CAPÍTULO 34. ¡Qué vergüenza!
Angélica había tenido la desgracia de toparse con muchas mujeres descaradas y oportunistas en su vida, comenzando con la estúpida de Merea, que se creía que solo con acostarse con el jefe tenía la vida resuelta. Sin embargo, el nivel a donde llegaba Belina era una escala definitivamente superior.

—¿Es una maldit@ broma? —preguntó con rabia mientras se cruzaba de brazos, y la mujer frente a ella negó sin la menor vergüenza.

—No, para nada. Fueron muchas y muy costosas las joyas que Leo me ha regalado desde que estamos juntos. Y las más importantes las tenía aquí, por una cuestión de protección, así que imagínate mi sorpresa cuando me doy cuenta de que faltan las más caras.

—Pues solo como acotación, no te ves muy sorprendida que digamos —siseó Angélica—. Así que vete con tu mentira a otro lado porque aquí a nadie le importa.

Chasqueó los dedos tres veces frente a ella para que se apurara, porque si una habilidad especial tenía Angélica era la de impacientarse con facilidad con la ge
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