CAPÍTULO 23. ¡No estás viendo nada!

Angélica no podía evitar que la desconfianza se le nota a flor de piel, pero Leo realmente tenía cara de cachorro arrepentido y ella terminó aceptando aquella mano y tratando de ignorar el escalofrío que la recorría.

—Está bien… Está bien, vamos a hablar y luego decidiré qué es lo que quiero hacer, pero espero que quede claro desde ahora que las colegiaturas de Gianni las tomaré como un préstamo.

—No tienes que devolverme las ni…

—Esa es mi decisión —replicó Angélica—. ¿La tomas o la dejas?

Leo suspiró con resignación y asintió mientras le acariciaba el dorso de la mano con el pulgar.

—Está bien, ángel, la acepto, pero solo porque no me das otra opción —cedió por fin y ella se soltó de su agarre para ir a buscar su bolso.

Bajaron al estacionamiento y se subieron al dichoso Bugatti antes de recorrer media ciudad para salir a una carretera que bordeaba la costa. Angélica sabía que aquellas playas eran las más hermosas de la costa italiana, pero también sabía que casi todas eran privad
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