CAPÍTULO 36. Una denuncia

En eso tenía razón, Leo era un CEO malo, chiquillo conflictivo y sin ningún interés en controlarse los más bajos impulsos, ni siquiera porque estaba en medio de una comisaría.

Y aun así era difícil para ella dejar de mirarlo, algo en su cuerpo se estremecía solo con el roce de aquel pulgar tan cerca de su boca, sobre todo porque justo en aquel momento él parecía haber dejado a un lado la parte más impulsiva de su carácter, para dejar salir al hombre serio y plenamente consciente del poder que tenía.

Quizás era ese aspecto de su temperamento el que hacía que Angélica olvidara todo lo demás, pero en cuanto sintió su aliento rozando su boca intentó apartarse.

—¿Qué fue lo que hiciste esta vez, Leo? —le preguntó intentando cambiar de tema, pero bastó un breve tirón de su brazo para que él la pegara a su cuerpo y Angélica olvidara hasta cómo respirar.

—¿Por qué intentas evitarme cuando es demasiado evidente que esto te descontrola tanto como a mí?

—Porque a diferencia de ti, yo puedo ver q
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