CAPÍTULO 45. ¡Ese es quien soy!

Cuando Leo se subió al auto, Angélica solo estaba sentada allí, con las lágrimas cayendo silenciosamente por sus mejillas. Sabía que tenía el corazón roto, y que nada de lo que dijera podría consolarla, así que solo tomó su mano y se la llevó a los labios para dejarle un beso suave, antes de encender el coche y salir de allí. La llevó de vuelta al hotel, la ahogó en vino y la puso a dormir tan pronto como pudo, y luego marcó aquel número.

Gianni no demoró en contestarle, y Leo dejó su auto en el hotel para tomar un taxi hasta el sitio donde se vería con el muchacho.

—¿Viniste de mensajero? —preguntó Gianni con molestia y Leo no se molestó en ser delicado.

Lo levantó por el cuello del suéter y el chico abrió mucho los ojos, asustado.

—La única razón por la que no te rompo la cara es porque respeto a tu madre —gruñó con molestia—. Cuando intenté tener una buena relación contigo también era porque respetaba a tu madre, y porque estaba seguro de que había criado a un buen hijo, pero ahora
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