Tres meses después del nacimiento de su hija, Angélica y Leo estaban ocupados preparándose para el segundo día más importante de sus vidas: su boda. Habían decidido celebrarla en el “Bella Ragazza”, porque finalmente aquel era el hotel que había logrado reunirlos y era un lugar al que tenían especial cariño.Además, querían compartir ese momento mágico con sus amigos, familiares y colegas. La noticia de la boda había sido recibida con alegría y entusiasmo por todos, y la expectativa estaba en su punto máximo.El gran día finalmente llegó, y el hotel estaba decorado de manera espectacular. Las flores adornaban cada rincón, y una alfombra blanca conducía al altar improvisado en uno de los amplios jardines, donde los novios iban a darse el “sí”. El clima estaba perfecto, y todo parecía estar alineándose para que fuera un día inolvidable.Angélica se encontraba en la habitación presidencial del hotel, rodeada de sus damas de honor, mientras Leo esperaba nerviosamente en el altar. Su pequ
Un añito, la princesa de la casa estaba cumpliendo un añito ese día, y por supuesto que la celebración no podía hacerse esperar.Leo y Angélica estaban más que emocionados y habían preparado una hermosa fiesta en medio del jardín. Todos sus amigos estaban invitados y Gianni era el centro de atención porque a aquella hora tocaba a Mozart en versión infantil ¡porque primero muerto de enseñarle a su hermana "Los pollitos dicen pío pío pío" antes que a uno de los grandes!Todos los niños estaban empezando a llegar y, junto con sus padres, iban divirtiéndose en los juegos que había en el jardín. Leo dejó atrás la algarabía y se fue a buscar a su flamante esposa por toda la casa. Entró sigilosamente a la cocina, donde ella estaba, y la sorprendió levantándola por la cintura para darle un coqueto beso en el cuello.—¡Uy uy uy, alguien quiere sexo desenfrenado esta noche! —sonrió Angélica, y Leo puso una cara de sorprendido que nadie se tragaba.—¿Puedes decir eso solo por un besito?—Pues cl
El quinto aniversario de bodas de Leo y Angélica era una fecha que merecía ser celebrada de manera especial. Leo, siempre atento a los detalles, había planeado una sorpresa única para su amada esposa, así que después de desayunar en su restaurante favorito, Leo la levantó en sus brazos con un gesto coqueto y la miró con un brillo especial en los ojos.—¡Feliz aniversario, ángel! —dijo él con una sonrisa radiante—. ¡Ahora, con tu permiso, te voy a secuestrar!Angélica se dejó llevar sin protestar, aunque un poco preocupada sí estaba porque sobra decir que a veces su esposo se ponía demasiado ocurrente; pero muy pronto llegaron al aeropuerto y Angélica descubrió que ya tenían un vuelo privado esperando por ellos. Sus ojos se iluminaron al instante porque sabía lo que aquello significaba.—¿Nos vamos de vacaciones solos? —preguntó con asombro.—¡Sí, nos vamos a Viena! Gianni tiene un concierto allí dentro de dos noches, va a hacer su debut acompañado de la mejor filarmónica del mundo, y
Leonardo Greco miró la preciosa playa tres pisos por debajo de su oficina, y se mesó los cabellos porque intuía que aquel día sería el peor de toda la semana, ¡y vaya que tenía buena intuición, porque no habían pasado ni cinco minutos cuando el abogado principal de su hotel entró sin tocar y con paso apurado!—¡Emergencia número dos: llegaron los informes y en lo que respecta al trabajo estamos jodidos! —sentenció Aurelio con prisa—. ¡Emergencia número uno: por ahí viene la “Signorina Silicone”!—¿Quién?—¡Tu novia!Leo puso los ojos en blanco y se levantó abotonándose el saco mientras aquella despampanante mujer entraba taconeando.—¡Leonardo, querido, ¿cómo me dejas en “visto”? Te estoy invitando a un “brunch” con mis amigos, es importantísimo que vayamos y... —Belina se detuvo al ver la expresión impasible de su novio.—Lo siento, Belina, pero hoy no puede ser —replicó él señalando las carpetas sobre su mesa—. Estamos teniendo una emergencia en el trabajo, pero te prometo que te lo
