Había muchos pacientes en el área de hospitalización. Algunos incluso se veían forzados a quedarse en los pasillos por falta de habitaciones.La mayoría estaban en condiciones graves y llevaban largo tiempo internados. Muchos ya estaban aquí cuando me hospitalizaron. Y seguían aquí cuando me dieron de alta.Apenas llegué, me encontré con varias caras conocidas.Una anciana me preguntó:—¿No te habían dado de alta? ¿Por qué has vuelto al hospital?—¿Recuerda que hace unos días me caí por las escaleras? —no lo oculté, pues quería saber si alguien había visto o grabado el incidente. Aunque no podía revelarles toda la información—: Las escaleras estaban muy resbalosas, como si alguien lo hubiera hecho a propósito.—Quiero ver si hay cámaras de seguridad cerca que hayan grabado quién lo hizo. O si alguien por casualidad captó ese momento.La anciana respondió servicial:—¡Cámaras! Hay en todos los pasillos. Deberías poder ver las grabaciones en la sala de seguridad.—Bien —con cámaras, todo
Tendría una hija adorable y considerada... Una hija que me amaría sinceramente.Pensando en esto, sonreí involuntariamente:—Lo haré.Daniel apartó la mirada y volvió a su trabajo:—Parece que aún no has acomodado tus cosas.Me levanté:—Voy ahora mismo.Mi habitación estaba en el extremo este del segundo piso.Era muy espaciosa, incluso tenía un vestidor independiente, excelente iluminación y un balcón grande.Las cortinas estaban abiertas y la luz del sol inundaba la cama, creando una atmósfera acogedora.No empecé a ordenar inmediatamente. Me recosté en la cama, disfrutando de una paz y tranquilidad que hacía mucho no sentía.En ese momento, pensé que no estaría mal vivir así el resto de mi vida.Después de descansar, llevé mi maleta al vestidor. Al abrir las puertas para colgar mi ropa, me encontré con un armario lleno.Había vestidos, blusas de manga corta...Prendas de todos los estilos y diseños.Me quedé perpleja un momento, cerré la maleta y bajé rápidamente. Al ver a Daniel q
La persona se presentó:—Soy la maestra de Gabriel. Ya terminaron las clases y nadie ha venido a buscarlo. Quería saber si había sucedido algo en casa que lo impidiera.La maestra preguntaba cortésmente.Antes del divorcio...¿No era Carolina quien recogía entusiastamente a Gabriel todos los días?Apenas me divorcié de Joaquín...¿Y Carolina ya no se ocupaba del niño?Me sorprendió, pero...Esta familia ya no tenía nada que ver conmigo, así que no iba a entrometerme en sus asuntos.—Soy la madre de Sofía, de la misma clase. No tengo relación con Gabriel —respondí sonriendo—. Se equivocó de número, maestra.La maestra se disculpó inmediatamente:—Lo siento mucho por molestarla.—No hay problema —dije y colgué.Apenas entré al ascensor, el teléfono volvió a sonar. Esta vez era Joaquín.Contesté.Joaquín preguntó incómodo:—¿Podrías ir a recoger a Gabriel, por favor?Mi reflejo en el ascensor, que antes mostraba una sonrisa amable, ahora solo mostraba frialdad:—No.Mi voz, normalmente du
Sofía se sentó junto a Daniel y, dando palmaditas al asiento a su lado, dijo:—¡Mamá, siéntate aquí!Me senté obedientemente junto a ella.Sofía se volteó hacia mí y me dijo:—Pide un deseo.Mirando la llama temblorosa de la vela, cerré los ojos y en silencio formulé mi deseo."Que Sofía se mejore poco a poco.""Y que podamos ser felices por siempre."Abrí los ojos y soplé con fuerza las velas.Sofía inmediatamente se pegó a mi lado, su pequeño cuerpo prácticamente fusionándose con el mío:—¿Qué deseaste, mamá?Estaba a punto de responder cuando Daniel, para evitarme la incomodidad, intervino:—Sofi, si cuentas los deseos no se cumplen.Como toda niña que no puede ocultar sus sentimientos, Sofía mostró su decepción:—Bueno, está bien.Al ver su adorable puchero no pude evitar sonreír, mientras le cortaba un pedacito de pastel:—Come un poco.Sofía, con los cachetes inflados, protestó:—Pero papá dice que no debo comer dulces en la noche porque son malos para los dientes.Era evidente q
