Angélica quería ahorcarlo, así, así... ¡con sus manitas! Pero después de todo era la mejor profesional de aquella sala de ventas y no iba a permitir que aquel pe... CEO malo le arruinara la mejor oportunidad que tenía de conseguir el dinero para la beca de su hijo.
Clientes impertinentes había conocido muchísimos ya, y cada vez había tenido que tragarse su orgullo porque tenía un adolescente que alimentar y por si no lo saben, bueno... esos comen mucho.
Así que levantó la barbilla con un gesto de seguridad y volvió a acercarse a él. Y aunque su gesto no tuvo nada de sensual, fue suficiente para arrancarle a Leo un ronroneo bajo. No estaba acostumbrado a que lo desafiaran, menos una mujer, pero ella parecía dispuesta a probar sus límites.
—Si está escaso de ropa interior, señor Lombardo, por diez mil más le puedo vender una membresía en Victoria´s Secret —murmuró y él estaba listo para contestarle que le compraría una tienda entera solo para que la dejara verla cambiarse, cuando su teléfono comenzó a sonar con aquel tono que de repente se le hizo inoportuno.
Miró la pantalla y colgó en cuanto vio que se trataba de Belina; y a la tercera llamada acabó apagando su celular sin contestarle.
—Puede contestar señor Lombardo, me opongo profundamente a la violencia doméstica.
—¿Perdón? —Leo frunció el ceño y Angélica sonrió de medio lado con sorna.
—Detrás de todo gran hombre hay una mujer que le pega para mantenerlo en el buen camino.
"¡Pégame, azótame, flllllllagélame...!"
—¡Cállate!
—¿Disculpe? —Angélica se sobresaltó y Leo abrió mucho los ojos.
—¡Perdón, perdón! —Él pestañeó nervioso porque su cerebro traidor parecía particularmente feliz de que fuera ella quien le pegara, el problema era que se había mandado a callar en voz alta—. Perdón, no era contigo... este... ¡En fin! ¿Cerramos el trato?
Angélica no se lo creía del todo pero asintió estrechando su mano.
—Por supuesto, señor Lombardo, cerramos el trato.
Caminó delante de él fingiendo que no se ilusionada y Leo la dejó guiarlo fingiendo que era un tipo de negocios impasible que no se estaba derritiendo por sus huesitos. No sabía qué era, pero cada vez que esa mujer movía la lengua era como si le diera una bofetada.
—¡Champaña, por favor! —gritó Angélica apenas entraron a la sala y con el rabillo del ojo vio que Merea hacía un gesto de rabia porque ella había logrado sacarle un contrato a aquel cliente.
Los siguientes veinte minutos fueron de puro papeleo y negociación. Leo se había dejado encajar aquel precio, pero no tenía idea de que ella de verdad lo había triplicado. Aun así no se tocó el corazón para pagar un anticipo del treinta por ciento.
Angélica solo asumió que aquella era una realidad cuando la Verificadora Legal llegó con el contrato y le pidió que la dejara sola con el cliente para las firmas finales. En aquel punto y aunque definitivamente quería matarlo, el corazón de Angélica latía como loco. Cada venta era un latigazo de adrenalina, pero aquella en particular llegaba cuando más la necesitaba.
—Listo, el contrato quedó listo —le dijo la Verificadora Legal a Leonardo—. A partir de mañana puede disfrutar de sus beneficios, y recuerde que el período de cancelación del contrato es de solo siete días.
Leo frunció el ceño. Él les daba a sus clientes un periodo de hasta dos meses para cancelar sus contratos, obviamente eso era algo que estaba haciendo mal.
—¿Siete días? —quiso confirmar.
—Así es, si cancela en siete días le devolveremos el monto del anticipo. Su Ejecutiva de ventas estará pendiente de usted mientras esté en el hotel —aseguró la mujer y le sonrió mientras organizaba todos sus documentos en una carpeta.
Mientras, a Angélica se le erizaba hasta el cabello de la nuca cuando vio que Federico se acercaba a ella. Traía cara de agraviado así que ni siquiera esperó una felicitación.
—Espero que puedas hacer un seguimiento de ventas decente —le gruñó y Angélica sabía que estaba resentido con ella porque aquella venta no hubiera sido para Merea. Cada centavo de esa comisión que Merea había perdido él tendría que sacárselo de su bolsillo si quería que la pelirroja siguiera inclinándose debajo de su escritorio.
—Por supuesto, jefe. Yo siempre hago buenos seguimientos.
—¡Pues procura que este sea mejor que ninguno! Si pierdes este contrato yo personalmente te mandaré al fondo de la línea, a salir con los peores clientes posibles. ¿Entendiste?
Angélica asintió con los puños apretados pero no podía ponerse a discutir con su jefe delante de los clientes.
El seguimiento de ventas era una de las partes más pesadas y consistía básicamente en consentir a los nuevos miembros hasta en los más mínimos caprichos hasta que venciera el periodo de cancelación del contrato.
Normalmente significaba acompañarlos a los tours, llevarlos a la marina, al campo de golf o a cenar a algún restaurante especial de la zona en las noches. Ella por supuesto siempre lo había mantenido en el plano más profesional, aunque había otras que tenían una idea completamente diferente de cómo "consentir" a los clientes.
Cinco minutos después Leo se reunía con ella y se golpeaba la palma con la carpeta del contrato.
—Muy bien señorita De Luca, ya que oficialmente me ha desplumado, ¿qué le parece si en los próximos siete días me demuestra lo que está dispuesta a hacer para conservar esta venta?
La diabla dentro de Angélica se desató en un segundo y levantó una ceja desafiante.
—Por supuesto que sí, señor Lombardo, los beneficios inmediatos incluyen cena de langostas y un yate privado; y como amenidad le mandaré a su habitación fresas con chocolate y un protector testicular —lo desafió—. Ya sabe, porque mis tacones pueden hacer mucho daño.
—¿Tú no te callas nunca? —gruñó Leo perdiéndose en aquellos ojos—. ¿No sabes que todavía hay siete días para que pierdas esta venta? ¿No se supone que no debes hacerme enojar?
—¿No se supone que usted es un hombre inteligente? —sonrió ella—. No conozco al primer hombre inteligente que se deje guiar por sus más... pequeños instintos.
El labio superior de Leo se levantó un poco sobre sus dientes, como si fuera un depredador hambriento, pero terminó esbozando una sonrisa.
—Empecemos por la marina entonces. Definitivamente necesito relajarme —decidió y Angélica hizo un gesto de conformidad.
Levantó su teléfono y cinco minutos después ya había hecho una reservación para un yate privado de sesenta pies. Seis horas en el mar tenían que ser más que suficientes para cansar al mastín... es decir, al señor Lombardo.
Imprimió el comprobante de la reserva y lo puso dentro de su carpeta.
—Todo está listo para mañana al mediodía —le aseguró.
—Y me imagino que vendrás conmigo, ¿o esto tendré que hacerlo solo también?
—Lo voy a acompañar, señor Lombardo, porque ese es mi trabajo, tengo que vigilar muy bien que no se me vaya a accidentar... —murmuró ella con tono inocente—. Además si alguien le tiene que dar una patadita para lanzarlo del barco, yo me pido el derecho de ser la primera.
Ni siquiera se habían dado cuenta, pero los dos tenían una habilidad especial para invadir el espacio personal del otro. Así que allí estaban de nuevo a menos de diez centímetros y siseándose como dos víboras en celo.
—Excelente, mientras tanto mándame las fresas con crema, que estoy ansioso por comerme algo que haga juego con tu tanga... a menos que la quieras de vuelta.
—No se preocupe, que le aproveche, de todas formas, eso fue lo único que no se mojó el día de hoy.
Los labios de Leo se convirtieron en una línea fina porque sabía muy bien que con "mojarse" no hablaba precisamente del agua de riego, pero respiró tan profundo como podía y dio un paso atrás.
—Nos vemos mañana al mediodía, señorita De Luca. —Y aquello le supo a Angélica a sentencia.
Lo vio salir de la sala y Greta se acercó para felicitarla de corazón.
—¿Estás bien? ¡Dios, se puede cortar la tensión sexual entre ustedes...!
—¡Claro que no! ¡Yo soy una mujer muy profesional!
—¿A eso le llamas profesionalismo? —rio Greta.
—¡Por supuesto! ¡Profesionalismo es aguantar a un mal cliente una semana sin hablar mal del perro sarnoso ese! —replicó—. Ahora con tu permiso, me voy a arreglar las amenidades del perr... ¡del cliente! —exclamó y salió apurada.
No entendía por qué seguía tan ansiosa. Debía estar feliz porque ese contrato era lo único que podía abrir la puerta al futuro de su hijo, sin embargo se sentía demasiado nerviosa.
Quizás era un sexto sentido, porque esa misma noche Leo hablaba con Aurelio para contarle todo lo que había aprendido en aquella venta y realmente había sido mucho.
—¿Oye y para cuándo cambias de novia o qué? —se burló su amigo porque él no paraba de hablar de Angélica.
—¿Novia? Dirás enemiga acérrima, porque si de algo puedes estar seguro, es de que voy a cancelar este contrato antes de los siete días y ella se quedará sin nada.
"¡Sit! ¡Sit! ¡CEO malo!"—¿Por qué le gruñes a tu teléfono? —preguntó Greta y Angélica se sobresaltó, dándose cuenta de que inconscientemente había estado peleándose con su celular.—¡Es que es desquiciante! —exclamó sin poder contenerse—. ¡Ayer le expliqué todo esto, se lo expliqué bien, con flores y abejitas! ¡Y hoy me está preguntando todo de nuevo!Le mostró la pantalla de su teléfono, donde tenía al menos cincuenta preguntas de Leo sobre la membresía, algunas extremadamente detalladas.—Pues ya sabes cómo es, amiga —suspiró Greta—. Los días después de una venta siempre son complicados, así que tienes que cuidar de tu cliente lo mejor posible o ¡puff! comisión evaporada y todo el trabajo habrá sido por gusto.—Ya lo sé, pero te juro que este hombre me saca de quicio —aseguró Angélica—. No me ha dejado trabajar en toda la mañana...Miró su reloj y vio que casi eran las doce del mediodía, el horario en que toda la sala cerraba su operación. En un rincón Merea discutía con Fedederico
Leonardo Greco no tenía idea de lo que era una mujer realmente enojada hasta ese momento, pero su alter ego, Leo Lombardo, estaba a punto de averiguarlo.—¡¿Que tú hiciste qué?! —espetó ella furiosa y él abrió mucho los ojos porque no esperaba que le gritara en toda regla—. ¿¡Te volviste loco!? ¡¿Por qué no me dijiste nada sobre el cambio de reservación?!Leo se limitó a responder con sarcasmo: —El cliente va primero que todo, y yo soy el cliente ¿no?Angélica se quedó boquiabierta y lo miró como si de verdad fuera un cachorro malcriado al que quisiera darle un sopapo en el hocico con un periódico mojado. —¡Tú no eres un cliente! ¡Tú eres un demonio consentido! —espetó sin poder contenerse—. ¿Cómo no me preguntaste si podía quedarme? Si querías un viaje en toda regla me hubieras avisado para ponerlo en orden. —Yo solo fui capaz de ponerlo en orden, ¿cuál es el problema?—¡El problema es que no te importa nadie que no seas tú! ¿Se te ocurrió en medio de tu organización que quizás yo
Angélica apretó los labios intentando esconder la risa porque Leo había pasado a su lado con más ímpetu que Usain Bolt corriendo por el oro olímpico. Por supuesto a Usain Bolt no lo perseguían todos los mosquitos de aquel manglar.Se asomó a la baranda y lo vio zambullirse varias veces, restregándose la cabeza y el rostro a ver si el agua salada le aliviaba un poco las picaduras, y luego levantó el puño en su dirección.—¡Maldita loca, ¿qué me echaste!? —le gritó pataleando para mantenerse a flote y ella ya acabó tosiendo para tragarse la carcajada porque sí que sabía muy bien lo que había hecho.Leo estuvo rascándose en el agua por otros cinco minutos, maldiciendo y refunfuñando hasta que nadó hasta la popa del yate y se subió, chorreando agua, enojado, lleno de puntitos y con una picazón de mil demonios.—¡Lo... lo siento mucho, señor Lombardo! —exclamó Angélica juntando las manos sobre el pecho juntando las cejas con un puchero inocente—. ¡Le juro que esto fue totalmente accidental
Aquella guerra ya estaba declarada, el problema era que Angélica sabía que a pesar de todo llevaba las de perder. Le quedaban seis días, seis vueltas a su infierno personal porque eso era lo que el señor Lombardo se había propuesto ser para ella.Leo la observaba por el rabillo del ojo mientras conducía de vuelta al hotel y no necesitaba que dijera ni una sola palabra para tenerlo alborotado. No necesitaba ni una sola insinuación, porque ella con una de sus camisas ya era una tentación perfecta. —¿Puedes ser honesta conmigo si te pregunto algo? —la interrogó de repente.—¿Cuándo no lo he sido? —replicó ella.—Cierto, muy cierto. OK, soy un cliente molesto, eso me queda claro, entonces ¿cómo es que tienes la sangre fría para lidiar conmigo? Angélica soltó una risita que a él le removió todo dentro.—Bueno... para empezar reconozco que la autocrítica te quedó genial y para seguir, me tomo en serio la regla de "Pamper de custumer".—"Mima a tu cliente" —murmuró Leo.—Exacto. La verdad
Leo se quedó paralizado por un instante. ¿Un hijo? ¿Cómo que tenía...? ¡Bueno no era extraño que las mujeres tuvieran hijos solo que ella no se veía...! ¡Definitivamente no se veía como una mamá!Le tomó algunos segundos dejar de estar aturdida y corrió tras ella escaleras abajo, alcanzándola antes de que lograra salir del edificio y se perdiera en la noche.—¡Espera, Angélica, espera! —le gritó y llegó jadeando a su lado—. ¿Cómo que tu hijo... tienes un hijo?—Pues sí, señor lombardo, tengo un hijo, no entiendo por qué lo encuentra extraño —replicó ella mirando a la avenida a ver si venía algún taxi en el que se pudiera subir, pero Leo se movió ocupándole la vista.—¿Y Gianni es... es su nombre, tu hijo se llama Gianni? —preguntó y el silencio de la mujer fue toda su respuesta—. Creí que Gianni era... bueno... tu pareja.Angélica lanzó un suspiro y negó.—Créeme, una pareja da menos dolores de cabeza que este muchacho. Lo siento, pero ahora mi hijo me necesita y tengo que ir a ayudar
Por un momento Leo se quedó mudo. En la habitación contigua Gianni tocaba como si le fuera la vida en ellos y él no podía evitar estar realmente admirado por su talento. Era tan excepcional que podía interpretar la música de forma única y magistral, como si fuera un viejo y experimentado intérprete y no un chiquillo de diecisiete años.—¿Ese es...? ¿Es tu hijo? —murmuró asomándose disimuladamente al cuarto y vio que el chico estaba tocando con tanta vehemencia como si estuviera en un concierto para mil personas—. ¡Tiene un talento increíble! ¡Es excepcional!Angélica asintió con una sonrisa triste y fue a dejar su bolsa sobre la pequeña mesa de la cocina.—Lo sé, es muy talentoso, casi todo su estudio ha sido autodidacta porque yo... —Suspiró con amargura, pero no valía la pena ocultar su realidad—. Yo no pude seguir pagando sus clases de piano, así que mucho de lo que sabe lo aprendió solo. Incluso consiguió entrar en la mejor escuela de música de la región y consiguió una beca parci
Sobra decir que Leo durmió mal esa noche, aunque si alguien le hubiera preguntado, realmente no habría podido explicar por qué. Sentía algo, algo que nunca había sentido pero no era capaz de ponerle nombre, solo sabía que ese algo tenía todo que ver con Angélica De Luca. Le sacaba ocho años de experiencia pero él sentía que lo aventajaba en toda una vida de madurez, de dificultad, de resiliencia y de valor ante los golpes del destino.Ahora sabía que todo lo que estaba haciendo era para garantizar que su hijo tuviera un buen futuro. No tenía idea de cómo había llegado a ser una madre tan joven, ni mucho menos por qué había decidido tener a su hijo sola y sin ayuda siendo una adolescente; sin embargo aquella decisión la ponía ante sus ojos como la mujer más valiente que había conocido en su vida.Quizás por eso cuando al día siguiente la encontró en el restaurante VIP del hotel Imperatore con una nueva pareja de clientes, le molestó tanto la forma arrogante y despectiva en que se compo
Vamos a decirlo de manera simple, Angélica era perfectamente consciente de que no tenía derecho a sentir absolutamente nada porque Leo tuviera una pareja, pero eso no significaba que no se sorprendiera y él pudo ver en sus ojos y en toda su expresión aquel sentimiento de contrariedad.—Cariño, ¿pero no vas a darme ni un beso? —preguntó Belina toda melosa, inclinándose sobre él y restregándole medio pecho contra un costado de la cara en su intención de darle un incómodo beso.Y por desgracia Leo estaba tan aturdido que no atinó a detenerla.Angélica miró hacia otro lado mientras Belina lo besaba en la boca y cuando por fin logró deshacerse de ella, ya la mujer frente a él estaba levantándose con un gesto de muda diplomacia.—Con su permiso, será mejor que los deje solos —dijo Angélica con una sonrisa forzada, pero enseguida aquella chica que se pasaba de sofisticada la detuvo.—¡Espera, espera! No te vayas, este… ¿tú quién eres o qué? —le preguntó levantando una ceja y aquello no era