CATORCE HORAS ANTESAngélica estaba sentada en una de las salitas de espera de aquel conservatorio junto a decenas de otras madres; y como el resto de los chicos, su hijo de diecisiete años estaba más callado y taciturno a cada minuto que pasaba.Cuando los llamaban por sus nombres entraban al despacho de admisiones, pero eran contados con los dedos los que lograban salir con una sonrisa.Angélica tomó la mano de su hijo y la apretó con un gesto de consuelo. Unos chicos salían de allí llorando, otros haciendo un berrinche y otros con la resignación reflejada en el rostro, pero todos sabían a lo que se enfrentaban porque aquella era la academia de música más prestigiosa de la región, así que muy pocos lograban entrar.Las audiciones se habían hecho a lo largo de toda una semana y Gianni había dado su mejor esfuerzo, pero Angélica sabía que el esfuerzo de su hijo había sido muy superior al de cualquier otro chico de su edad. Gianni no solo tenía una pasión desmedida por la música, sino
Sentimientos encontrados, colisionados, ¡estallando como el maldito Vesubio!Leo gritaba internamente más de lo que gritaba su boca, porque aunque la mujer frente a él se disculpaba de todas las formas posibles, aquellos ojos parecían gritarle: "¡Échate, perro!"Su boca decía:—¡Me voy a asegurar de que nunca olvides este día! Y el resto de su cuerpo le contestaba:"¡Los azotes en el trasero no dejan marcas, no te entusiasmes tanto!"Finalmente maldijo diez veces antes de volver a subirse al Bugatti porque no tenía más remedio y se largó a registrarse en la recepción del hotel.Angélica, por su parte, siguió su camino hacia la sala de ventas, con media sonrisa de victoria y sin vomitar porque ella ya estaba acostumbrada a aquel olor. El agua de la planta de tratamiento del hotel tenía un olor asqueroso, pero hacía que el césped creciera hermoso y desaparecía en cuanto la tierra lo absorbía. Por desgracia, ella seguía oliendo a pañal de recién nacido cuando entró a la sala de ventas.
Seamos claros, la situación era tragicómica.Leonardo estaba dispuesto a conseguir experiencia por todos los medios y ella tenía cara de tener esa experiencia. Le había bastado con un leve vistazo para darse cuenta de que a pesar del contratiempo del charco y del agua hedionda, Angélica había vuelto a ser una profesional lista para la batalla veinte minutos después.Gente como ella era la que necesitaba para su sala de ventas, no los flojos llenos de justificaciones que tenía en aquel momento.La miró de arriba abajo y algo dentro de él se encendió cuando se dio cuenta de que la mujer también lo estaba evaluando.Para ella el Bugatti lo decía todo, lo mismo que aquella actitud arrogante de niño rico consentido. Sin embargo en un cliente tenía que ver más allá. A pesar de verse maduro y ser asquerosamente sexy, se notaba que estaba a mitad de los veinte. Era un malcriado, guapo como él solo, pero un malcriado.—Así que Angélica... —lo escuchó susurrar una voz profunda que le aflojaron
Angélica quería ahorcarlo, así, así... ¡con sus manitas! Pero después de todo era la mejor profesional de aquella sala de ventas y no iba a permitir que aquel pe... CEO malo le arruinara la mejor oportunidad que tenía de conseguir el dinero para la beca de su hijo.Clientes impertinentes había conocido muchísimos ya, y cada vez había tenido que tragarse su orgullo porque tenía un adolescente que alimentar y por si no lo saben, bueno... esos comen mucho.Así que levantó la barbilla con un gesto de seguridad y volvió a acercarse a él. Y aunque su gesto no tuvo nada de sensual, fue suficiente para arrancarle a Leo un ronroneo bajo. No estaba acostumbrado a que lo desafiaran, menos una mujer, pero ella parecía dispuesta a probar sus límites.—Si está escaso de ropa interior, señor Lombardo, por diez mil más le puedo vender una membresía en Victoria´s Secret —murmuró y él estaba listo para contestarle que le compraría una tienda entera solo para que la dejara verla cambiarse, cuando su tel