Aurelio sentía que estaba en el borde del precipicio y rogando por caer. Había conocido a muchas mujeres locas en su vida, pero no supo por qué aquella pequeña pelirroja tenía algo especial. A lo mejor el reguero de pecas en su cara, o a lo mejor era aquella actitud demandante que parecía lista para darle cinco nalgadas a cualquiera que se le pasara por delante… Lo cierto era que con un pañuelo no le alcanzaría, quizás con una sábana le alcanzara para limpiarse la baba que se le estaba saliendo por ella en un solo segundo.Greta clavó en él sus ojos verdes y caminó con decisión hasta el escritorio que por suerte estaba ahí para separarlos.—¿Dónde está Leonardo Grecco? ¡Necesito hablar con él!Aurelio hizo un puchero juntando las cejas y unió las manos en un gesto de súplica.—¡Por Dios. dime que no eres su amante!—¡Claro que no! —gruñó Greta—. ¡Ay Dios, asco, asco!Una sonrisa de victoria se dibujó en el rostro de Aurelio y luego golpeó la mesa con un puño.—¿Qué fue lo que hizo el
Angélica estaba sentada en el pequeño sofá de su casa con la vista perdida en el infinito espacio entre ella y sus chanclas. Le dolía el corazón por la situación tan vulnerable en la que se encontraba y en la que sin quererlo había puesto a su hijo. Le dolían los ojos de llorar, y le dolía la garganta de aguantarse todos aquellos gritos que tenía acorralados en el pecho. Gianni por supuesto que no se había tomado nada bien la noticia de su despido y cuando su teléfono comenzó a sonar, Angélica rogó a Dios que no hubiera hecho otra de las suyas en represalia.—¿Estás bien, te pasó algo? —preguntó asustada, pero por suerte la voz de su hijo salió llena de calma.“Sí mamá, estoy bien, es solo que… este… bueno hice una tonta apuesta con uno de mis amigos y me gané un poco de dinero…”—¿¡Quééééé…!? ¿Cómo que apostando, Gianni? ¿Cómo se te ocurre…?—Mamá, ¿sí escuchaste la parte en la que te dije que gané?—¡Pues ahora escucha tú la parte en la que te digo que no me importa! ¡Nunca en tu v
Leo tenía que reconocerlo, a pesar de que teóricamente era un adulto crecidito, maduro e inteligente, no podía evitar regodearse con el simple hecho de ver al gusano de Federico Gentile temblar frente a él.Estaba muy claro de que su padre era un hijo de puta que había despedido a Angélica sin molestarse en averiguar si realmente tenía la culpa o no de lo que estaba pasando, pero también conocía al viejo lo suficiente como para estar seguro de que no cometería ni un solo error que lo pusiera en la mira de una demanda laboral, de cualquier sindicato, o incluso de simples abogados, porque si había algo su padre detestaba era el escándalo del vulgo, ese que se hacía con mucha facilidad por cuestiones de trabajo.Por eso estaba completamente seguro de qué quien había ordenado que no se le pagara a Angélica su finiquito no podía ser él, así que solo quedaba otro nombre en la lista y Leonardo Grecco miró al gerente de aquella sala como si fuera una cucaracha a la que tuviera muchas pero muc
Angélica y Gianni se miraron durante un instante que pareció infinito mientras aquella hoja de papel se mantenía temblorosa entre los dos.—¿Qué quieres decir? ¿Cómo que “bienvenida al curso”? ¿Cómo que “uniforme”, mamá, si nosotros no pagamos la colegiatura y ya el plazo venció? —le preguntó su hijo.Angélica negó encogiéndose de hombros porque ella tampoco lo entendía.—No lo sé, Gianni, pero supongo que averiguar será cuestión solo de un momento —le respondió intentando mantener la calma.Alcanzó su celular sobre la barra de la cocina y marcó el número que estaba a pie de página en la carta de bienvenida.—Buenos días. Disculpe ¿me estoy comunicando con la señora Irela Briseio? —preguntó leyendo el nombre que aparecía como referencia.“Sí, soy yo. ¿Con quién tengo el gusto?”—Mire, yo soy la madre de uno de sus… bueno, de sus estudiantes, y acabo de recibir su carta solicitando los útiles y el uniforme para el nuevo curso —murmuró con el corazón encogido.“¡Ah, sí! Siempre la manda