La voz irritada de Joaquín resonó a través del teléfono. Miré la pantalla y me di cuenta de que aún no lo había bloqueado:—¿Y qué esperabas?Mi tono despreocupado lo enfureció más:—¿Tienes idea de que por no ir a recogerlo, el pobre niño estuvo solo en la entrada del jardín de niños hasta las nueve de la noche? —espetó entre dientes.—Señor Echeverri, creo que está culpando a la persona equivocada —respondí tranquilamente.—Ahora Carolina es su madre.—Y yo...Me levanté y caminé hacia el balcón, mirando a lo lejos. En la oscuridad de la noche, solo se distinguían las estrellas y las luces de la ciudad.—Solo soy una extraña —concluí serenamente.Joaquín respiró profundo:—¿Todavía nos guardas rencor?—Para nada —contesté con calma—. Simplemente tengo una nueva vida.—No hay necesidad de enredarme con personas y asuntos del pasado.—¿No te parece?Sin darle tiempo a responder, colgué y lo bloqueé."Toc, toc, toc."Al oír los golpes en la puerta, fui inmediatamente a abrir.Sofía esta
Era las nueve de la noche, y estaba arropando a mi hijo para dormir. Sin embargo, justo cuando pensé que estaba por quedarse dormido, me soltó:—Mamá, ¿podrías divorciarte de papá?Sus palabras me dejaron helada. Mi mano, que le acariciaba la espalda, se detuvo en seco y no pude evitar sentir una punzada en el corazón.Todos aquellos años, mi relación con su padre había sido buena. En teoría, un niño criado con amor debería sentirse feliz en ese ambiente. Por lo que, ¿de dónde provenía esa petición?No lo entendía, pero, aun así, le pregunté con la voz más suave que pude, temiendo asustarlo:—¿Por qué dices eso, mi amor?—Porque nunca me dejas comer KFC, ni helados... —murmuró medio dormido, con esa inocencia típica de su edad.No sabía si reír o llorar. ¿Quería que me divorciara de su padre por esas pequeñeces? El mundo de los niños es tan simple...Cuando su respiración se volvió regular y supe que se había dormido, me dispuse a levantarme.«Ding».Oí un sonido proveniente de su al
Tras ese trago amargo, salí del cuarto de Gabriel, con la tableta en mano, y me dirigí al despacho de Joaquín. No podía dejar de darle vueltas... ¿por qué tenía que ser justamente Carolina?La primera vez que había oído ese nombre había sido el día de mi boda. En esa época, Joaquín era diferente conmigo: dulce, comprensivo. Cuando me sentía insegura, me consolaba diciendo: «No te preocupes, todos tenemos defectos», y se quedaba a mi lado hasta que me sentía mejor. Si caía enferma, dejaba todo por cuidarme. Por eso no dudé en casarme con él y mudarme lejos.Pero, justo cuando estaba ahí, radiante en mi vestido blanco y con el ramo en las manos, soñando con nuestro futuro juntos, escuché sin querer a sus amigos hablar de su primer amor:—Cuando vi lo apasionado que era el romance entre Joaquín y Carolina, pensé que terminarían juntos.—Es cierto. Parecían la pareja perfecta.—Qué lástima.El pesar en sus voces era genuino, y, en ese momento, dejé de sentirme tan segura de que Joaquín rea
La otra mano de Joaquín sujetó mi mentón con firmeza, impidiéndome esquivarlo, y presionó sus labios contra los míos.—Te va a gustar —susurró.***Gabriel está en su último año de preescolar. Las clases comienzan puntualmente a las ocho, y, como vivimos a veinte minutos en carro del jardín de niños y no queremos que llegue tarde, sale todos los días a las siete y media.Yo me levanto a las seis y media para preparar el desayuno. Hoy decidí hacer algo sencillo: caldo con pasta, de lo cual lo más laborioso es el caldo, que preparo con pollo fresco.Coloco los ingredientes en la olla, pongo el pollo entero ya limpio, y, por último, agrego el cebollín atado en la parte superior. Acto seguido, tapo la olla y la pongo a fuego alto.Cuando hierve, levanto la tapa y el aroma concentrado del caldo de pollo inunda la cocina. Agrego un poco de sal y bajo el fuego para que siga cocinándose lentamente.Satisfecha con el progreso, salgo de la cocina y voy al vestidor para elegir la ropa que Gabriel