mentira a otro lado porque aquí a nadie le importa. Chasqueó los dedos tres veces frente a ella para que se apurara, porque si una habilidad especial tenía Angélica era la de impacientarse con facilidad con la ge
El silencio se hizo pesado y largo mientras Angélica y Leo terminaban de procesar las palabras que acababa de decir el oficial, y se miraban consternados. —¡Un momento, espere…! ¡Repita eso! —gruñó Leo con impotencia, cruzándose en su camino antes de que se la llevaran, pero otro de los oficiales le salió al paso. —La señora De Luca está acusada de haberse robado unas joyas muy valiosas que son propiedad de la señorita Terzo —le explicó mientras su compañero empujaba a Angélica fuera de la oficina. Normalmente ella era de las que se defendía y muy bien, sin embargo en aquel momento estaba tan aturdida que no era capaz de responder, porque ni en sus peores pesadillas se le habría ocurrido que la ex de Leo fuera capaz de hacerle algo como aquello, mucho menos el hecho de que estaba levantando una calumnia y poniendo una denuncia falsa. Leo apenas tuvo tiempo de alcanzar sus muletas para salir detrás de ellos, sin importarle cuánto pudiera estar forzando su pierna o quién los estuvier
En eso tenía razón, Leo era un CEO malo, chiquillo conflictivo y sin ningún interés en controlarse los más bajos impulsos, ni siquiera porque estaba en medio de una comisaría.Y aun así era difícil para ella dejar de mirarlo, algo en su cuerpo se estremecía solo con el roce de aquel pulgar tan cerca de su boca, sobre todo porque justo en aquel momento él parecía haber dejado a un lado la parte más impulsiva de su carácter, para dejar salir al hombre serio y plenamente consciente del poder que tenía.Quizás era ese aspecto de su temperamento el que hacía que Angélica olvidara todo lo demás, pero en cuanto sintió su aliento rozando su boca intentó apartarse.—¿Qué fue lo que hiciste esta vez, Leo? —le preguntó intentando cambiar de tema, pero bastó un breve tirón de su brazo para que él la pegara a su cuerpo y Angélica olvidara hasta cómo respirar.—¿Por qué intentas evitarme cuando es demasiado evidente que esto te descontrola tanto como a mí?—Porque a diferencia de ti, yo puedo ver q
Ya pasaba del mediodía cuando Angélica y Leo finalmente abandonaron la comisaría. El aire fresco de un invierno cercano les golpeó el rostro mientras caminaban hacia el estacionamiento, y en ningún instante él soltó su mano hasta que la tuvo sentada junto a él en la camioneta de Aurelio.—Vamos a llevarte a casa…—No —lo interrumpió Angélica—. No quiero ir a casa. Tengo demasiada adrenalina encima y necesito sacarla, necesito hablarla… Mejor vámonos al hotel, trabajar es lo único que va a distraerme.—Perfecto, hoy no hay nada importante que firmar así que trabajaremos con una botella de vino y las demás que aparezcan —sentenció Leo y Aurelio puso el auto en dirección al hotel.Todos la entendían, porque todavía parecía surrealista que Belina se hubiera atrevido a hacer algo como aquello.Así que llegaron a la oficina y Aurelio le hizo un guiño a Leo, dejándolos solos mientras él sacaba aquella botella de Cabernet y dejaba que ella se desahogara trabajando. Sin embargo, por más agobia
Leo todavía estaba medio aturdido por el sueño, y definitivamente aquel no era el despertar que estaba esperando ese día. Miles de preguntas pasaron por su cabeza mientras veía la expresión determinada del muchacho. ¿Por qué le estaba pidiendo el dinero él y no Angélica? ¿Ella tenía vergüenza de pedírselo? ¿Tan poca confianza tenía con él que había preferido mandar a su hijo a pedirlo? Se rascó la nuca mientras se apartaba de la puerta para dejarlo entrar. Los ojos del chico reflejaban una mezcla de calma y determinación, que no terminaba de convencerlo. Leo se encontró en medio de un dilema: quería tener la mejor relación posible con Gianni porque Angélica era importante para él, pero tampoco estaba seguro de lo que podía o no consentirle al chico. —OK, vamos a hablar de eso. ¿Cuánto dinero necesita tu mamá? —le preguntó. —Veinticinco mil euros —respondió Gianni sin titubear y Leo respiró profundo. No era que no tuviera el dinero, pero ese era el costo de cinco colegiaturas y An
No era una completa locura, solo la mitad de ella. El resto vendría en el momento en que abrieran el hotel, pero mientras tanto Angélica estaba contra reloj para que pudieran lanzar la nueva versión del Ragazza, y aunque todos ponían de su parte, aquella pierna rota de Leo les estaba jugando en contra.Todas las tareas que él podía hacer, de repente tenían que asumirlas el resto y por supuesto que la mayoría las hacía ella. Y como si el estrés del trabajo no fuera suficiente, Angélica tenía que llegar a casa para encontrarse con la cara larga de su hijo, que todavía seguía molesto con ella por no haberle querido comprar el piano. Esperaba que en algún punto se le pasara, pero la verdad era que cada semana que pasaba estaba peor.Con el único que hablaba un poco era con Leo, porque todavía iba a veces alguna tarde—noche a jugar videojuegos con él, sin embargo este tampoco se había dejado conquistar por las súplicas del muchacho y mucho menos por sus exigencias. Así que después del tr
Gianni no podía simplemente creer lo que estaba viendo. Había decidido ir al hotel porque ya era tarde y el teléfono de su madre lo mandaba directo al buzón; pero al abrir la puerta del despacho principal donde sabía que estaría, lo que vio lo dejó sin aliento.Su madre estaba allí, abrazada a aquel hombre que se había cansado de repetir que solo era su amigo y su socio. Pero Gianni no veía nada de amistad en ese abrazo y la rabia explotó en él con toda la fuerza y la incomprensión de un adolescente ofendido.—¡Creí que eras mi amigo! —le gritó a Leo—. ¿¡Cómo se te ocurre meterte con mi madre!?—Gianni, nadie se está metiendo con nadie aquí, esto… —le dijo Leo.—¿"No es lo que parece"? —gruñó el muchacho—. ¡Soy niño, pero no tan niño! ¿Cómo puedes hacer esto, mamá?Gianni apretó los puños, sintiendo que la sangre le hervía en las venas.—Pues si no eres tan niño ya deberías darte cuenta de que para empezar soy una mujer adulta y para acabar soy tu madre —replicó Angélica—. No estoy ha
El corazón de Leo latía con fuerza mientras escuchaba el llanto de Angélica por teléfono. Sabía que habían tenido unas semanas difíciles y aquella era la gota que derramaba el vaso de su tolerancia.—No quiero que te muevas de ahí ¿entiendes? ¡Por ningún motivo te vayas a mover de ahí, ángel! ¡Necesito que me des una hora, ¿está bien? Solo dame una hora y estaré ahí… ¡Dímelo ángel!—Está… está bien —sollozó ella desconsolada.Leo ni siquiera supo cómo se atrevió a conducir solo hasta el hospital, pero quince minutos después le estaba gritando a un médico para que le quitara aquel yeso de la pierna.—Pero… señor Grecco, ¡todavía le falta una semana para que le toque quitárselo!—¡Que me lo saque ahora, le digo! —replicó Leo apurado—. ¡O me lo quita usted o me lo quito yo!Al doctor no le quedó más remedio que aceptar quitarle el yeso y una vez libre de él, Leo no perdió tiempo y se dirigió directamente hacia el departamento de Angélica. Conducía con determinación, pensando en las palab