CAPITULO 44. Una demanda

Angélica era una corredora, Leo lo supo en el mismo momento en que la vio sentarse en la cama en plena madrugada, con los ojos cerrados y muerta de sueño, como si marcharse fuera un impulso inconsciente.

—¿A dónde vas, ángel? —le preguntó con suavidad y ella se restregó los ojos como si fuera una niña.

—Emmm… No lo sé...

—¿Quieres irte?

Angélica lo miró a la luz de la tenue lámpara de la habitación y se dio cuenta de que no quería irse, así que negó despacio y lo vio sonreír.

—Entonces ven, vuelve a dormirte —susurró Leo, acomodándola a su costado y abrazándola con una mezcla de posesividad y alivio; él tampoco quería que se fuera.

No le había mentido, no le bastaba una noche de follársela y seguir adelante, sentía cosas por ella que iban mucho más allá del sexo, y aunque todavía no sabía exactamente qué eran, sí estaba completamente seguro de que haría lo que fuera para descubrirlo.

Volvió a dormirse con una sonrisa de felicidad que hacía mucho tiempo no sentía y despertó con otra aú
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