Capítulo 4
—¿Estas cartas son de antes de nuestra boda? —me pregunto, antes de tomar la otra carta que contiene la respuesta de Carolina.

«Te devuelvo tu carta junto con la mía. Joaquín, ahora soy muy feliz, así que espero que puedas alegrarte por mí. Y, por favor, no me contactes más. No quiero que mi esposo malinterprete las cosas».

Al leer estas cartas, toda la información encaja perfectamente: Carolina siempre fue el amor platónico de Joaquín. Pero, aun así, él la odiaba… Mi mano aprieta el trapeador inconscientemente, al pensar en que eso era porque Carolina lo había traicionado.

Joaquín intentó convencerse de no tomar en cuenta los errores de Carolina, de ignorar el daño que le había causado, con el único fin de que ella volviera a su lado. Pero, lamentablemente para él, Carolina lo rechazó.

Finalmente, entiendo por qué se alteró tanto cuando sus amigos la mencionaron en nuestra boda. Pero ¿qué pasaba ahora? ¿Por qué ha sacado estas cartas? ¿Acaso quería recordar la crueldad de Carolina para de esa manera mantener la distancia con ella y enfocarse en nuestra relación? ¿O teme que… después de haberlo arriesgado todo y cargar con la etiqueta de «esposo que abandona», Carolina de todos modos no lo quisiera?

Cierro los ojos. El dolor que siento es tan intenso que estoy a nada de desmayarme. Quizás, como dijo Gabriel: Carolina es la única a la que ama. Por eso, cuando piensa en su futuro con ella, nunca considera cuánto daño me causaría su decisión…

«Ring, ring».

He estado parada en el estudio por mucho tiempo, hasta que el sonido del teléfono parece despertar mi corazón entumecido por el dolor.

—Mi amor —contesto automáticamente.

—¿Qué haces? —A través del teléfono, la voz de Joaquín suena más profunda y cautivadora, continúa siendo tierna.

Joaquín siempre es así conmigo: atento, generoso, y siempre preocupado porque no me sienta insegura al estar sola en esta ciudad extraña… Es tan comprensivo que incluso cuida el tono al hablarme. Debería sentirme satisfecha. Pero ahora, al escuchar su voz, no puedo evitar pensar en el momento en el que lo amaba tanto que me vine desde lejos, ilusionada por casarme con él, mientras él le suplica a su amor platónico. Quizás hasta se quejaba con sus amigos sobre que mi llegada había arruinado su reconciliación con Carolina.

—¿Por qué no dices nada? —pregunta extrañado, al ver que no respondo.

Ya no sé cómo enfrentar a Joaquín, pero claramente no puedo mantener el silencio, por lo que, mirando la foto y las cartas sobre el escritorio, respondo:—Trapeando.

—Te llamé para recordarte... —Joaquín hace una pausa antes de continuar—. Hay documentos comerciales muy confidenciales en el escritorio, así que no limpies el estudio. Yo me encargaré de eso cuando vuelva.

Antes, seguramente habría bromeado preguntando: «¿Ni yo puedo verlos?», pero ahora no puedo decir nada y, después de un momento, solo logro responder un seco:

—Está bien.

Cuando Joaquín cuelga, salgo del estudio con el trapeador en la mano, preguntándome por qué no quería que viese las cartas. ¿Acaso teme que me entristezca al saber que se casó conmigo sin amarme lo suficiente? ¿O es que teme que sepa que siempre ha amado a Carolina? ¿O tal vez… en secreto ya está planeando deshacerse de mí para formar una familia de cuatro con Carolina y el niño?

Cuanto más lo pienso, más se me hiela el corazón, y, por primera vez, me doy cuenta de que tantos años de «feliz matrimonio» pueden ser una triste ilusión.

...

«Ding, dong».

El timbre me devuelve a la realidad, miro el reloj en la pared y me doy cuenta de que ya es hora de que Joaquín vuelva del trabajo. Rápidamente, me levanto a abrir, pero no veo a Gabriel.

—¿Dónde está el niño? —pregunto extrañada, al saber que Joaquín normalmente lo recoge de camino a casa.

—Sigue molesto, dice que no quiere volver a casa —responde Joaquín, acercándose y abrazándome—, así que pensé que, dado que hace mucho que no pasamos tiempo a solas, lo mejor era que se quedara en casa de su abuela, mi amor —añade, apoyando su mentón en mi hombro en una expresión de cariño.

No sé cómo reaccionar; la semilla de la duda sigue creciendo en mi corazón…

Cuando recién nos casamos actuaba como si me amara muchísimo, pero en ese momento aún pensaba en Carolina. Por lo que, al ver que ahora sigue actuando muy cariñoso, no puedo evitar preguntarme si realmente se enamoró de mí o si sigue con la puesta en escena.

La mano de Joaquín cae sobre mi vientre, acariciándolo suavemente, y yo vuelvo en mí.

—¿Mm?

—¿No te gustaría tener otro hijo? —pregunta Joaquín tentativamente.

—¿Por qué? —inquiero, perpleja.

—Después de ir a la oficina, pensé mucho —explica Joaquín con calma—. Es cierto que antes me gustaba mucho Carolina, pero después de que volvió y tuve contacto con ella... me di cuenta de que soy muy feliz contigo.

Instintivamente, me volteo para mirarlo a los ojos. Su expresión es seria y no parece estar mintiendo. Sin embargo, me es inevitable dudar. —Si es así, entonces dedícate a vivir bien conmigo...

Joaquín toma mi rostro entre sus manos y besa mis labios sonriendo, antes de decir:

—En el camino hablé con Gabriel, dice que también quiere un hermanito o una hermanita. Sabes que mi sueño siempre ha sido tener dos hijos. Así que, mi amor… No me rechaces, ¿sí?

Su mirada es profundamente amorosa y cautivadora, con la intención de que no pueda negarme.

«Ya tenemos un hijo», pienso. «Tener una hija…»

Si desde ahora Joaquín se dedica a vivir bien conmigo, y Gabriel se vuelve más maduro y obediente para adoptar el rol de hermano mayor, todo volvería a su cauce. Y tengo que reconocer que ese hermoso futuro me seduce… por lo que termino asintiendo.

Al ver que acepto, Joaquín rodea mi cintura con un brazo y sostiene mi nuca con la otra mano, besándome sin darme opción a rechazarlo.

Cierro los ojos y lo acepto, mientras, al mismo tiempo, me digo en silencio: «Después de todo, Joaquín no me ha sido infiel, y está dispuesto a cortar lazos con Carolina. Y, en cuanto a Gabriel, procuraré ser más paciente al guiarlo, permitiendo que cambie de manera gradual. A partir de ahora, seguiremos, siendo una familia normal y corriente».

«¡Ring, ring!»

El agudo sonido del teléfono rompe la atmósfera íntima. Joaquín sin prestarle atención, quiere apagarlo y tirarlo a un lado. Sin embargo, yo alcanzo al ver el nombre que figura en la pantalla y siento cómo mi sangre se congela por un momento, antes de empujarlo con fuerza. —Es Carolina.

¿Acaso no dijo que la bloquearía de todas partes? ¿Cómo es posible que siga contactándolo?

Joaquín ni siquiera me mira, e inmediatamente se da vuelta para tomar el teléfono.

—¡Joaquín!, ¿qué hacemos? ¡Gabriel está hospitalizado por una indigestión!
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