CAPÍTULO 28. Planes malévolos

No lo estaba afectando. ¡No, no! ¡Aquello definitivamente no lo estaba afectando! Y el sendero que marcó en el césped de la entrada de un lado a otro esperando a que Angélica se dignara a regresar tampoco era signo de que algo lo había molestado.

Sin embargo una parte de él respiró por fin con alivio cuando vio su pequeño auto entrar al estacionamiento privado del hotel.

—¿Cómo fue todo? —preguntó apresurado abriéndole la puerta del auto, mientras Angélica lo miraba aturdida por tanta prisa—. ¿Estás bien?

—Sí, claro que sí. Te dije que iba a conseguir ese permiso y…

—¡No, no, ángel, no te hablo del permiso! ¿Ese tipo te estuvo molestando? ¿Se puso impertinente? ¿Te pidió algo a cambio del permiso? Quiere una cita contigo a cambio del permiso ¿verdad? —la interrogó él caminando a su lado sin dejar de mirarla.

—A ver, a ver, Leo. Por supuesto que Tony no se puso en pertinente y mucho menos me estuvo molestando… —replicó Angélica.

—¡No se llama Tony, se llama Antonio, Antonio lo que le s
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