CAPÍTULO 17. No se llama Leo Lombardo

Leo quería que la tierra se lo tragara mientras Belina armaba un escándalo mayúsculo en pleno restaurante. Y lo peor de todo era ver a Angélica frente a él, empapada en lo que parecía una jarra de sangría y con los puños cerrados y temblorosos sobre la mesa, porque era lo bastante madura como para saber contener el volcán hirviente que debía tener dentro en ese momento.

—¿Qué demonios te pasa? ¿Cómo te atreves hacer esto? —Leo increpó a Belina con rabia—. ¿Qué diablos haces aquí? ¿Me estás siguiendo?

—¡Pero por supuesto que te estoy siguiendo! ¡¿O acaso creíste que iba a quedarme de brazos cruzados mientras tenías el descaro de dejarme como si yo no fuera nadie?! ¡Yo sabía que si me habías dejado era por culpa de otra mujer! —volvió a gritar Belina y trató de acercarse a Angélica, pero Leo se metió en medio de inmediato.

—¡No te atrevas a tocarla! ¡Ella no tiene la culpa de absolutamente nada! ¡Te dejé porque me colmaste la paciencia! —escupió mientras todo el mundo en aquel restaura
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