El Adiós Sin Vuelta
El Adiós Sin Vuelta
Por: Paula
Capítulo 1
Era las nueve de la noche, y estaba arropando a mi hijo para dormir. Sin embargo,

justo cuando pensé que estaba por quedarse dormido, me soltó:

—Mamá, ¿podrías divorciarte de papá?

Sus palabras me dejaron helada. Mi mano, que le acariciaba la espalda, se detuvo en seco y no pude evitar sentir una punzada en el corazón.

Todos aquellos años, mi relación con su padre había sido buena. En teoría, un niño criado con amor debería sentirse feliz en ese ambiente. Por lo que, ¿de dónde provenía esa petición?

No lo entendía, pero, aun así, le pregunté con la voz más suave que pude, temiendo asustarlo:

—¿Por qué dices eso, mi amor?

—Porque nunca me dejas comer KFC, ni helados... —murmuró medio dormido, con esa inocencia típica de su edad.

No sabía si reír o llorar. ¿Quería que me divorciara de su padre por esas pequeñeces? El mundo de los niños es tan simple...

Cuando su respiración se volvió regular y supe que se había dormido, me dispuse a levantarme.

«Ding».

Oí un sonido proveniente de su almohada. Al voltear, noté un resplandor. Levanté la esquina de la almohada y encontré la tableta que le había prohibido.

Suspiré. Era estricta con el tiempo de pantalla porque me preocupaba su vista. Aunque siempre protestaba, hasta ahora había obedecido. Realmente, no esperaba que la escondiera.

Iba a apagarla cuando vi el chat grupal abierto.

Nombre del grupo: «Familia Feliz ^_^»

Era obvio que lo había creado mi hijo - ese emoticón era su favorito. La foto de perfil mostraba una familia de cuatro.

Frunciendo el ceño, amplié la imagen. En ella, aparecía una mujer radiante sosteniendo a dos niños. Uno era mi hijo, Gabriel Echeverri, con un helado en la mano y una sonrisa de oreja a oreja, junto a otro niño. Y detrás de ella, mi esposo, Joaquín Echeverri, la miraba con la misma ternura con la que solía mirarme cuando éramos novios.

Tragué saliva, sintiendo cómo mi corazón se retorcía, pero mis ojos se fijaron en el nombre del contacto, el cual Gabriel había agendado con el nombre de «mamá».

Me quedé paralizada. Con manos temblorosas, abrí su perfil y vi su nombre: Carito.

¿Carito...? ¿Acaso era Carolina Morales, el primer amor de Joaquín?

Por un momento creí estar soñando. Mi esposo y mi hijo habían creado un grupo familiar con su ex y el hijo de esta. Sin mí.

Tenían una nueva familia.

Sentí que me asfixiaba. Había tantos mensajes que apenas podía procesarlos...

Nosotros también teníamos nuestro grupo familiar de tres, pero estaba muerto. Solo yo escribía de vez en cuando, cuando le preguntaba a Joaquín a qué hora volvería a cenar.

De repente, «Mamá» envió un video al grupo, el cual abrí con manos temblorosas.

Era un video claramente editado con cuidado. Un minuto lleno de momentos: pollo frito, Coca-Cola, la rueda de la fortuna, el carrusel…

Gabriel sonreía de pura felicidad en cada escena; e incluso Joaquín, siempre tan reservado con sus emociones, mostraba una clara adoración.

Tras ver eso, ni siquiera me fijé en los otros dos. La imagen se detuvo en el rostro de Gabriel.

Mi hijo, con los ojos cerrados y manos juntas, pedía un deseo frente a un pastel de cumpleaños. Con su vocecita infantil y sincera decía:

—Deseo que tía Carolina sea mi mamá. ¡Deseo que los cuatro estemos juntos para siempre!

Carolina y su hijo aplaudían, deseando que su sueño se cumpliera, mientras Joaquín… sonreía.

Parecían la familia perfecta.

¿Y yo? ¿Dónde quedaba yo?

Apenas podía respirar del dolor cuando «Mamá» envió un mensaje de voz. Su tono era alegre, como una hermana mayor, confidente de Gabriel:

—Mi amor, me contaste que querías que fuera tu mamá. Dijiste que cualquiera serviría, menos tu mamá actual. Me preguntaba por qué la odiabas tanto... Luego entendí que es porque te controla demasiado, no te deja comer ni jugar a lo que quieres. Así que para que crezcas feliz, seré tu nueva mamá en este grupo. Este es nuestro hogar, el de nosotros cuatro.

¿En serio? ¿Cualquiera menos yo?

Escuché el mensaje, una y otra vez, torturándome. No podía creer que mi propio hijo, al que había criado con tanto esmero... me odiara de ese modo.

Cerré los ojos, pero las lágrimas no dejaron de caer.

Gabriel siempre había tenido problemas digestivos. Cualquier comida que no estuviera pensada para él le provocaba malestar. Incluso había estado hospitalizado varias veces por gastritis cuando era más pequeño. Por eso controlaba tanto su dieta, y planificaba sus comidas con cuidado... Solo quería cuidarlo y que estuviera sano.

Pero todo mi esfuerzo se había convertido en una lista de agravios en su contra.

Con razón su gastritis había vuelto últimamente. ¡Era por eso!

Aturdida, escuché los anteriores mensajes de voz de Gabriel, y oí cada una de sus quejas, las cuales se clavaban como un puñal en mi corazón, ahogándome.

Hasta que Gabriel había dejado de escribir, en el mismo momento en el que fui a acostarlo. Aunque quería seguir charlando con Carolina, había tenido que fingir dormir para que no descubriera la tableta.

Ahora que dormía de verdad, no pudo evitar mirarlo entre lágrimas.

Mi precioso niño, perfecto como una muñeca, siempre tan sincero, decía lo que sentía sin filtro. Pero las mentiras no duelen como la verdad.

Siempre había pensado que, aunque fuera estricta, cuando creciera, entendería que aquello siempre había sido por su bien. Nunca imaginé que pudiera odiarme tanto por eso.

Estaba destrozada y furiosa, pero aún me quedaba algo de cordura. Entendía que Gabriel era solo inocente un niño, que todavía no comprendía nada.

Sin embargo, que me rechazara así y adorara a Carolina... solo podía ser por una razón: mi esposo, Joaquín.

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo