Sobra decir que Leo durmió mal esa noche, aunque si alguien le hubiera preguntado, realmente no habría podido explicar por qué. Sentía algo, algo que nunca había sentido pero no era capaz de ponerle nombre, solo sabía que ese algo tenía todo que ver con Angélica De Luca. Le sacaba ocho años de experiencia pero él sentía que lo aventajaba en toda una vida de madurez, de dificultad, de resiliencia y de valor ante los golpes del destino.Ahora sabía que todo lo que estaba haciendo era para garantizar que su hijo tuviera un buen futuro. No tenía idea de cómo había llegado a ser una madre tan joven, ni mucho menos por qué había decidido tener a su hijo sola y sin ayuda siendo una adolescente; sin embargo aquella decisión la ponía ante sus ojos como la mujer más valiente que había conocido en su vida.Quizás por eso cuando al día siguiente la encontró en el restaurante VIP del hotel Imperatore con una nueva pareja de clientes, le molestó tanto la forma arrogante y despectiva en que se compo
Vamos a decirlo de manera simple, Angélica era perfectamente consciente de que no tenía derecho a sentir absolutamente nada porque Leo tuviera una pareja, pero eso no significaba que no se sorprendiera y él pudo ver en sus ojos y en toda su expresión aquel sentimiento de contrariedad.—Cariño, ¿pero no vas a darme ni un beso? —preguntó Belina toda melosa, inclinándose sobre él y restregándole medio pecho contra un costado de la cara en su intención de darle un incómodo beso.Y por desgracia Leo estaba tan aturdido que no atinó a detenerla.Angélica miró hacia otro lado mientras Belina lo besaba en la boca y cuando por fin logró deshacerse de ella, ya la mujer frente a él estaba levantándose con un gesto de muda diplomacia.—Con su permiso, será mejor que los deje solos —dijo Angélica con una sonrisa forzada, pero enseguida aquella chica que se pasaba de sofisticada la detuvo.—¡Espera, espera! No te vayas, este… ¿tú quién eres o qué? —le preguntó levantando una ceja y aquello no era
Leo se quedó mudo justo en la puerta, sin atreverse a entrar ni atreverse a irse, pero Angélica respiró profundo y se dijo que ella no era una persona tan mal educada como para no escuchar a alguien que quería hablarle. Dio dos pasos hacia atrás, dándole espacio para que entrara al departamento y se revolvió el cabello con las manos sin molestarse en arreglarse más.Él se metió las manos en los bolsillos y entró con cierto nerviosismo.—¿Gianni? —preguntó mirando a la habitación del chico.—Salió temprano a practicar a casa de un amigo —le dijo a Angélica—. Ven, te invito a un café. Supongo que es lo menos que puedo hacer por ayudarme reparar las llantas de mi auto.—No, no, no sé de qué hablas…—OK, puedes hacerte el desentendido pero no se me ocurre nadie más que pudiera haber reparado mis llantas. ¿Cómo te enteraste? —preguntó ella mientras ponía una cafetera y sacaba un par de tazas.—Bueno… digamos que tengo mis contactos y quise retribuirte el favor de recomendarme una membres
Leo pasó toda la noche pensando en aquellas palabras de Gianni. Unos podrían pensar que era derrotista, otros podrían creer que realmente el chico no entendía el valor del dinero, y así era; después de todo solo era un adolescente. Si miraba algunos años atrás, exactamente nueve años, sabía que él había tenido la misma mentalidad superflua del muchacho, y había tenido que enfrentarse a duras decepciones para comprender lo que realmente era importante en la vida.Por desgracia, él solo había tenido dinero, pero estaba seguro de que si hubiera tenido una madre con la fortaleza y le entereza de Angélica De Luca, habría sido un hombre muy diferente, seguramente un hombre mejor.Así que las cosas para él ya no estaban tan claras. El simple hecho de cancelar la membresía y largarse de allí como si nada hubiera pasado era algo que le pesaría en la conciencia toda la vida, porque sabía cuántas cosas dependían de la comisión de aquel contrato.Esa noche durmió inquieto y a la mañana siguiente
Angélica sentía como si hubiera metido la cabeza en un balde de agua helada y su cerebro se hubiera congelado. No lograba hilvanar dos palabras seguidas porque la realidad era que el shock apenas la dejaba respirar. ¿Había cancelado? ¿Después de todo Leo Lombardo había cancelado su membresía? ¡Faltaban apenas dos días para que se venciera el plazo de rescisión…! ¿y él había cancelado?—Creí que estaba feliz… —murmuró para sí misma mientras retrocedía y se dirigía a la salida—. Creí que había hecho las cosas bien… creí que estaba contento con la membresía… ¿Dónde...? ¡Por Dios ¿dónde me equivoqué?!Arrastró los pies hasta la sala de ventas, donde todo el mundo la miró con cierta lástima, porque cuando se perdía un contrato tan grande era obvio que los jefes se iban a poner histéricos, y no era para menos. A aquella hora a nadie le importaba que ella hubiera hecho todo bien, solo importaba la suma mayúscula de dinero que el hotel había perdido y si tenían que poner la culpa en alguien,
Leo quería que la tierra se lo tragara mientras Belina armaba un escándalo mayúsculo en pleno restaurante. Y lo peor de todo era ver a Angélica frente a él, empapada en lo que parecía una jarra de sangría y con los puños cerrados y temblorosos sobre la mesa, porque era lo bastante madura como para saber contener el volcán hirviente que debía tener dentro en ese momento.—¿Qué demonios te pasa? ¿Cómo te atreves hacer esto? —Leo increpó a Belina con rabia—. ¿Qué diablos haces aquí? ¿Me estás siguiendo?—¡Pero por supuesto que te estoy siguiendo! ¡¿O acaso creíste que iba a quedarme de brazos cruzados mientras tenías el descaro de dejarme como si yo no fuera nadie?! ¡Yo sabía que si me habías dejado era por culpa de otra mujer! —volvió a gritar Belina y trató de acercarse a Angélica, pero Leo se metió en medio de inmediato.—¡No te atrevas a tocarla! ¡Ella no tiene la culpa de absolutamente nada! ¡Te dejé porque me colmaste la paciencia! —escupió mientras todo el mundo en aquel restaura
Angélica sintió que ese tambaleaba. Aquello no podía ser, aquella tenía que ser solo otra mentira o algún absurdo de esos en los que su vida se había sumido en los últimos días. ¡Lo que aquel hombre estaba diciendo no podía ser verdad!Leo no era Leo lombardo. No era un cliente… y ahora entendía muy bien por qué había cancelado la membresía.Leo era Leonardo Grecco, el hijo del dueño de la gran cadena de hoteles Grecco, y al parecer tenía grandes conflictos con su padre, lo suficiente como para que se atreviera a usar cualquier método y a cualquier persona para lograr su objetivo de espiarlo. Angélica sintió que el estómago se le revolvía sólo de pensarlo y se cubrió la boca con una mano porque de lo contrario vomitaría el poco desayuno que llevaba en el estómago.—Esto no puede ser… yo no… yo no sabía… —intentó justificarse balbuceando, pero las palabras apenas le salían—. Yo no tenía idea de quién era… sólo llegó como un cliente más… como otro cliente común de la sala de ventas…—
Aurelio sentía que estaba en el borde del precipicio y rogando por caer. Había conocido a muchas mujeres locas en su vida, pero no supo por qué aquella pequeña pelirroja tenía algo especial. A lo mejor el reguero de pecas en su cara, o a lo mejor era aquella actitud demandante que parecía lista para darle cinco nalgadas a cualquiera que se le pasara por delante… Lo cierto era que con un pañuelo no le alcanzaría, quizás con una sábana le alcanzara para limpiarse la baba que se le estaba saliendo por ella en un solo segundo.Greta clavó en él sus ojos verdes y caminó con decisión hasta el escritorio que por suerte estaba ahí para separarlos.—¿Dónde está Leonardo Grecco? ¡Necesito hablar con él!Aurelio hizo un puchero juntando las cejas y unió las manos en un gesto de súplica.—¡Por Dios. dime que no eres su amante!—¡Claro que no! —gruñó Greta—. ¡Ay Dios, asco, asco!Una sonrisa de victoria se dibujó en el rostro de Aurelio y luego golpeó la mesa con un puño.—¿Qué fue lo que hizo el