CAPÍTULO 19. ¡Muy mal hecho, muy mal hecho!

Aurelio sentía que estaba en el borde del precipicio y rogando por caer. Había conocido a muchas mujeres locas en su vida, pero no supo por qué aquella pequeña pelirroja tenía algo especial. A lo mejor el reguero de pecas en su cara, o a lo mejor era aquella actitud demandante que parecía lista para darle cinco nalgadas a cualquiera que se le pasara por delante… Lo cierto era que con un pañuelo no le alcanzaría, quizás con una sábana le alcanzara para limpiarse la baba que se le estaba saliendo por ella en un solo segundo.

Greta clavó en él sus ojos verdes y caminó con decisión hasta el escritorio que por suerte estaba ahí para separarlos.

—¿Dónde está Leonardo Grecco? ¡Necesito hablar con él!

Aurelio hizo un puchero juntando las cejas y unió las manos en un gesto de súplica.

—¡Por Dios. dime que no eres su amante!

—¡Claro que no! —gruñó Greta—. ¡Ay Dios, asco, asco!

Una sonrisa de victoria se dibujó en el rostro de Aurelio y luego golpeó la mesa con un puño.

—¿Qué fue lo que hizo el
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