CAPÍTULO 24. Alas en el corazón.

Leo y Aurelio la miraban como si ella se hubiera vuelto completamente loca, pero la seguridad de Angélica y la emoción con la que hablaba era casi contagiosa.

—A ver… ángel… no es por no creerte, pero ¿cómo puedes decir que un hotelito de este tamaño es mejor que la cadena entera que tiene mi padre?

Angélica levantó los dedos índices como señal de que se esperaran un momento y salió al pasillo apurada, localizó un carrito de servicio y sacó una botella de espray antes de correr de nuevo a la habitación. Vació la botella en el lavabo y le enjuagó bien para luego llenarla de agua limpia.

—¡Oooooh! ¡Esto me va a producir definitivamente mucho placer! —exclamó y no supo por qué, pero solo con escuchar aquella última palabra Leo ronroneó por lo bajo—. Vamos, siéntense, tú aquí y tú allá —les dijo señalando el sofá mientras se sentaba frente a ellos en la mesita del té.

—Si le miras las piernas, te mato —susurró Leo entre dientes Aurelio.

—No te preocupes, yo ya me mato solo y no es por el
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