CAPÍTULO 41. ¿Por qué hiciste esto?

El corazón de Leo latía con fuerza mientras escuchaba el llanto de Angélica por teléfono. Sabía que habían tenido unas semanas difíciles y aquella era la gota que derramaba el vaso de su tolerancia.

—No quiero que te muevas de ahí ¿entiendes? ¡Por ningún motivo te vayas a mover de ahí, ángel! ¡Necesito que me des una hora, ¿está bien? Solo dame una hora y estaré ahí… ¡Dímelo ángel!

—Está… está bien —sollozó ella desconsolada.

Leo ni siquiera supo cómo se atrevió a conducir solo hasta el hospital, pero quince minutos después le estaba gritando a un médico para que le quitara aquel yeso de la pierna.

—Pero… señor Grecco, ¡todavía le falta una semana para que le toque quitárselo!

—¡Que me lo saque ahora, le digo! —replicó Leo apurado—. ¡O me lo quita usted o me lo quito yo!

Al doctor no le quedó más remedio que aceptar quitarle el yeso y una vez libre de él, Leo no perdió tiempo y se dirigió directamente hacia el departamento de Angélica. Conducía con determinación, pensando en las palab
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