Angélica no podía evitar que la desconfianza se le nota a flor de piel, pero Leo realmente tenía cara de cachorro arrepentido y ella terminó aceptando aquella mano y tratando de ignorar el escalofrío que la recorría.—Está bien… Está bien, vamos a hablar y luego decidiré qué es lo que quiero hacer, pero espero que quede claro desde ahora que las colegiaturas de Gianni las tomaré como un préstamo.—No tienes que devolverme las ni…—Esa es mi decisión —replicó Angélica—. ¿La tomas o la dejas?Leo suspiró con resignación y asintió mientras le acariciaba el dorso de la mano con el pulgar.—Está bien, ángel, la acepto, pero solo porque no me das otra opción —cedió por fin y ella se soltó de su agarre para ir a buscar su bolso.Bajaron al estacionamiento y se subieron al dichoso Bugatti antes de recorrer media ciudad para salir a una carretera que bordeaba la costa. Angélica sabía que aquellas playas eran las más hermosas de la costa italiana, pero también sabía que casi todas eran privad
Leo y Aurelio la miraban como si ella se hubiera vuelto completamente loca, pero la seguridad de Angélica y la emoción con la que hablaba era casi contagiosa.—A ver… ángel… no es por no creerte, pero ¿cómo puedes decir que un hotelito de este tamaño es mejor que la cadena entera que tiene mi padre?Angélica levantó los dedos índices como señal de que se esperaran un momento y salió al pasillo apurada, localizó un carrito de servicio y sacó una botella de espray antes de correr de nuevo a la habitación. Vació la botella en el lavabo y le enjuagó bien para luego llenarla de agua limpia.—¡Oooooh! ¡Esto me va a producir definitivamente mucho placer! —exclamó y no supo por qué, pero solo con escuchar aquella última palabra Leo ronroneó por lo bajo—. Vamos, siéntense, tú aquí y tú allá —les dijo señalando el sofá mientras se sentaba frente a ellos en la mesita del té.—Si le miras las piernas, te mato —susurró Leo entre dientes Aurelio.—No te preocupes, yo ya me mato solo y no es por el
A primera vista podía sonar como una locura, en especial porque aquello significaba que Leo se descapitalizaría completamente, y si lo que esperaban para el hotel no funcionaba, entonces eso significaba que además de quedar en quiebra se quedaría sin un euro.Sin embargo el rostro de Angélica era absolutamente confiado.—Sí vale la pena, todo lo que se haga por progresar vale la pena —le aseguró y Leo fue el primero en levantar su copa para brindar.—¡Entonces está decidido! ¡Muchachos, parece que tenemos un hotel que levantar así que creo que nadie va a dormir mucho en los meses que siguen! —exclamó emocionado y los tres brindaron y bebieron, hasta que Aurelio se decidió a hacer la pregunta del millón—Angélica, ¿qué tan posible sería que nos rodeáramos de personas extremadamente eficientes así como tú? Quiero decir… valientes y decididas… como… solo por mencionar una idea ¿no? Así como tu amiga.—¿Conociste a Greta? —preguntó Angélica intentando ahogar la risa.—Estoy perdidamente e
El ataque de tos interrumpió el momento, y durante un largo segundo Leo se preguntó si era porque Angélica también sentía todos aquellos dragones eufóricos que estaba sintiendo él. Era difícil de explicar, pero había algo en ella que había causado un total terremoto en su vida, tragándose muchos de sus pensamientos más superficiales y haciéndolo darse de tope contra una realidad que solo la experiencia podía darle.Había algo que no podía negar, y era que Angélica era una mujer hermosa, como tampoco podía negar que le sacaba casi una década en edad y que a veces se sentía como un niño majadero cuando estaba con ella.Pero aunque realmente era atractiva, no era solo eso lo que hacía que Leo quisiera dar vueltas a su alrededor como si fuera una pequeña mosca. ¿Era posible que la experiencia pudiera seducir? ¿Era posible que aquella madurez fuera exactamente lo que lo estaba conquistando?No fue capaz de responder solo en aquel momento, pero definitivamente le molestó tener que despedirs